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Purgatorio

Para la doctrina católica, el purgatorio es un medio de purificación doloroso aunque encesario: a su través pasan las almas de los difuntos que, aun estando en Gracia de Dios a la hora de la muerte, no están completamente purificados. Sufren para reparar a la Justicia Divina afrentada y para subir al Paraiso y "ver el rostro de Dios".

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En la literatura

Para la doctrina católica, el purgatorio es un medio de purificación doloroso aunque encesario: a su través pasan las almas de los difuntos que, aun estando en Gracia de Dios a la hora de la muerte, no están completamente purificados. Sufren para reparar a la Justicia Divina afrentada y para subir al Paraiso y "ver el rostro de Dios".

El Purgatorio no es intenso como cruel castigo divino: es, aal contrario, fruto del infinito amor de Dios. En la teología católica, las almas imperfectas no pueden estar junto a Dios sin sufrir la propia miseria: por eso, el purgatorio es el estado del alma necesario para alcanzar la beatitud de las almas pecadoras, aunque presentes en la Gracia.

Según el Libro de los Macabeos, más allá de la resurrección, aparece la certeza de que el ofrecimiento puede servir ante Dios para expiar los pecados. La muerte de algunos soldados se relaciona con el hecho de que ellos estaban en posesión de estatuas de ídolos griegos.

"Porque si no hubiera esperado que los caídos en la batalla iban a resucutar, habría sido inútil y supérfluo orar por los difuntos. Además, él tenía presente la magnífica recompensa que está reservada a los que mueren piadosamente, y es un pensamiento santo y piadoso. Por eso, mandó ofrecer el sacrificio de expiación por los muertos, para que fueran liberados de sus pecados"
(2 Mac 12, 44-45)

Porque nadie puede poner un fundamento diferente al que ya está puesto, que es Jesucristo. Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea oro, palta y piedras preciosas, o con madera, heno o paja, su obra se mostrará tal cual es, lo dará a conocer, y pondrá a fuego la calidad del trabajo de cada uno. Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego" (1 Cor 3,11-15)

La doctrina del Purgatorio está definida en el Segundo Conclio de Lyon de 1274, en el de Florencia de 1438 y revalidado en el Conclio de Trento de 1563.

La doctrina afirma que los que mueran en Gracia de Dios, sin estar completamente purificados, estén seguros de su salvación eterna, aunque sometidos, tras la muerte, a una purificación que les permita obtener la santidad necesaria pra entrar en la gloria del Cielo (Paraiso). Tal purificación consiste en las mismas dolorosas penas infernales, con la diferencia de que las penas del Purgatorio tienen un término (las del infierno son eternas), y están aliviadas por la Esperanza Divina de entrar en el Paraiso. Por eso, las penas de las almas están en perenne y contínua oración, que les ayuda a mitigar las penas de la purificación.

La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos, que es distinta de la pena eterna de los condenados (el Infierno) que mueren por pecadores (como las almas del Purgatorio) aunque fuera de la Gracia Divina.

Concilio de Basilea - Ferrara - Florencia - Roma

SESIÓN Vl 6 JULIO 1439 [Florencia]
[...]Definimos que las almas de quien, verdaderamente arrepentidos, muere en el amor de Dios, antes de haber satisfecho por los pecados y las omisiones, con dignos frutos de penitencia, son purificados tras la muerte con las penas del purgatorio para que sean aliviadas estas penas, son útiles los sufragios de los fieles vivos: el sacrificio de la misa, la oración, la limosna y otras prácticas de piedad, que los fieles ofrecen por otros fieles, según las costumbres de la Iglesia. [...]

Concilio de Trento

SESIÓN XXV ( 3-4 Diciembre 1563 ) Decreto sobre el Purgatorio La Iglesia Católica, instruida por el Espíritu Santo, conforme a las Sagradas Escrituras y la antigua tradición, ha enseñado en los sacros concilios, y recientemente en este concilio ecuménico (403), que el purgatorio existe y que las almas allí retenidas pueden ser ayudadas por los sufragios de los fieles, de modo particularísimo en el santo sacrificio del altar, el santo sínodo manda a los obispos que con diligencia hagan para que la sana doctrina del purgatorio, tal cual ha sido transmitida por los santos padres y por los sacros concilios (404), dea creida, retenida, enseñada y predicada sobre todo (...). Los obispos cuiden que los sufragios de los fieles y el sacrificio de la misa, las oraciones, las limosnas y otras obras piadosas, que se suelan hacer por los fieles para los fieles difuntos, sean hechas con piedad y devoción según el uso de la Iglesia y que aquellos sugragios que según las fundaciones de los testadores, o por otro motivo deban ser hechos por ellos, sean satisfechos por los sacerdotes, por los ministros de la Iglesia y por otros que tengan obligación, no sumamente distraido, sino con diligencia y precisión.

Catecismo de la Iglesia Católica

1021 La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la acogida o rechazo de la Gracia Divina aparecida en Cristo (Tim 1,9-10). El Nuevo testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida, pero también afirma en varias ocasiones, la inmediata retribución que, tras la muerte, será dada en atención a las obras y a la fe. La parábola del pobre Lázaro (Lc 16,22) y la palabra dicha por Cristo en la Cruz al buen ladrón (Lc 23,43), así como otros textos del Nuevo Testamento (2 Cor 5,8 Filp 1,23 Heb 9,27 y Heb 12,23) hablan de la suerte última del alma (Mt 16,26) que puede ser distinta.

1022 Todo hombre desde el momento de su muerte, recibe en su alma inmortal la retribución eterna, en un juicio singular que pone su vida en relación a Cristo, por el que pasará una purificación (Concílio de Lyon ll, Profesión de fe de Miguel Paleólogo, DS 856*, Concílio de Florencia, Decretum pro Graecis DS 1034, Concílio de Trento Ses. 25 a, Decretum pro Graecis DS 1002, Concílio de Florencia, Decretum pro Graecis DS 1036).

En la tarde de la vida, seremos juzgados por el amor (San Juan de la Cruz, Avisos y sentencias, 57. Biblioteca Mística Carmelita v. 13 - Burgos 1931 - pág. 238 y ss) [...]

III. La purificación final o Purgatorio
1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero están imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, tras la muerte están sometidos a una purificación, al fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la gloria del cielo.

1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos, que es muy distinto al castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en Concílio de Florencia, Decretum pro Graecis DS 1034 y Concílio de Trento Ses 25 a, Decretum de Purgatorio, DS 1820 Ses. 6a, Decreto de justificación canon 30, DS 1580. La tradición de la Iglesia, refiriéndose a ciertos pasajes de la Escritura, ejem: (1 Cor 3,15, 1 Pe 7) donde se habla de un fuego purificador.

En lo que respecta a las culpas veniales, se debe creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador: en efecto, el que es la Verdad afirma que, si alguien suelta una blasfemia contra el Espíritu Santo, no será perdonado ni en este siglo ni en el futuro (Mt 12,31). De esta afirmación se deduce que ciertas culpas pueden ser redimidas en este siglo, pero otras lo serán en el futuro San Gregorio Magno. Diálogos.

1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración de los difuntos de la que habla la Sagrada Escritura en (2 Mac 12,45) "Por eso, hice ofrecer sacrificios expiatorios por los muertos: para que fuesen absueltos de sus pecados". Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido por ellos sufragios, en especial, el eucarístico - Concílio de Lyon ll. Profesión de fe de Miguel Paleólogo - para que, purificados puedan entrar en la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: ayúdemosles y recordémosles. Si los hijos de Macabeo han sido purificados por el sacrificio de su padre, ¿porqué debemos dudar de nuestras ofrendas por los muertos y no ofrecer por ellos nuestras oraciones? (San Juan Crisóstomo. In epistulam l ad Corinthios, homilia 41,5)
* N. del A. DS es abreviatura de Denz- Schönm

Para saber más visite el Sítio Purgatorio lugar de purificación.

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