San José Protector


San José, custodio

Monasterio La vida santa de san José modelo de santidad
  • San José, protector y custodio de la Sagrada Familia, es una figura importante en la tradición cristiana.
  • San José, como padre adoptivo, protegió y custodió a Jesús, cuidando de él y de su madre María.
  • San José, protector y modelo de santidad, de éli podemos aprender a acoger la voluntad de Dios en nuestras vidas.
  • San José, protector de la buena muerte. Se cree que San José ayudó a Jesús y María en sus últimas horas de vida, ofreciéndoles consuelo y apoyo.
  • La Iglesia compara esa muerte con un sueño pacífico, como el de un niño que se duerme en el seno de su madre.

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Protector de la Iglesia

El Papa León reafirma la analogía entre la Sagrada Familia y la Iglesia, retomando y exaltando el papel de su patrono: "... el bienaventurado Patriarca se considere protector, de modo especial, de la multitud de cristianos de la que está formada la Iglesia, es decir, de esta innumerable familia esparcida por todo el mundo sobre la cual él, como esposo de María y padre de Jesucristo, tiene una autoridad casi paterna.

Por tanto, es justo y sumamente digno del beato José que, como él solía tutelar santamente en todo acontecimiento a la familia de Nazaret, así ahora con su celestial patrocinio proteja y defienda a la Iglesia de Cristo".
(León XIII, en la encíclica Quamaquam Pluries, del 15.8.1889)

Protector de la buena muerte

La Iglesia compara aquella muerte con la hora de un sueño pacífico, como el de un niño que se adormece sobre el seno de su madre; con una antorcha odorífera, que se consume a medida que arde y que muere exhalando el perfume suave de su sustancia. La muerte de los santos es siempre envidiable, porque todos mueren en el beso del Señor, pero ese beso no es más que un dulce y precioso sentimiento de amor.

José murió verdaderamente en el beso del Señor, ya que exhaló su último suspiro en los brazos de Jesús. Y si, como creemos, él tuvo el uso de los sentidos y de la palabra hasta ese último suspiro, que no podía ser otro que un suspiro o un impulso de amor, ¿como no habrá él coronado una vida tan santa sino pronunciando los nombres sagrados de Jesús y de María?

¡Oh muerte feliz! Si no puedo, como José, exhalar mi último suspiro entre Jesús y María, visibles a mi mirada, pueda yo, al menos, sobre mi labios moribundos, unir vuestro nombre, ¡oh José! a los nombres de Jesús y de María.

La santa muerte de José ha producido preciosos frutos sobre la tierra. Fue como aromatizada del suave perfume que deja tras de sí una santa vida y una santa muerte, y dio a los cristianos un potente protector en el cielo cerca de Dios, especialmente para los agonizantes.

Cualquiera que invoque a San José en la última batalla, incluso si fuera violenta, atraerá la victoria. Bendito, por eso, quien coloca su confianza en este santo Patriarca y une al exhalar su último suspiro el santo nombre de José a los dulces nombres de Jesús y María.

Todo el mundo cristiano lo reconoce como abogado de los agonizantes y, por tanto, de la buena muerte. José hijo de Jacob, socorría en el tiempo de la carestía a los Egipcios distribuyendo entre ellos el trigo que había recogido. Pero para socorrer a los propios hermanos, hizo más: no contento con haber llenado sus sacos de trigo, les añadió el precio del mismo. Así hará ciertamente nuestro glorioso Santo José. ¿Con qué generosidad tratará a sus devotos? Así, en el momento de la extrema necesidad, en el punto de la muerte, él sabrá rendir a los devotos homenajes con que habría sido honrado.

La muerte de los sirvientes de San José es sumamente tranquila y suave. Santa Teresa narra las circunstancias que acompañaban los últimos instantes de sus primeras hijas, tan devotas a San José. «He observado - dice ella -, que al momento de exhalar el último suspiro gozaban de inefable paz y tranquilidad. Esa muerte era semejante al dulce descanso de la oración. Nada indicaba que su interior fuese agitado por tentaciones. Aquellas lámparas divinas liberan mi corazón del temor de la muerte. Morir me parece ahora la cosa más fácil para una fiel devota de San José».

A San José para una buena muerte

Poderoso protector y amado Padre San José, Esposo de la Reina de los Ángeles, Santa María, Madre de Dios y de la Virgen, padre virginal de Jesús, y protector especial, de los pobres pecadores agonizantes, en la hora de su muerte. Yo, pecador miserable, confiando en tu amor misericordioso, con el deseo de amar y servir en presencia de Jesús, mi dulce Redentor, de Santa María, su esposa y en presencia de toda la corte celestial, te elijo en este día como mi especial protector, abogado y defensor en todas las acciones de mi vida y en la agonía de mi muerte. Me consagro ahora y siempre a ti, como sirviente, esclavo, e hijo devoto, y como tal me entrego a ti en todas las formas posibles con una donación perfecta.

Soberano Patriarca, has uso de tu gran misericordia a la hora de mi agonía en el trance de la muerte. Y cuando me falte la fuerza, y mi lengua no te invocare, cuando mis ojos ya no vean la luz y haya perdido el sentido del oído, y no pueda conseguir favores humanos, recuerda, oh Padre, las peticiones que ahora te ofrezco a consideración de tu piedad compasiva y tierna misericordia, protégeme en el último día y en ese momento de extrema necesidad, ayúdame tenme bajo tu patrocinio, para que muera en gracia de Dios, libre de todos mis enemigos sea colocado en la presencia de Dios bendito, a quien espero alabar a tu lado por toda la eternidad.
Amén