Meditaciones


Misericordia

Monasterio

El amor nos revela que la verdadera fe se apoya en la profunda esperanza en el Señor Jesús que acude en ayuda y nos libera de todo lo que nos daña.

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Un gran amor

"En aquellos días, la multitud se levantó contra Pablo y Silas, y los magistrados hicieron que les arrancaran la ropa, ordenaron que los apalearan y, después de haberlos golpeado, los metieron en la cárcel y ordenaron al carcelero que los protegiera. Al recibir esta orden, los arrojó a la parte más interna de la prisión y aseguró sus pies a los grilletes.

Alrededor de la medianoche, Pablo y Silas, en oración, cantaban himnos a Dios, mientras los prisioneros estaban escuchándolos. De repente se produjo un terremoto tan fuerte que se sacudieron los cimientos de la prisión; inmediatamente se abrieron todas las puertas y cayeron las cadenas de todos. El carcelero se despertó y, al ver abiertas las puertas de la prisión, sacó la espada y estaba a punto de suicidarse, pensando que los prisioneros habían huido. Pero Pablo gritó fuerte: "No te hagas daño, estamos todos aquí".

Él entonces pidió una luz, se precipitó dentro y temblando cayó a los pies de Pablo y Silas; luego los sacó y dijo: "Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?".

Ellos respondieron: "Cree en el Señor Jesús y serás salvo tú y tu familia"1. Y proclamaron la palabra del Señor a él y a todos los de su casa. Los tomó consigo, a esa hora de la noche, lavó sus llagas e inmediatamente fue bautizado él con todos los suyos; luego los hizo subir a la casa, puso la mesa y se llenó de alegría junto con todos los suyos por haber creído en Dios".
(Hechos de los Apóstoles 16, 22-34)

Llena el corazón leer este texto porque se percibe la extraordinaria fe de estos apóstoles: cuando se es un verdadero amigo de Jesús, la vida es tan plena que se queda como ebrio de belleza, de ganas de vivir, de alegría y de paz. ¿Pero por qué no es así para todos? Pablo y Silas se encuentran con las hostilidades de la multitud y de los magistrados que ordenan arrancar sus ropas y golpearlos. Debe haber sido una experiencia dolorosa y traumática, los golpes son dolorosos también después porque los moretones que se forman expanden el sufrimiento hasta los huesos, la piel se rasga formando llagas y el texto especifica que, después de haber sido cargados de golpes, los magistrados hambrientos ordenaron arrojarlos al interior de la prisión, atando sus pies.

No es difícil imaginar el sufrimiento extremo: si hubiéramos estado nosotros, en lugar de estos apóstoles, ¿qué habríamos hecho? Habríamos comenzado con las quejas: "qué dolor ... qué he hecho de mal ... porque Jesús no interviene ..." hasta llegar al arrepentimiento por haber sido tan radicales en servir al Señor. Nuestros amigos nos dirían: "¿Quién te obligó a hacerlo... porque no disfrutas de tu vida? Ahora que estás tan golpeado, piensa en tu cuerpo y disfruta de un descanso, tómate un momento de reflexión para distanciarte del Señor".

Pablo y Silas, en cambio, a pesar de la flagelación y las palizas, ¿qué hacen? ¡Deciden hacer la cosa más hermosa del mundo que hace desear ser de Jesús, porque ellos eran verdaderamente de Jesús de modo radical! Tienen una actitud serena, están en oración cantando himnos a Dios hasta la medianoche mientras los presos aturdidos quedan fascinados. Estos apóstoles están tan enamorados de Jesús que ningún bastón, ninguna cárcel, ninguna cadena, ninguna humillación les puede impedir rezar con alegría. Chirría la confrontación con nuestra actitud, para nosotros toda excusa y toda obstrucción son excusas válidas para no rezar o para quejarse; ellos en cambio cantan y todos los demás, que no estaban así reducidos, quedan atónitos.

Pablo y Silas no sabían cuál iba a ser el final de la historia, solo sentían un gran deseo de cantar. ¿Cómo se puede cantar después de haber sido apaleado? Solo quien ama, canta; y solo quien ama de verdad, no necesita momentos de reflexión.

O hay amor eterno o no hay nada y este amor es tan fuerte que desencadena el terremoto. El amor es terremoto, no puedes encarcelarlo y mantenerlo encadenado, y de hecho no solo Pablo y Silas son liberados, sino también todos los que estaban allí con ellos. ¡El amor palpitante no puede permanecer en la prisión, no, el Señor no lo permite! Y así se abren las puertas y todos son libres.

El terremoto despierta al carcelero que, al ver abiertas las puertas de la prisión, piensa en una fuga de los prisioneros y, conociendo a qué castigo dramático iría a su encuentro, saca la espada para suicidarse. ¿Cómo habríamos actuado? Nuestro pensamiento habría sido "el Señor nos ha liberado" y habríamos huido. Pablo, en cambio, no se mira solo a sí mismo, sino que le dice al carcelero gritando fuerte: "No te hagas daño, estamos aquí". "El hombre entonces pidió una luz, se precipitó dentro y temblando cayó a los pies de Pablo y Silas". Se arrodilla ante aquellas dos personas tan fuertes y audaces, desde aquel momento pierde toda defensa y toda certeza y su perspectiva cambia porque ya no le importa su vida sino que se dedica solamente a Dios: este comprende que este es el verdadero camino.
Se llega a ser testigos no solo de palabra sino testimoniando con la propia vida la fe en Cristo y solo entonces se llega a ser creíble.

"Luego los sacó y dijo: "Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?". Ante este testimonio tan abrumador, también él quiere ser como ellos y cambiar de vida. "Ellos respondieron: "Cree en el Señor Jesús y serás salvo tú y tu familia". Y proclamaron la palabra del Señor a Él y a todos los de su casa. él los tomó consigo, a esa hora de la noche, lavó sus llagas e inmediatamente fue bautizado él con todos los suyos". Él, que había sido el verdugo, ahora lava sus llagas, las cura, las ungüentas y después ofrece una hermosa cena para hacer fiesta porque habían sido bautizados él y su familia: "Y los hizo subir a la casa, y puso la mesa, y se llenó de gozo con todos los suyos, por haber creído en Dios".

¿Cómo comen estos apóstoles que están llenos de llagas? El dolor impide todo movimiento y nosotros, en lugar de los discípulos, habríamos pensado "estoy tan mal que no tengo ganas de cenar y festejar, estoy cansado tengo que ir a descansar". Solo ellos podían pasar de la sangre de los palos a la fiesta al bautismo y a la alegría de la predicación, todo en una noche.

Este relato nos revela que la verdadera fe se apoya en la profunda esperanza en el Señor Jesús que acude en ayuda y nos libera.