San José
A continuación se presentan algunas referencias a San José en el catecismo de la Iglesia Católica:
- En el párrafo 437, se menciona a San José como el "puro esposo de María" y el "padre legal de Jesús".
- En el párrafo 532, se hace referencia a San José como el que ayudó a Jesús a crecer.
- En el párrafo 535, se subraya que San José es el prototipo y el padre en la fe.
- En el párrafo 619, se menciona a San José como presente en la genealogía de Jesús.
- En el párrafo 966, se hace referencia a María como "Madre de la Iglesia" y a San José como "padre en el orden de la gracia".
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San José en el Catecismo de la Iglesia Católica
497 Los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas: "Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo", dice el ángel a José a propósito de María, su desposada (Mt 1, 20). La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta Isaías: "He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo".
1846 El Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios con los pecadores. El ángel anuncia a José: "Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 21). Y en la institución de la Eucaristía, sacramento de la redención, Jesús dice: "Esta es mi sangre de la alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados"
(Mt 26, 28).
Tarea y vocación de José
437 El ángel anunció a los pastores el nacimiento de Jesús como el Mesías prometido a Israel: "Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2, 11). Desde el principio Él es "a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo" (Jn 10, 36), concebido como "santo" (Lc 1, 35) en el seno virginal de María. José fue llamado por Dios para "tomar consigo a María su esposa" embarazada del que fue engendrado en ella por el Espíritu Santo" (Mt 1, 20) para que Jesús "llamado Cristo" nazca de la esposa de José en la descendencia mesiánica de David
(Mt 1, 16).
Fiesta de San José
2177 La celebración dominical del día y de la Eucaristía del Señor tiene un papel principalísimo en la vida de la Iglesia. "El domingo, en el que se celebra el misterio pascual por tradición apostólica, ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto".
Igualmente deben observarse los días de Navidad, Epifanía, Ascensión, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Santa María Madre de Dios, Inmaculada Concepción y Asunción, San José, Santos Apóstoles Pedro y Pablo y, finalmente, todos los Santos.
(CDC 1246,1)
Sumisión a su madre y a su padre legal
532 Con la sumisión a su madre, y a su padre legal, Jesús cumple con perfección el cuarto mandamiento. Es la imagen temporal de su obediencia filial a su Padre celestial. La sumisión cotidiana de Jesús a José y a María anunciaba y anticipaba la sumisión del Jueves Santo: "No se haga mi voluntad..." (Lc 22, 42). La obediencia de Cristo en lo cotidiano de la vida oculta inauguraba ya la obra de restauración de lo que la desobediencia de Adán había destruido.
José, patrono de la buena muerte
1014 La Iglesia nos anima a prepararnos para la hora de nuestra muerte ("De la muerte repentina e imprevista, líbranos Señor": Letanías de los santos), a pedir a la Madre de Dios que interceda por nosotros "en la hora de nuestra muerte" (Avemaría), y a confiarnos a san José, patrono de la buena muerte:
Habrías de ordenarte en toda cosa como si luego hubieses de morir. Si tuvieses buena conciencia no temerías mucho la muerte. Mejor sería huir de los pecados que de la muerte. Si hoy no estás aparejado, ¿cómo lo estarás mañana?
"El anuncio del Ángel a José".
(Imitación de Cristo)
Y por la hermana muerte, ¡loado mi Señor! Ningún viviente escapa de su persecución; ¡ay, si en pecado grave sorprende al pecador! ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios! [San Francisco de Asís]
«Alabado sea, mi Señor,
por nuestra hermana muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!
Benditos los que hallen en tu Santísima voluntad,
que la muerte, seguro, a nadie mal hará».