Purgatorio


Tratado

Monasteiro Veía con los ojos del alma y comprendía la condición de los fieles en el Purgatorio, estaban allí para purificarse antes de ser llevados ante de la presencia de Dios en el paraíso.

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Tratado del purgatorio de Santa Catalina de Génova

La herrumbre es el pecado y el fuego va consumiendo la herrumbre, y así el alma se va abriendo cada vez más al divino influjo...

Así la herrumbre (esto es el pecado) es la cobertura de las almas y, en el Purgatorio, se va consumiendo por el fuego. Cuanto más se consume, más pasa a formar parte del Verdadero Sol, Dios. Igualmente, a medida que la herrumbre desaparece, crece la alegría y se descubre el alma al rayo divino. Y así lo uno va creciendo y lo otro desaparecienco hasta que se acaba el tiempo.

Sin embargo, no disminuye la pena sino sólo el tiempo de estar en esta pena. Y en cuanto a la voluntad, no se puede nunca decir que aquellas penas sean penas mientras estén de acuerdo con el orden de Dios, con lo cual están unidas a su Voluntad en pura caridad.

Por otra parte, las almas del purgatorio se someten una pena bastante grande, que no existe idioma que la pueda narrar, ni intelecto que pueda entender una mínima chispa, si Dios no se lo muestra por gracia especial.

Nace en ellos un fuego extremo, semejante al del infierno excepto en la culpa, que en los condenados del Infierno es su voluntad maligna a los cuales Dios no corresponde con su bondad, y por eso quedan en aquella desesperada, malvada voluntad contra la voluntad de Dios.

¡Oh cuan peligroso es el pecado hecho maliciosamente, porque el hombre difícilmente se arrepiente y, al no arrepentirse, siempre está la culpa, la cual permanece, tanto en cuanto el hombre está en la voluntad del pecado cometido o del que va a cometer!

El purgatorio es de tanta importancia que ninguna lengua lo puede expresar, ni ninguna mente lo puede entender, a menos que lo considere de tanta pena como al infierno. Y nada menos veo yo el alma que en sí misma siente una mínima mancha de imperfección recibirlo por misericordia (como se dice), no haciendo en cierto modo aprecio, en comparación con aquella mancha que impedía su amor.

Cuando el alma, por su mirada interior, reconoce ser atraída por Dios, por tan amoroso fuego, entonces todo se licúa por aquel calor del incandescente Amor de su dulce Señor y Dios que siente arder en su mente.

Dios no cesa nunca de atraerla y amorosamente conducirla a su entera perfección, con mucho cuidado, y lo hace sólo por puro amor.

Veo todavía proceder de aquel Divino Amor hacia el alma rayos y relámpagos, tan penetrantes y fuertes, que parecen aniquilar el cuerpo sobre el alma.

Estos rayos tienen dos funciones: para los primeros (los enviados al purgatorio) purifican y para los segundos (los condenados al infierno) aniquilan.

Sabe que lo que el hombre juzga en sí como perfección, delante de Dios es carencia, de forma que todas las cosas que hace que tienen apariencia de perfección, que también ve, siente, entiende, quiere, o bien tiene memoria, sin reconocerlas como cosas de Dios, en todas contamina, y ensucia.

Es cierto que el amor de Dios, el cual abunda en el alma, (como yo lo veo) le produce una alegría tan grande que no se puede expresar. Pero esta alegría, no les resta una chispa de pena a las almas que están en el purgatorio.

Al contrario, aquel amor, que se encuentra retrasado o en espera, es lo que produce en ellas la pena. Y la pena se hace más grande, cuanto mayor es la perfección del amor del cual Dios las ha hecho capaces.

Me vino un deseo de lanzar un grito fuerte, que espante a todos los hombres que están en la tierra, y decirles: ¡Oh miserables! ¿Porqué os dejáis cegar por este mundo frente a tanta y tan grande necesidad?, ¿No os interesa saber como os encontraréis en el momento de vuestra muerte?

Todos estáis cubiertos bajo la esperanza de la misericordia de Dios, la cual decís que es tan grande. Pero ¿no veis que tanta bondad de Dios os someterá a juicio, por haber hecho algo en contra de la voluntad de un Señor tan bueno?

No te confíes diciendo « Yo confesaré mis pecados, y luego tomaré la indulgencia plenaria, y estaré de esa forma purgando mis pecados y así estaré a salvo ».

Piensa que la confesión y la contrición para la indulgencia plenaria es tan difícil de hacer, que si lo supieras tendrías un miedo enorme, y tendrías más conciencia de hacerla que de no hacerla.