Amar a Dios nuestro Señor


Amar a nuestro Señor

Monasterio

Amar a Dios nuestro Señor con todo el corazón y toda el alma
Si me amas, guarda mis mandamientos.
(Jn 14:15-17)

Estas son las palabras de Jesús, pronunciadas a sus discípulos, a través de las cuales afirma que quien acoge sus mandamientos y los observa demuestra su amor a Dios.

Por lo tanto, el que los observa alcanza la perfección, se convierte en hijo de Dios y no por último alcanza la salvación eterna.

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Primer amor

En el segundo capítulo del Apocalipsis el Señor dice: «Conozco tus obras, tu trabajo y tu perseverancia, por lo que no puedes soportar a los malos [...]. Pero tengo que reprocharte por abandonar tu primer amor.

Recuerda, pues, de dónde has caído, convertido y realizado las obras de antes», es decir, has perdido el amor de un tiempo hacia Dios. ¿Cuántos hacen hoy lo que Jesús dijo? Hay muchas personas que hablan de Dios, pero aquellos que realmente desean convertirse y doblegarse a Su voluntad.

Son poquísimos los que meditan estas palabras del Apocalipsis, sin embargo con ellas Dios se dirige a todos nosotros: "tengo que reprocharte una sola cosa, has perdido tu primer amor, has perdido el amor de un tiempo", es la invitación a volver al Primer amor.

Significa volver a la oración, al silencio, a dejar el pecado, los malos hábitos, los deseos mundanos, en fin, dejarlo todo para volver a la relación original con Jesús como cuando nos convertimos y nos casamos con su Evangelio.

Al principio renunciamos a muchas cosas con soltura y alegría porque en nosotros percibíamos Su amor, luego, con el tiempo, poco a poco, lo recuperamos todo, fuimos atraídos nuevamente por todo, por las glotonerías, por los deseos.

Nos hemos acostumbrado a Su presencia, así que hemos perdido el impulso inicial, hemos dejado de hablarle, de hacer las cosas por Él con esa visión que trasciende lo humano.

Debemos volver a Su fuente y suplicarle que acuda a nosotros para encontrarlo a nuestro lado, para que nos ayude en las dificultades, porque nuestras fuerzas no bastan para superarlas. Debemos renunciar al orgullo y humillarnos doblando las rodillas, a arrepentirnos del mal cometido por la ofensa hecha al Amor de Dios. Tenemos que ser como el ciego de Gèrico.
(Lc 18,35-43)

Para atraer sobre sí la atención de Jesús, gritaba cada vez más fuerte. Todo hombre que se aleja de Dios, entra en las tinieblas que hacen de él un ciego; y entonces también nosotros debemos gritar con toda el alma: "¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!".

Los que caminaban adelante lo reprendían para que callara, pero él gritaba aún más fuerte»: estos son los portadores de las turbaciones de nuestro pensamiento, de las tentaciones, son los vicios del mundo que quieren sofocar la voz de nuestro corazón en oración, que en cambio desea vencer los pecados. Pero el ciego no se rinde porque desea recibir la luz a pesar de estos obstáculos.

También nosotros, aun en el tumulto de los deseos, debemos insistir en la oración, debemos vencer todo lo que la voz de nuestro corazón, hasta hacer llegar nuestro grito al oído del Señor y cómo, cuenta el Evangelio, Jesús llegue a preguntarnos también a nosotros "¿Qué quieres que haga por ti?".

En ese momento el Señor te llama para sacarte de las tinieblas, pero al responder a su pregunta: "¿Qué quieres que haga por ti?". Podrías comprender que en definitiva quieres muchas cosas del mundo, pero no a Jesús; entonces no te extravíes, no te dejes desorientar por ellas, sino suplica que te devuelva la luz: "Jesús quiero volver a ver".

No tengan otra deuda con nadie, sino la de amarse los unos a los otros; porque el que ama al prójimo ha cumplido la Ley. El que ama al prójimo ha cumplido con la Ley. En efecto, los Mandamientos: "No cometer adulterio, no matar, no robar, no decir falso testimonio, no desear" y cualquier otro mandamiento, se resumen en este: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". El amor no hace ningún daño al prójimo; por lo tanto, el amor y el cumplimiento de la Ley".
(Romanos 13:8-10)

Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se ha manifestado el amor de Dios hacia nosotros, que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo, para que nosotros vivamos por medio de Él. El es el Padre de Dios. En esto y atormentan el amor: no que nosotros hemos amado a Dios, sino que Él nos ha amado y ha enviado a Su Hijo para ser la expiación por nuestros pecados.

Queridos hermanos, si Dios nos ha amado de este modo, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios; si nos amamos los unos a los otros, Dios habita en nosotros y Su amor es perfecto en nosotros.

De esto sabemos que moramos en Él y Él en nosotros. Porque Él nos ha dado de Su Espíritu. Y nosotros mismos vimos y testificamos que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo. Todo el que reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios habita en él y él en Dios.

Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios tiene por nosotros.
br> "Dios es amor, y quien habita en el amor habita en Dios y Dios en él".
(1 Juan 4:8-16)