Diez Mandamientos

Decálogo

Monasterio

Introducción a los Diez Mandamientos

Los Diez Mandamientos, también conocidos como el Decálogo, representan un conjunto de principios morales y éticos básicos, que según la tradición bíblica, fueron recibidos por Moisés en el Monte Sinaí.

Estas normas han ejercido una influencia significativa no sólo en las religiones judía y cristiana, sino también en la cultura y la legislación de numerosas sociedades a lo largo de la historia.

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Siguiendo a Jesús

Seguir a Jesús implica la observancia de los mandamientos.

"Maestro, ¿qué bien debo hacer para obtener la vida eterna? Al joven que le hizo esta pregunta, Jesús le responde: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". Luego añade: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; entonces ven y sígueme". (Mateo 19:21).

La invitación de Dios

Dios, que encarna la Caridad, la Bondad, la Sabiduría, la Fuerza, el Poder y la Perfección, en otras palabras, el Todo, te invita con un mandato amoroso: "Si quieres ser un hombre justo y bueno, debes seguir el Decálogo". No hay otros atajos". Piensa lógicamente y verás cuán profunda es la invitación de Dios. La misma razón te hará comprender que el Decálogo es necesario para edificar tu naturaleza humana.

Las Morales y la Ley

En cualquier parte del mundo y bajo cualquier sistema legal, los ladrones, asesinos y mentirosos son perseguidos por sus crímenes. Sin embargo, hay comportamientos que implican la moralidad del hombre, como el respeto hacia el padre y la madre, no desear la mujer de otros y las cosas de otros, que no pertenecen a la ley civil, sino a la moral y natural. Por lo tanto, es esencial rechazar los deseos malsanos para que no penetren en la mente y activen la voluntad, empujándonos a la acción. Solo así podremos eliminar de raíz lo que aún no existe, pero que podría manifestarse.

Las reglas del decálogo

Los principios del Decálogo protegen al hombre de la infelicidad y lo guían hacia el camino del amor. Bueno, ¿son estas reglas una herencia exclusiva de los creyentes? No, es una herencia accesible a todos en gran cantidad. Aquellos que siempre han minado la moralidad, ahora más decididos que nunca, no podrán hacer otra cosa que observar en el tiempo las consecuencias de sus mentiras malvadas. De hecho, estas personas no sabrán cómo responder a la desesperación de sus hijos, que pedirán el sentido de su existencia, el motivo del gran vacío en su corazón y el camino para encontrar el amor auténtico que no decepciona.

Los tres primeros mandamientos

Los tres primeros mandamientos del Decálogo se refieren al culto de Dios y son los más significativos, ya que el Todopoderoso tiene prioridad sobre todo y, por consiguiente, debe ser amado y adorado sobre todas las cosas. Este deber no está reservado solo a los creyentes, sino a todos aquellos que se plantean la pregunta sobre el fin último de vivir, o mejor dicho, la razón de vivir. Es una cuestión a la que hay que dar respuesta, porque afecta a la propia existencia y abre perspectivas de esperanza y de eternidad. Esto significa comprender que Dios está cerca de nosotros en la alegría como en el sufrimiento y espera ayudarnos con solicitud y amor cuando pedimos su intervención.

La relación con Dios

Es fácil comprender que el hombre, cuando se separa de Dios, no es nada, mientras que uniéndose a Él, que es vida, potencia, fortaleza, sabiduría, templanza, justicia, prudencia, bondad, misericordia, caridad y muchas otras virtudes llevadas al infinito, Él le da las virtudes para convertirse en Sus hijos en el Espíritu.

Observancia de los diez mandamientos

Guardar los diez mandamientos es necesario para caminar hacia la libertad, la primera libertad. San Agustín escribe al respecto: "Consiste en estar exento de crímenes... como serían el asesinato, el adulterio, la fornicación, el robo, el fraude, el sacrilegio y así sucesivamente. Cuando uno comienza a no tener estos crímenes, empieza a levantar la cabeza hacia la libertad, pero esto no es más que el comienzo de la libertad, no la libertad perfecta".

Los diez mandamientos

  1. No tendrás otro dios que yo.
    Este mandamiento subraya la importancia de creer en un solo Dios, expresando la necesidad de una relación exclusiva y devota con el Creador

  2. No menciones el nombre de Dios en vano.
    El segundo mandamiento nos invita a reflexionar sobre la importancia del respeto y de la sacralidad del nombre divino.

  3. Recuerda santificar las fiestas.
    El cuarto mandamiento exhorta a dedicar un día de la semana al descanso y a la reflexión espiritual, reconociendo la importancia del descanso en la vida humana.

  4. Honra al padre y a la madre.
    Este mandamiento enfatiza el respeto y el honor hacia los padres, reconociendo su papel fundamental en la vida y educación de los hijos.

  5. No maten.
    Un principio básico de la moralidad humana, este mandamiento condena el asesinato y promueve el valor de la vida

  6. No cometer actos impuros.
    Este mandamiento nos invita a promover relaciones sanas y consensuadas.

  7. No robar.
    La prohibición de robar protege los derechos de otros y promueve la integridad y la justicia en las relaciones sociales y económicas.

  8. No digas falso testimonio.
    Este mandamiento invita a decir la verdad y mantener la integridad en las comunicaciones, protegiendo así la reputación y los derechos de los demás.

  9. No desear la mujer de otro.
    Este mandamiento aborda el tema del deseo inapropiado, animando a cultivar sentimientos saludables y respetuosos hacia los demás.

  10. No codiciar las cosas de los demás.
    Los últimos mandamientos nos exhortan a no centrarnos en lo que los demás tienen, sino a valorizar lo que tenemos para valorizar lo que tenemos y alcanzar nuestros objetivos.

Una invitación especial

Si usted quiere lograr esta alegría y adquirir las virtudes, escuchar la invitación de Jesús: "Todo lo que pidáis en la oración, recibiréis" (Mt 18:20). De hecho, sin oración, ningún camino espiritual es posible, ni se puede seguir las huellas de Jesús, nuestro Salvador.

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