Dolor de san José


San José un modelo

Monasterio

San José es un modelo de fe, obediencia y amor. Su devoción nos ayuda a reflexionar sobre estos momentos de dolor y alegría en la vida de Jesús y María.

Dice María:

La infancia, la niñez, la adolescencia y la juventud de mi Hijo tienen sólo breves trechos en el vasto cuadro de su vida descrita por los Evangelios. En ellos, Él es el Maestro. Aquí, es el Hombre.

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El Dolor de San José

Es el Dios que se humilla por amor al hombre, pero que también hace milagros en la vida común. Así obró en mí. Mi alma, al contacto con el Hijo que crecía en mi seno, fue llevada a la perfección. Así obró en la casa de Zacarías santificando al Bautista, ayudando a Isabel, devolviendo la palabra y la Fe a Zacarías. Así obró en José, abriendo su espíritu a la luz de una verdad tan excelsa que él solo no la podía comprender, a pesar de ser un hombre justo. Y después de mí, el más alegre por esta lluvia de divinos beneficios es José.

Observa cuánto camino recorre, camino espiritual, desde el momento en que me lleva a casa hasta el momento de la fuga a Egipto. Al principio fue un hombre justo de su tiempo. Luego, en fases sucesivas, se hace un justo del tiempo cristiano.

Siempre se dejó dirigir por mí, por el venerable respeto que sentía por mí. Luego, él dirigió las cosas materiales como jefe de Familia. No sólo en la hora penosa de la fuga sino después, porque los meses de unión con el Hijo divino lo saturaron de santidad y es él quien confortaba mi sufrir y me decía: "Aunque nunca tengamos nada, lo tenemos todo porque lo tenemos a Él".

Los regalos de los Reyes Magos se disiparon rápido como el relámpago por la necesidad que aprieta la garganta de un pobre fugitivo para la adquisición de un techo y del mínimo de muebles necesarios para la vida, y para el alimento que era también necesario. Éste era el único ingreso con que se contaba hasta no hallar trabajo.

La comunidad hebrea siempre se había ayudado entre sí. Pero la comunidad en Egipto estaba compuesta de prófugos, perseguidos y pobres como nosotros. Y un poco de aquella riqueza, que queríamos tener para Jesús, para nuestro Jesús adulto, lo poco que pudimos guardar al huir a Egipto, fue necesario para el regreso y apenas resultó suficiente para reorganizar la casa y el taller en Nazareth a nuestro regreso. Porque los acontecimientos cambian, pero la avidez humana siempre es igual y se sirve de la ajena necesidad para absorber su parte de manera avara.

El tener con nosotros a Jesús no nos procuró bienes materiales. Muchos de vosotros pretendéis esto cuando os unís a Jesús. Olvidáis que Él ha dicho: "Buscad las cosas del espíritu". Todo el resto es añadidura. Dios dispensa también el alimento, tanto para los hombres como para los pájaros, porque Él sabe que el alimento es necesario, la carne es armadura alrededor de vuestra alma. Pero pedid primero su gracia. Pedid primero alimento para vuestro espíritu.

El resto os será dado por añadidura. José en el cuidado de Jesús padeció, humanamente hablando, angustias, fatigas, persecuciones y hambre.

No tuvo más. Pero el amor a Jesús transformó todo esto en paz espiritual y dicha sobrenatural. Yo quisiera llevaros al punto en que estaba mi esposo cuando decía: "Aunque nunca tengamos nada, lo tenemos todo porque lo tenemos a Él: Jesús".