Visiones de San Juan Bosco
Don Bosco estaba angustiado, porque le habían expulsado del local donde conducía a sus jóvenes para la enseñanza religiosa y las actividades recreativas, y no sabía adonde llevar a esta querida juventud.
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Visión 1
Para ayudar al Santo y sacarlo de esta opresión de espíritu, volvió a consolarlo un sueño extraordinario que lo cipó toda la noche. Una misteriosa aparición compuesta de imágenes entretejidas y de episodios repetidos y maravillosos que convergen en un único punto: el porvenir del Oratorio.
Cuenta Don Bosco: Me pareció encontrarme en una gran llanura llena de una indeterminada cantidad de jóvenes. Algunos provocaban litigios, otros blasfemaban. Aquí se robaba, allá se ofendían las buenas costumbres. Una gran cantidad de piedras invadía el aireluchaban y peleaban. Eran jóvenes abandonados por parientes corruptos. Yo pensaba irme de allí, pero ví junto a mi a una Señora que me dijo: Avanza entre auellos jóvenes y trabaja. Yo avancé, pero ¿qué hacer?.
No ví local para alojar a ninguno: quería hacer el bien. Me dirigí a personas que desde lejos estaban observando y que habían podido serme de mucha ayuda: pero ninguna me escuchaba ni me ayudaba. Me volví entonces a aquella Señora, la cual me dijo: "Éste es el local", y me hizo ver un prado. Le dije: pero aquí no hay un prado. Ella respondió: "Mi hijo y los Apóstoles no tenían un palmo de tierra donde reclinar la cabeza".
Volví a mi trabajo, pero esta iglesia resultó estrecha, recurrí entonces a Ella y Ella me hizo ver otra iglesia mucho más grande, con con una casa adosada. Luego me condujo a un trozo de terreno cultivado cerca de allí, casi ante la fachada de la segunda iglesia, me añadió: "En este lugar los gloriosos Mártires de Turín "Ottavio" y "Avventore" sufrieron martirio. Estas losas fueron bañadas y santificadas con su sangre: yo quiero que Dios sea honrado de modo especialísimo".
Diciendo esto, adelanta un pie, pasando sobre el lugar donde ocurrió el martirio y me lo indicó con exactitud. Yo quería poner una señal para encontrarlo cuando regresase a este campo, pero no encontré nada a mi alrededor: ni un palo, ni una piedra, pero conservaba en la memoria el lugar. En tanto, me vi rodeado de un número inmenso y creciente de jóvenes: pero mirando a la Señora crecían también los medios y el local: y vi luego una grandísima iglesia, precisamente en el lugar que me había hecho ver, donde tuvo lugar el martirio de los santos de la legión "Tebea" con muchos edificios alrededor y con un hermoso monumento en medio. Mientras ocurrían estas cosas, siempre en el sueño, tenía como coadgutores a los sacerdotes que me ayudaban mucho y luego huían.
Yo intentaba con grandes esfuerzos atraerlos hacia mí, pero ellos, poco después, se iban y me dejan solo. Entonces me volví nuevamente a aquella Señora, la cual me dijo: "¿Quieres saber cómo hacer para que no se te escapen?. Coge esta cinta y átala a sus frentes.Cojo reverente la cinta blanca de su mano y veo que lleva escrita la palabra "Obediencia".
Intenté de inmediato cuanto Ella me dijo y comencé a atar a la cabeza de cada uno de mis voluntarios coadgutores la cinta, y vi inmediatamente un gran y admirable efecto: este efecto crecía progresivamente mientras yo continuaba en la misión a mi confiada, puesto que ellos abandonaban la idea de irse y se quedaban para ayudarme. Así quedó constituida la Sociedad Pía Salesiana".
Visión 2
Le había parecido a Don Bosco estar en el lado septentrional de Valdocco, fijando la mirada en el lugar conocido como la Dora, entre los altísimos árboles que en aquel tiempo adornaban al hoy Corso Margherita, había visto abajo, cerca del hoy Cottolengo, en un campo de hortalizas, atres bellísimos jóvenes, resplandecientes de luz, los cuales estaban erguidos, de pie, en aquel espacio que en el sueño anterior le había sido indicado como escenario del glorioso martirio de los tres soldados de la legión "Tebea": lo invitaban a descender y a acercarse a ellos.
Don Bosco se apresuró, y habiéndolos alcanzado, le acompañaron con gran amabilidad hacia el extremo de aquel terreno en el cual ya see levanta majestuosa la iglesia de María Auxiliadora. Aquí, recorrido en breve paseo, pasando de maravilla en maravilla, se encontró ante una maravillosa Mujer magníficamante vestida, de indecible belleza, de majestad y esplendor, junto a la cual vi aun grupo de ancianos con aspecto de príncipes.
A Ella, como Reina, le hacían de séquito innumerables personajes deslumbrantes de gracia y de riqueza: aparecida en el punto donde estaba erigido el Altar Mayor del Santuario, invitó al Santo a acercarse; y como los tenía cerca, le dijo que los tres jóvenes que le habían acercado hasta Ella, eran los mártires, Solutore, Avventore y Ottavio; casi quería indicarles que ellos habían sido los patronos especiales de aquel lugar.
Entonces, con una encantadora sonrisa en los labios y con afectuosas palabras, lo animó a no abandonar a sus hijos, sino a continuar con mayor ímpetu la obra emprendida. Añadió que había encontrado gravísimos obstáculos, pero que los había vencido y superado mediante la confianza en la Madre de Dios y en su Divino Hijo.
Al final les mostró una casa distante, que entonces existía y que había sido propiedad de un tal Pinardi y una iglesita en el lugar exacto donde está la Iglesia de San Francisco de Sales, con el anexo construido. Levantando entonces la derecha, con voz inefablemente armoniosa y digna de veneración la Señora exclamó:"Esta es mi casa. Aquí está mi gloria". Al sonido de estas palabras Don Bosco permaneció conmociado, recogido y la figura de la Vigen, con toda la visión que le acompañaba, lentamente se desvanecía como la niebla al sol.