Purgatorio


Libro

Monasterio Lo que impide ascender por el camino de la perfección es el temor a la renucia y al sufrimiento. Por temor a sufrir vamos al encuentro de un sufrimiento más grande. Es una tentación la de renunciar al sacrificio; tentación que puede ser vencida pensando en las penas del purgatorio.

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Abriré un camino en el desierto

Cuando estemos delante de Dios, Él nos pedirá cuenta de cada gracia, si hemos correspondido o no, y tendremos que responder hasta el último céntimo.

El lugar

El impacto que recibo de la visión es más fuerte. Sobre una dulce pendiente que asciende por un cerro donde hay muchas cruces. De cada una de estas cruces, cuelga, clavado de pies y manos el cuerpo de un ser humano. Veo sobre la primera cruz, que es la más grande, un cuerpo abandonado, como si la muerte hubiera ya venido a quitarle la vida. Repentinamente veo producirse un fuego que con llamas devora los cuerpos.

Ahora, en las cruces, los cuerpos se sobresaltan con espasmos atroces, a cada sufrimiento veo añadirse uno nuevo y más atroz. Del cuerpo que está en primer plano observo un rostro, en el cual una boca abierta grita con un inmenso dolor.
Es un fuego que estalla, pero que no quema, un cuerpo con espamos continuos pero que no muere.

Coloquio

«Hijo, las cruces representan el sufrimiento que redime. Ésos son aquellos que tienen que purificarse de las culpas. En vida eran vividores y ahora deben arrancar de ellos la perversidad. Sólo el sufrimiento purifica y, como el fuego quema todas las escorias, así el alma, debajo del mazo de las penas, reniega de las culpas y desea enmendarse.

Es el fuego divino que consume, fuego de amor ofendido que hace las penas todavía más angustiosas. Ellos lo saben, porque lo han intuido, que todo tendrá término cuando el alma, después de la purificación, arda con aquel fuego del amor en perfecta armonía.

Es importante para vosotros no caer en el pecado y aprovechar no sólo los perdones de la confesión sino también la cancelación de las penas, como las indulgencias.
Si muchos pudieran ver el sufrimiento que debería descontarse por haber sido humanos, tal vez renunciarían a todas las concupiscencias. Algunos hablan del purgatorio como un lugar feliz donde falta sólo la presencia de Dios para ser semejante al Paraíso. ¿Nos olvidamos de que la justicia exige reparación?

Bien, también la más pequeña culpa retenida por vosotros, por insignificante que sea, es una enormidad en comparación con la pureza de Dios. Ninguno se salva de sí mismo (Sal 48, 8-9); buscad en Mi Misericordia la salvación y la purificación de los pecados.

Las cruces del sufrimiento están para indicar que para el hombre no existen atajos, el futuro esta ya en vuestro quehacer cotidiano. Trabajad para vivir uniformemente. Seguid Mi Enseñanza y no os preocupéis abandonandoos completamente a Mi Amor.

Recordad rezar por todos aquellos que estan envueltos por las llamas del amor ofendido. La oración es un vehículo potente de intercesión que puede acortar las penas.

Muchos ya han pasado para entrar en la gloria. Ahora ellos son benefactores que interceden en aquella cadena de caridad que resplandece como nunca. Donde reina soberano el amor, la caridad es la hija. Sea grande en vosotros la fe en Mi Misericordia, porque salva, porque redime y regala las certezas que dan tranquilidad al corazón. Alegraos, porque sois constantemente guiados por el camino del verdadero bien, no sólo para vuestra alma, sino también para la de vuestros hermanos y hermanas. La paz sea con vosotros».