Encíclica Patris corde


Papa Benedicto XV

Monasterio

Encíclica Patris Corde escrita por el Papa Benedicto XV en 1920
Esta Encíclica declara a San José Patrono de la Iglesia universal en el 150 aniversario de su designación.

Después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el Magisterio pontificio como José, su esposo.

Mis predecesores profundizaron el mensaje que encierran los pocos datos transmitidos por los Evangelios para resaltar más su papel central en la historia de la salvación: el beato Pío IX lo declaró «patrono de la Iglesia católica», el venerable Pío XII lo presentó como "Patrono de los trabajadores" y San Juan Pablo II como «Custodio del Redentor». El pueblo lo invoca como «patrono de la buena muerte».

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Carta Encíclica de Papa Benedicto XV

Nuestro predecesor de inmortal memoria, Pío IX, declaró Patrono de la Iglesia Católica a José, castísimo esposo de la Madre de Dios y padre nutricio del Verbo Encarnado. Y, por cuanto en el próximo mes de Diciembre hará 50 años que auspiciosamente se efectuó esa proclamación, creímos de mucha utilidad el que en todo el orbe se celebrase la solemne conmemoración de este acontecimiento.

Al tender la mirada retrospectiva sobre ese lapso del pasado, salta a la vista la aparición de una ininterrumpida serie de institutos que indican que el culto al santísimo Patriarca está sensiblemente creciendo entre los fieles cristianos hasta nuestros días. Más al contemplar de cerca las acerbas penalidades que afligen hoy al género humano parece que debemos fomentar mucho más intensamente en el pueblo este culto y propagarlo más extensamente.

2. Mayor motivo de recurrir a San José: el naturalismo.

En Nuestra Encíclica De Pacis Reconciliatione Christiano en que considerábamos, principalmente, las relaciones tanto entre los pueblos como entre los individuos, señalábamos cuánto falta aún para lograr restablecer la tranquilidad general del orden después de esa grave contienda de la guerra pasada. Pero ahora debemos atender a otra causa de perturbación, mucho más grave por cuanto se infiltró en las mismas venas y entrañas de la sociedad humana;. Pues se comprende que en ese tiempo en que la calamidad de la guerra absorbía la atención de los hombres, el naturalismo esa peste perniciosísima del siglo, los corrompiera totalmente y que, donde se desarrollaba bien, debilitaba el deseo de los bienes celestiales, ahogaba las llamas de la caridad divina, sustraía al hombre de la gracia de Cristo que sana y eleva y, despojándolo finalmente de la luz de la fe y abandonándolo a las solas fuerzas enfermas y corrompidas de la naturaleza, permitía las desenfrenadas concupiscencias del corazón.

Por cuanto demasiados hombres acariciaban ansias dirigidas exclusivamente a las cosas caducas, y que entre los proletarios y ricos reinaban celos y odios muy enconados, la duración y magnitud de la guerra aumentó las mutuas enemistades de clases y las hacía más agudas, especialmente porque por un lado, para las masas causó una intolerable carestía de víveres y por el otro, proporcionó a un grupo muy reducido una súbita abundancia de bienes de fortuna.

3. Relajación moral.

Sumóse a eso que por la guerra en muchísimos hombres había sufrido no poco detrimento la santidad de la fidelidad conyugal y el respeto a la patria potestad en cuanto a la larga separación de los cónyuges relajó los lazos de sus mutuas obligaciones y la ausencia del que las había de custodiar empujó, especialmente a los jóvenes a la temeridad de lanzarse a una conducta más licenciosa.
Por lo tanto, hemos de deplorar mucho más que antes que las costumbres sean más libres y depravadas y que, por la misma razón, se agrave cada día más la que llaman causa social, de modo que debemos temer males de gravedad extrema.

4. El comunismo extiende sus amenazas.

Pues, en los deseos y la expectativa de cualquier desvergonzado se presenta como inminente la aparición de cierta República Universal que como en principios fijos se basa en la perfecta igualdad de los hombres y la común posesión de bienes, y en la cual no habría diferencia alguna de nacionalidades ni se acataría la autoridad de los padres sobre los hijos, ni la del poder público sobre los ciudadanos, ni la de Dios sobre los hombres unidos en sociedad.
Si esto se llevara a cabo no podría menos que haber una secuela de horrores espantosos. Hoy día ya existe esto en una no exigua parte de Europa, que los experimenta y siente Ya vemos que se pretende producir esa misma situación en los demás pueblos y que, por eso, existen aquí y allá grandes turbas revolucionarias excitadas por el furor y la audacia de unos pocos.

5. San José remedio contra estos males.

Ante esta preocupación natural, por el curso de los acontecimientos, no omitimos, ocasionalmente recordar sus deberes a los hijos de la Iglesia... Por la misma razón, para retener en su deber a todos los hombres que se ganan el sustento por sus fuerzas y su trabajo, dondequiera que vivan, y conservarlos inmunes al contagio del socialismo que es el enemigo más acérrimo de la sabiduría cristiana, ante todo les proponemos fervorosamente a SAN JOSÉ para que lo elijan como guía particular de su vida y lo veneren como patrono. Pues él pasó sus años llevando un género de vida similar al de ellos. Y por esta misma razón, Cristo-Dios, siendo como era el Unigénito del eterno Padre, quiso ser llamado Hijo del Carpintero. ¡Pero con cuántas y cuán eximias virtudes adornó la humildad del lugar y la fortuna, especialmente con aquellas que correspondían a aquel que era esposo de MARÍA Inmaculada y que se tenía por el padre de Jesús, Nuestro Señor!.

6. Elevar la mirada a las cosas imperecederas

Por esto, aprendan todos en la escuela de SAN JOSÉ a mirar todas las cosas que pasan bajo la luz de acontecimientos futuros que permanecen y, consolándose por las incomodidades de la humana condición con la esperanza de los bienes celestiales, a encaminarse hacia ellos, obedeciendo a la voluntad de Dios, conviene a saber: viviendo sobria, recta y piadosamente (1).

7. Cita de León XIII sobre el respeto al orden establecido por Dios.

Por lo que respecta propiamente a los obreros, plácenos citar lo que Nuestro predecesor de feliz memoria, LEÓN XIII dijo en una ocasión similar (2): Los obreros y cuantos se ganan el sustento con el salario de sus manos, pensando en estas cosas, deben levantar las almas y sentir rectamente que, aunque estén en su derecho (cuando no se opone la justicia), de salir de la pobreza y de lograr una mejor situación, la razón y la justicia no permiten trastrocar el orden establecido por la providencia de Dios. Insensato, empero, sería el propósito de recurrir a la fuerza y emprender algo semejante mediante la sedición y el desorden, lo cual en la mayoría de los casos causaría males mayores que aquellos que se tratan de aliviar. No se fíen pues los pobres, si quieren ser prudentes, de las promesas de los hombres sediciosos, sino confíen en el ejemplo y el patrocinio de San José, y así mismo en la maternal caridad de la Iglesia, la cual en verdad se preocupa de ellos cada día más solícitamente.

8. Frutos de la devoción a San José para la vida del hogar y de la sociedad.

Si crece la devoción a SAN JOSÉ, el ambiente se hace al mismo tiempo más propicio a un incremento de la devoción a la Sagrada Familia, cuya augusta cabeza fue. Una devoción brotará espontáneamente de la otra. Pues JOSÉ nos lleva derecho a MARÍA, y por MARÍA llegamos a la fuente de toda santidad, a JESÚS, quien por su obediencia a JOSÉ y MARÍA consagró las virtudes del hogar.
Deseamos que las familias cristianas se renueven a fondo y se hagan conformes a tantos ejemplos de virtudes como ellos practicaron. Por cuanto la comunidad del género humano se funda sobre la familia, se inyectará, bajo la universal influencia de la virtud de Cristo, cierto nuevo vigor y como una nueva sangre en todos los miembros de la sociedad humana, cuando la sociedad doméstica unida, pues, más religiosamente, de castidad, concordia y fidelidad, goce de mayor firmeza. Y de allí no sólo seguirá la enmienda de las costumbres de los particulares sino también la de la vida común y del orden civil.

9. Exhortación papal a una mayor devoción a San José.

Con total confianza en el patrocinio de aquel a cuya vigilancia y previsión quiso Dios encomendar a su Hijo Unigénito encarnado y a la Virgen y Madre de Dios, propiciamos que todos los Obispos del orbe católico exhorten a todos los fieles a implorar el auxilio de SAN JOSÉ, tanto más insistentemente cuanto más más adverso el tiempo a la causa cristiana.
Dado que esta Sede Apostólica ha aprobado varios modos de venerar al Santo Patriarca, ante todo cada miércoles del año y por un mes entero determinado, deseamos que, bajo la insistente admonición del Obispo, se practiquen todos ellos de ser posible en todas las Diócesis, en especial, empero incumbe a Nuestros Venerables Hermanos apoyar y fomentar con todo el peso de su autoridad e interés las asociaciones piadosas, como la de la Buena Muerte, la del Tránsito de San José y la de los Agonizantes, las cuales fueron fundadas para implorar a SAN JOSÉ por los agonizantes, porque con razón se considera a aquel como eficacísimo protector de los moribundos a cuya muerte asistieron el mismo JESÚS Y MARÍA.

10. Plegaria e indulgencia.

Para perpetua memoria, empero, del Decreto Pontificio que arriba mencionamos, ordenamos y mandamos que dentro del año que comienza a correr el 8 de Diciembre próximo, se hagan en todo el orbe católico solemnes súplicas, en el tiempo y modo que parezca mejor a cada Obispo, en honor de SAN JOSÉ, Esposo de la Santísima Virgen y Patrono de la Iglesia Católica.
Todos cuantos asistan a ellas podrán ganar para sí una indulgencia de sus pecados, bajo las acostumbradas condiciones.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 25 de julio, en la fiesta de Santiago Apóstol, en el año 1920, sexto de Nuestro pontificado.