Bodas de Caná


María en las bodas de Caná

Monastero

Transformación del agua en vino

El mensaje de las bodas de Caná ha sido objeto de tratamiento por parte de los teólogos. La presencia de Jesús en el banquete nupcial se ha interpretado como el momento de la institución del sacramento del matrimonio. Con su presencia santificó la unión entre el novio y la novia a los ojos de Dios.

María en las bodas de Caná intercede y suplica a Jesús que intervenga porque los comensales se han quedado sin vino. Luego dice a los presentes que sigan la palabra de Jesús con confianza: "Haced lo que Él os diga".

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Evangelio - Juan [2:1-12]

Tres días después, se celebró una boda en Caná de Galilea y estaba presente la madre de Jesús. Jesús y sus discípulos también fueron invitados a la boda. Mientras tanto, cuando se acabó el vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen más vino". Y Jesús respondió: "¿Qué tengo yo contigo, mujer? Aún no ha llegado mi hora". La madre dice a los sirvientes: "Hagan lo que él les diga". Allí había seis tinajas de piedra para la purificación de los judíos, cada una con dos o tres barriles. Y Jesús les dijo: "Llenad las tinajas de agua"; y los llenó hasta el borde.

Les dijo de nuevo: "Ahora dibujen un poco y traigan un poco al maestro de mesa". Y le trajeron algunos. Y cuando hubo probado el agua que se había convertido en vino, el maestro de mesa, que no sabía de dónde venía (pero los sirvientes que habían sacado el agua lo sabían), llamó al novio y le dijo: "Todos sirven buen vino desde el principio y, cuando están un poco ebrios, el menos bueno, en cambio has guardado el buen vino hasta ahora".

Así comenzó Jesús sus milagros en Caná de Galilea, manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. Después de esto, bajó a Cafarnaum junto con su madre, sus hermanos y sus discípulos y permaneció allí solo unos días.

Exégesis - Juan [2:1-12]

En el episodio de las bodas de Caná, San Juan presenta la primera intervención de María en la vida pública de Jesús y destaca su cooperación en la misión del Hijo.

Desde el comienzo del relato el evangelista advierte que "estaba la madre de Jesús" y, como para sugerir que esta presencia está en el origen de la invitación dirigida por los esposos al mismo Jesús y a sus discípulos, añade: "Jesús y sus discípulos también fueron invitados a la boda". Con estas anotaciones Juan parece indicar que en Caná, como en el acontecimiento fundamental de la Encarnación, María es quien presenta al Salvador.

El significado y papel que asume la presencia de la Virgen se manifiesta cuando no hay vino. Ella, como ama de casa experta y sabia, inmediatamente se da cuenta de esto e interviene para que la alegría de todos no falle y, en primer lugar, para ayudar a los cónyuges en dificultad.

Dirigiéndose a Jesús con las palabras: "No tienen más vino", María expresa su preocupación por esta situación, esperando una intervención resolutiva. Más precisamente, según algunos exégetas, la Madre espera un signo extraordinario, ya que Jesús no tenía vino disponible.

La elección de María, que tal vez podría haber procurado el vino necesario en otro lugar, muestra el valor de su fe porque, hasta ese momento, Jesús no había obrado ningún milagro, ni en Nazaret ni en la vida pública.

En Caná la Virgen muestra una vez más su total disponibilidad a Dios. Ella que en la Anunciación, creyendo en Jesús antes de verlo, había contribuido al prodigio de la concepción virginal, aquí, confiando en el poder aún no revelado de Jesús, la provoca. "primer signo", la prodigiosa transformación del agua en vino.

De este modo precede en la fe a los discípulos que, como relata Juan, creerán después del milagro: Jesús "manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él". De hecho, al obtener el signo prodigioso, María ofrece apoyo a su fe. La respuesta de Jesús a las palabras de María: "¿Qué tengo yo contigo, mujer? Aún no ha llegado mi hora", expresa una aparente negativa, casi poniendo a prueba la fe de la Madre.

Según una interpretación, desde el momento en que Jesús comienza su misión, parece cuestionar la relación natural de un hijo, cuestionada por su madre. La frase, en el lenguaje hablado del entorno, pretende, de hecho, enfatizar una distancia entre las personas, con la exclusión de la comunión de vida. Esta distancia no elimina el respeto y la estima; El término "mujer", con el que se dirige a su madre, se utiliza en un significado que volverá en los diálogos con la cananea, con la samaritana, con la adúltera y con María Magdalena, en contextos que manifiestan una relación positiva de Jesús con sus interlocutores.

Con la expresión: "¿Qué tengo que ver contigo, oh mujer?", Jesús pretende situar la cooperación de María en el plano de la salvación que, comprometiendo su fe y esperanza, pide la superación de su papel natural de madre. Parece más importante la motivación formulada por Jesús: "Aún no ha llegado mi hora".

"¿Qué tengo que ver contigo, mujer? ¿Aún no es mi hora?". Jesús le hace comprender a María que a estas alturas ya no depende de ella, sino que debe tomar la iniciativa para hacer la obra del Padre. María, entonces, se abstiene dócilmente de insistir con él y en cambio se dirige a los sirvientes para invitarlos a que le sean obedientes.

En cualquier caso, su confianza en el Hijo se ve recompensada. Jesús, a quien ella ha dejado totalmente la iniciativa, obra el milagro, reconociendo el coraje y la docilidad de la Madre: "Jesús les dijo: 'Llenad las tinajas de agua' y las llenaron hasta el borde". Su obediencia, por tanto, también contribuye a la obtención de vino en abundancia. La petición de María: "Haced lo que él os diga" conserva su valor siempre presente para los cristianos de todas las épocas y está destinada a renovar su efecto maravilloso en la vida de todos. Nos exhorta a confiar sin vacilar, especialmente cuando no entendemos el significado y la utilidad de lo que Cristo pide.

Como en el relato cananeo, la aparente negativa de Jesús exalta la fe de la mujer, así las palabras del Hijo: "Aún no ha llegado mi hora", junto con el cumplimiento del primer milagro, manifiestan la grandeza de la fe de la Madre y la fuerza de su oración.

El episodio de las bodas de Caná nos exhorta a ser valientes en la fe ya experimentar en nuestra existencia la verdad de la palabra evangélica: "Pidan y se les dará".

Audiencia general de Juan Pablo II
Miércoles 26 de febrero de 1997
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