La justicia de Dios
El juicio divino será confiado al Hijo del hombre
San Pablo profundiza en sentido salvífico el concepto de "justicia de Dios", que se realiza "por la fe en Jesucristo, para todos los que creen".
(Rom 3, 22).
La justicia de Dios está íntimamente relacionada con el don de la reconciliación: si a través de Cristo nos dejamos reconciliar con el Padre, también nosotros podemos llegar a ser, por él, justicia de Dios (cfr 2 Cor 5, 18-21).
(Juan Pablo II 7 Lug 1999).
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Juicio y misericordia
Delante del tribunal de Dios aquellos que estuvieron alejados de la Iglesia también tendrán que rendir cuentas, ya sea de los dones o de los medios que Dios les ha concedido para conocer la verdad y convertirse.
¿Oh cristiano, Dios te hará un juicio riguroso! Te dirá: "Ven y ríndeme cuenta de tus culpas y de todo el mal que has hecho." Será puesta en evidencia la gravedad de tus pecados cometidos en el tiempo, en cada lugar, las circunstancias, su cantidad, hasta lo más escondido, cada mirada y palabra.
Tendrás que rendir cuenta de tus culpas, también las que provocaron escándalos, de los malos consejos, del bien no hecho o que has omitido por desidia. Una sola de estas faltas será suficiente para la condenación eterna. ¿Por qué no te previenes desde ahora?, no conoces el tiempo que te queda para el juicio. En la hipótesis que hoy, esta misma noche, llegue la muerte y Dios te llame a rendirle cuenta de tu comportamiento, ¿que será de ti?
Si los justos se salvan con trabajo, que será de ti que vives en pecado, en corrupción y en sacrilegio. Tú, que fuiste colmado por Dios con dones sublimes, que has tenido en abundancia talentos, ¿cómo no has encontrado el tiempo o el valor para servir a tu Señor? Recuerda que a quien Dios a dado mucho, mucho le será requerido.
Si en aquel día, en aquel tremendo momento no quieres soportar el severo juicio de Dios y no experimentar su desdén por tus pecados, ¡júzgate ahora a ti mismo! Quita de tu alma aquello que está en contra de Sus leyes y adórnala de las más bellas virtudes. Dios te advierte a tiempo, porque no desea otra cosa que tu bien.
¿Qué excusa le darás aquel día? ¿La ignorancia? Dios que te ha dado tantas gracias y dones que, si hubieran sido correspondidos, te habrían conducido a la salvación. ¿Pondrás como disculpa tu fragilidad humana? Muchos, más débiles que tú, fueron tentados en condiciones peores que la tuya y a pesar de eso hicieron el bien para ellos mismos y para otros. A lo mejor dirás que muchos han vivido como tú, Dios te responderá que muchas veces Él te ha avisado por medio de sus Ministros a despreciar la gloria humana y a no dejarte arrastrar por las costumbres del momento.
¡Oh, cuánta será tu confusión en aquel momento! Entonces querrás tener tiempo para llorar tus culpas y borrarlas. Ahora tu tiempo ha terminado. Dios, con dolor, está obligado a quitarte para siempre de su espléndida presencia. Piénsalo ahora, seriamente.