Grupo de oración
Quiénes somos
Estimado amigo, somos un grupo de voluntarios religiosos y laicos de la Iglesia católica, apostólica, romana, que creen en el poder de la oración.
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Grupo de oración e intercesión
Jesús mismo dijo: "todo lo que pidan en oración, lo conseguirán".
Mateo - Capítulo 21, verso 22
Y de nuevo: "Pedid y se os dará, buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá, a todo el que pide, recibe; y el que busca, halla y al que llama, se le abrirá".
Mateo - Capítulo 7 versículos 7-8
Más: "Todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré"
(Jn 14,13 a 14).
Usted también, a las veintiuno y 30 horas, los miércoles de cada semana, puede hacer esto.
Le invitamos a unirse junto a muchos hermanos maravillosos, para pedir a Dios ayuda y alivio por los que sufren y los necesitados. Nos guía un fuego interior, porque el amor siempre debe ganar. Esta es una expresión de amor y hermandad que nos permite trabajar en la viña del Señor.
Somos los trabajadores de la oración porque este gran grupo de oración e intercesión del Monasterio Invisible de Caridad y Fraternidad, han encontrado el hogar adecuado.
La oración tiene una relación sin precedentes en el desarrollo de la vida cristiana. Sin la luz de Dios, de hecho, nadie se salva. Sin embargo, tome los primeros pasos que conducen a la cumbre de la perfección. Así que si usted también quiere empezar a tener esta luz de Dios, ore con nosotros. Es el medio más eficaz y accesible a todos.
San Agustín presentó la oración como el alimento de nuestra vida espiritual. Él afirma que "como el cuerpo se alimenta de alimentos, así el alma se alimenta de oraciones".
(De sal. Doc., 28)
Y como el cuerpo no puede vivir sin alma, así el alma sin la oración está muerta y envía un gran olor.
(De oratione Dominica 1,1).
Como el cuerpo sin alma es un cadáver que se descompone y contamina todo con su hedor, así la vida espiritual de una persona que no reza.
Reza, espera y no te preocupes. Dios es Misericordioso y escuchará tu oración.
Padre Pío
Hay algo muy importante sobre lo que quiero llamar la atención antes de irme. Algo estrechamente relacionado con los sacramentos que he celebrado, algo que forma parte de modo particular del mensaje evangélico, algo que es esencial para vuestra vida cristiana. Es la oración. Rezar es tan importante que Jesús mismo nos dice: "Rezad en todo momento" (Lc 21, 36).
Él quiere que oremos para tener la luz y la fuerza. Quiere que nos dirijamos a su Padre, como él mismo lo hizo. El Evangelio nos dice que Jesús oró toda la noche antes de elegir a sus Apóstoles (cf. Lc 6, 12). Y más tarde, en su Pasión, en el sumo del sufrimiento, Cristo "rezaba más intensamente".
(Lc 22, 44).
A través de la oración somos capaces de una percepción más clara de la persona de Jesucristo y de la total adhesión de su enseñanza a nuestra vida. Jesús se convierte en el modelo para nuestras acciones, para nuestra vida. Comenzamos a ver las cosas a su manera.
Pero hay más. A través de la oración llegáis a experimentar la verdad que Jesús enseñó: "Las palabras que os he dicho son espíritu y vida" (Gv 6, 63). En Jesús, encontrado en la oración, vuestras aspiraciones a la justicia y vuestras aspiraciones a la paz se vuelven más definidas y se traducen en la búsqueda de aplicaciones prácticas. Al estar en contacto con el Príncipe de la Paz, comprendéis cuán radicalmente opuestos a su mensaje son la violencia y el terrorismo, el odio y la guerra. En él experimentáis todo el significado que tiene una relación interpersonal basada en el amor generoso. Cristo os ofrece una amistad que no defrauda, una fidelidad que no teme comparaciones.
Por eso os exhorto, con las palabras de san Pablo: "Rezad incesantemente en el Espíritu . . . también por mí, para que cuando abra la boca me sea dada una palabra franca, para dar a conocer el misterio del Evangelio . . . y yo pueda anunciarlo con franqueza como es mi deber . . . La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor incorruptible" (Ef 6, 18-20. 24).
Discurso de Juan Pablo II el 2 de junio de 1982
Esta práctica virtuosa prolongada en el tiempo transforma la personalità y eleva la misma vida ordinaria al diálogo con Dios, haciendo de ella una respuesta consciente de amor.
La oración de petición expresa la actitud de fe en lo concreto de nuestras necesidades y nos prepara para recibir los dones predispuestos por Él. Él quiere que en la oración ejercitemos nuestro deseo, para que seamos capaces de recibir lo que él está dispuesto a darnos.
Cuando la súplica se hace en favor de los demás, se llama intercesión. Dios quiere, de hecho, que nos amemos y oremos unos por otros. Incluso quiere que oremos por los enemigos y pidamos perdón por sus pecados.
La oración es, pues, unión con Dios y coloquio con él. La oración mantiene el equilibrio en el mundo, reconcilia con Dios, es puente sobre las tentaciones, muro entre nosotros y las aflicciones. La oración es fuente de las virtudes, es iluminación de la mente, es oscura que corta la desesperación, es signo de esperanza, es victoria sobre la tristeza.
La oración alimenta el alma: ella está en el alma como la sangre está en el cuerpo, y lleva más cerca de Dios. Da además un corazón limpio y puro. Un corazón limpio puede ver a Dios, puede hablar a Dios y puede ver el amor de Dios en los demás.