Conocer la verdad


La verdad os hará libres

Monastero

Verdad y libertad

La verdad libera al alma y la libera de las cadenas de las dudas.
La verdad se manifiesta en los diversos aspectos de la vida, pero sobre todo en la moral. La verdad, que se puede obtener a través del estudio bíblico y un camino de fe que desafía nuestras convicciones más arraigadas, pero es precisamente a través de este camino de descubrimiento que podemos esperar alcanzar una libertad auténtica y duradera.

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Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres

Toda nuestra vida debe basarse en las verdades de Dios, porque no necesitamos nada más, excepto conocer esta misma verdad que hay que buscar en la Biblia. Es demasiado importante si queremos ser libres, porque el conocimiento de la verdad nos iluminará sobre los errores del pecado ("mi boca proclamará la verdad, y mis labios aborrecerán la impiedad" Prv 8,7), liberará de la esclavitud del pecado, ("la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me librará de la ley del pecado y de la muerte" Rom 8,2) y finalmente nos conducirá a la verdadera libertad interior, como dice el pasaje citado de Juan que nos lo recuerda.

Para llegar a la verdadera verdad, sin embargo, debemos vencer cualquier falsedad, fortalecer y preparar nuestra mente y alma para el combate, conscientes y consolados de que al hacerlo estaremos apoyados en el conocimiento y la ayuda de Dios. Escudriñad diligentemente las Escrituras, porque la verdad de Dios es lo que nos protege y lo que nos da esperanza para el futuro. Con todas las falsas noticias que circulan, las idolatrías y las fáciles corrupciones que nos rodean, la verdad sólo puede venir de Jesucristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”
(Jn 14,6).

¿Cuántas veces hemos escuchado que Dios nunca enviará a nadie al infierno, que todos seremos salvos, porque Dios es bueno y no haría tal cosa? Tienen razón solo porque el dios del que hablan no existe, es solo una "convicción" que han creado para vivir cómodamente; que dios existe sólo en su imaginación.

Unos, mintiéndose principalmente a sí mismos, reelaboran, reinterpretan, revisan la verdad para hacerla agradable y adecuada para justificar cualquiera de sus acciones; pero al reinterpretar los hechos y diluir la verdad, tuercen la situación para servir a sus propios propósitos, y no en busca de la verdad. Desviar la autenticidad de la Palabra, aunque sea parcialmente, equivale a mentir: la verdad debe decirse completamente, de lo contrario es mentira.

“Seis cosas aborrece el Señor, y siete le son insoportables: los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente; corazón que trama maldades, los pies prestos para correr al mal; el falso testigo que esparce mentiras, que provoca rencillas entre los hermanos”.
(Prv 6, 16-19).

Las palabras, ya sean leídas o escritas, no se pueden distorsionar: una mentira dicha y revelada tendrá vida propia y los efectos no se pueden detener ni revertir.

"Guardaos de los falsos profetas"
(Mat. 7,15)

Guardaos de vosotros mismos, nos exhorta Jesucristo, de asociaros con todas aquellas personas que usan la mentira, tanto en sus palabras como en sus acciones: nada es más indigno que el hecho de pensar una cosa y decir o hacer otra, sin preocuparse por las consecuencias nocivas, las falsedades y corrupciones que de ello se derivarán, alimentando una infinidad de otros males. Muchos son los que mienten por soberbia, o para arruinar a la gente o para agradar perezosamente a los demás; pero se mire como se mire, las mentiras son infinitamente odiosas y pueden llevar a la gente a la ruina.

No nos engañemos, Dios no dejará que todo esto pase el Día del Juicio: nos encontraremos frente a todas las injusticias que hemos cometido y tendremos que dar cuenta de ellas. Y entonces, ¿de qué servirán estas falsedades, que hemos usado durante nuestra vida?

Nunca debemos acostumbrarnos a mentir, porque una vez formado este hábito es muy difícil erradicarlo; necesitamos ser sinceros en todo lo que decimos y hacemos, desde lo más pequeño hasta lo más grande. Si conocemos a Dios y su Palabra y la ponemos en práctica en nuestra vida, cuando venga satanás y trate de engañarnos para destruirnos, será avergonzado y derrotado.

Debemos vencer la falsedad con la verdad buscando la verdad por nosotros mismos, debemos aprender a decir la verdad con franqueza. Empezando por nosotros: empecemos por decir siempre la verdad, dejemos de cambiar la realidad a nuestro favor, dejemos de inventar cosas que nos hacen parecer correctos y mejores de lo que somos, cuando en cambio sabemos que estábamos equivocados.

Jesús dijo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Jn 13,35). Debemos decir la verdad y debemos declararla con amor. Así debería ser también para todos nosotros, así que superemos la falsedad comenzando por buscar la verdad, hablando la verdad, trabajando en la verdad.

Lo que hoy está acabando con la credibilidad de la Iglesia son precisamente aquellas personas que, permaneciendo en la Iglesia, no viven en la fe, sino que llevan una doble vida: tienen su propia dimensión de pertenencia a la Iglesia, a la vida religiosa, entonces también tienen la vida que llevan al mundo. Y el mundo ve esta inconsistencia, ve la inexactitud y la falta de integridad de sus vidas. ¿Por qué habría de acoger ese mensaje que lanzan desde sus púlpitos, si prácticamente quienes lo propagan viven de la misma manera? ¿Dónde está la diferencia?

“No tengo mayor alegría que esta, saber que mis hijos caminan en la verdad”
(3 Jn 1,4).

Dios quiere que caminemos en ella, no quiere que solo estudiemos la verdad o digamos la verdad, sino que vivamos en la verdad, siendo honestos con nosotros mismos y honestos con Dios.