Parábola: el amigo a medianoche
La parábola del amigo importuno
En esta narración Jesús nos transmite el mensaje en el que Dios está listo para escuchar las oraciones de sus fieles. Puede parecer distante e indiferente a veces, pero la perseverancia, la confianza y la oración constante serán recompensadas.
Nombres comunes de la parábola:
* Parábola del amigo a medianoche.
* Parábola del amigo indiscreto.
Resumen:
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Lucas 11,5-8
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Exégesis parábola de Lucas
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Parábolas: El amigo a medianoche - Evangelio de Lucas
Del Evangelio de Lucas Capítulo 11, versículos 5.13
Luego les dijo: "Si alguno de ustedes tiene un amigo que a medianoche se acerca a él y le dice: "Amigo, préstame tres panes, porque un amigo vino a mí de un viaje y no tengo nada que ofrecerle", y el desde dentro responde: "No me molestes, la puerta ya está cerrada, mis hijos y yo estamos en la cama, no puedo levantarme para darte los panes", te digo que, incluso si no se levantas para dárselos porque él es su amigo, al menos por su intromision se levantará para darle todo lo que necesita. Por tanto, te digo: pide y se te dará, busca y encontrarás, toca y se te abrirá. "Porque quien de entre ustedes, si su hijo le pide un pez le dara una piedra, ¿O si le pide pescado le dara una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si entonces, siendo malos, saben cómo darle cosas buenas a sus hijos, ¡Cuanto mas Tu Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes lo pidan!".
Exégesis parábola del amigo a medianoche Lc [11,5-8]
Al comienzo del Capítulo 11, después de informar sobre la enseñanza del "Padre Nuestro", Lucas continúa esta parábola para revelarnos la necesidad de perseverar en la oración para ser escuchado por Dios. Un viajero, para evitar el calor del día, viaja después que se pone el sol y llega a la casa del amigo a la medianoche, que a esa hora no tenía nada para alimentarlo, ya que en Palestina no se usaba para abastecerse de pan durante varios días (todas las mañanas solo se cocinaba la cantidad suficiente para el día). Desconcertado, se dirige a un amigo suyo, con la esperanza de encontrar algo: "Amigo, prestame tres panes, porque un amigo vino a mí de un viaje y no tengo nada que ofrecerle". La respuesta de este amigo es muy dura, le irrita que lo molesten mientras duerme: "No me molestes, la puerta ya está cerrada, mis hijos y yo estamos en la cama, no puedo levantarme para darte pan".
Pero Jesús sorprende a todos al decir que si este último no decide dárselos en un gesto de amistad, al final se levantará para darle todo lo que necesite para poner fin al menos a la intromision, a la molestia que su amigo le está dando con su insistente requerimiento en medio de la noche. Finalmente, Jesús sugiere imitarlo, al pedirle a Dios las gracias que necesitamos, la insistencia de este hombre: "pide y se te dará, busca y encontrarás, toca y se te abrirá". La confianza que debemos depositar en Dios se basa en su calidad de Padre: como Padre no podrá negarse a sí mismo, ni darnos algo inútil, y mucho menos dañino, porque si el hombre malvado sabe dar cosas buenas a sus hijos, Dios no ciertamente no dará lo mejor posible a quienes le piden con la gracia santificante del Espíritu Santo, que es el más excelente de los dones y debe constituir el objeto principal de la oración de los discípulos de Jesús.
Esta parábola nos exhorta a una oración valiente, a una fe sin dudar, como recuerda el proverbio judío: "El inoportuno vence al malo, cuanto más Dios que es infinitamente bueno". La primera condición para la oración es la conciencia de nuestras propias miserias, el reconocimiento de que lo necesitamos asi como necesitamos el aire que respiramos. Dios nos invita a orar, es decir, a mantener una conversación fructífera con Él. Ciertamente, orar implica confesar nuestra debilidad, pobreza, impotencia, necesidad, dependencia; pero luego la fe nos da esa certeza inquebrantable de ser escuchado: de hecho, si el hombre se conmueve por las necesidades de un amigo o un niño, cuanto más Dios-Padre acudira prontamente a ayudar a sus frágiles criaturas. Solo Dios puede llenar el corazón del hombre.
Él nos da "mucho más de lo que podemos pedir o pensar" (Ef 3:20): se entrega a cada uno según su deseo; de hecho, la única medida del regalo está dada por nuestro deseo: aquellos que quieren poco, reciben poco; quien quiere todo, recibe todo. Debemos preguntar, no porque Él ignore nuestra necesidad, sino porque el regalo solo puede ser recibido por aquellos que lo desean y lo llaman, porque en el acto mismo de pedirlo es inherente el reconocimiento de que solo Él puede infundir la ayuda necesaria. De hecho, nadie le preguntará a quien no cree que puede resolver el problema dado que lo resuelva. Este pasaje nos insta a desear grande e insistentemente, lo cual nos permitirá recibir el Espíritu Santo.