Lectio divina

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Lectio

Yo soy

«Yo soy el pan de la vida».
(Jn 6,48)

El Concilio Vaticano ll enseña que la Eucaristía es «fuente y ápice de toda la vida cristiana».
(Lumen gentìum, n.11).

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Pan de vida

"Es el corazón y el cúlmen de la vida de la Iglesia" (Catecismo de la Iglesia Católica n.1407) Es llamado el Santísimo Sacramento, el "Sacramento de los sacramentos" en cuanto se pone como fin específico de todos los otros (Santo Tomás de Aquino; La suma teólogica. lll, 65,3) y porque en ella "está encerrado todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir el mismo Cristo nuestra Pascua"
(Presbyterorum ordinis, N. 5).

Juan Pablo ll, en los inicios de su pontificado ha remachado constantemente la centralidad de la Eucaristía en la vida de la Iglesia: "No podemos, ni siquiera por un instante, olvidar que la Eucaristía es un bien peculiar de toda la Iglesia, es el don más grande que, en el orden de la gracia y del Sacramento, el divino Esposo había ofrecido y ofrece incesantemente a su Esposa. Y porque se trata de tal don, debemos todos, en espiritu de profunda fe, dejarse guiar por el sentido de una responsabilidad verdaderamente cristiana. Un don nos obliga siempre más profundamente porque nos habla, no tanto con la fuerza de una estrecha dirección, sino con la fuerza de la confianza personal, y así sin obligaciones legales exige confianza y gratitud. La Eucaristía es verdaderamente tal don y tal bien. Debemos permanecer fieles, en particular en aquello que ella expresa en sí y a aquello que nosotros pide, es decir, el rendimiento de gracia".
(Carta Dominicae Cenae).

Agradecer significa mostrarse felicespor el don recibido, acordarse que es expresión de un amor particular, reconocer la grandeza, la belleza, la preciosidad. El agradecimiento brota mucho más vivido, pleno y sincero cuanto más en profundidad se comprenden los motivos que han inspirado el regalo.

Don, acogimiento, gratitud, re-conocimiento, apelación a la conciencia. No es descontando penetrar en los abismos del misterio ¿Porqué, entonces, a Eucaristía? ¿Porqué Cristo se ofrece a nosotros como alimento y bebida? ¿Porqué ha ordenado a los apóstoles "hacer la Eucaristía en su memoria"? ¿Es verdaderamente tan importante repetir sus gestos y sus palabras, celebrar el "memorial" de su vida, muerte, resurrección e intercesión cerca del Padre?
¿No bastaba simplemente el recuerdo de lo que ha hecho?
¿Porqué la Iglesia, en los albores, es siempre fiel al mandato del Señor Jesús? Los hechos de los apóstoles testifican que los miembros de la primera comunidad de Jerusalén "eran asiduos en la escucha de la enseñanza de los apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y el las oraciones... Cada dia todos juntos frecuentaban el templo y partían el pan en casa, cogiendo la comida con alegría y sencillez de corazón"
(Hech 2,42.46)

«Sobretodo "el primer dia de la semana", esto es, el Domingo, el dia de la resurrección de Jesus, los cristianos se reunían" para partir el pan" (Hech 20,7). Desde aquellos tiempos la celebración de la Eucaristía se ha perpetuado hasta nuestros dias, así que hoy la encontramos por todas partes en la Iglesia»
(Catecismo de la Iglesia Católica, n.1343).

Dejemos la palabra al santo capuchino de Pieltrechina que en su periodo de estancia en Venafro, se alimentó sólo de Eucaristía. Él decía: ¿«Cómo podría vivir sin acercarme a recibir a Jesús una sola mañana? Tengo tal hambre y sed de recibirlo que casi vengo a fallecer».

Y una hija espiritual suya escribía: «La santa Eucaristía es el máximo de los milagros; es la señal última y más grande del amor de Jesús por nosotros y Él lo hizo para darnos una vida plena, abundante, perfecta. Esto es, aquello que nos va dando cada día en la Santa Comunión. Conservemos, por ello, con mayor celo, el precioso depósito de la verdadera fe en este sacramento, reconozcamos con sentido de gratitud creciente el inmenso beneficio de la bondad de Dios, amemos con mayor arrebato a este Dios de amor, cumplamos con mayor diligencia todas las obras santas para agradar a Dios hecho hombre, para gozar del fruto aquí en la tierra y obtener una recompensa más rica en los cielos»
(Padre Pio, Dulcísimo Dios, 41 cartas inéditas a la qamada hija espiritual, pgs. 89-90).

Con frecuencia repetía: «es más fácil que el mundo se rija sin sol que sin la Misa» (N. Castello - A. Negrisolo, el beato Padre Pio, Milagro Eucarístico, pg. 28). La Eucaristía no siempre es esperada, vivamente deseada, bien preparada, agradecida, recordada, asimilada, experienciada. Por ello, no fructifica en nosotros mas que parcialmente. Estamos convencidos de la absoluta necesidaad de Cristo, el Pan de vida, para vivir una vida cristiana generosa y convencida, para subir a la perfección de la caridad.

Como es indispensable el pan cotidiano para existir, movernos, cumplir nuestros deberes y no enfermar, así a nivel más profundo no podemos valorar menos el Pan de vida (Jn 6,48) so pena de la pérdida de preciosas energías espirituales, la falta de impulso en el bien, el vivir a duras penas en gracia, el progresivo endebilitamiento interior, el cedimiento a las lisonjas del mal. "Lo que el alimento material produce en nuestra vida física, la Comuníon lo realiza de modo mirobálano en nuestra vida espiritual. La Comunión en la carne de Cristo resucitado, vivificada por el Espíritu Santo y vivificante", conserva, incrementa y renueva la vida de la gracia recibida en el Bautismo. El crecimiento en la vida cristiana requiere ser alimentado de la Comunión Eucarística, pan de nuestro peregrinaje, hasta el momento de la muerte, cuando se nos dará como viático(Catecismo de la Iglesia Católica n.1392).

Creados a imagen de Dios todos fuimos hechos para crecer en virtud, en gracia y santidad apuntando hasta la perfección del Padre (Mt 5,48), "hasta que lleguemos todos... al estado de hombre perfecto, en la medida que conviene a la plena madurez de Cristo (Ef 4,13) La Eucaristía es el "Santo de Dios" (Jn 6,69) que se dona para trabajar nuestra santificación, para conformarnos a la divina voluntad, para convertirnos en evangelios vivientes, para hacernos similares a sus pensamientos, para conquistarnos a sus ideales, para llenarnos de su amor, para lanzarnos en la donación a los otros hasta el sacrificio. De la comunión del cuerpo y de la sangre de Cristo, de esta mística fusión vital, derivan tales y tantas gracias actuales para escalar a las más altas cumbres de la santidad evangélica.

«Gustando del sacramento eucarístico, el alma asciende con tanto ardor que, destruida la tibieza y la carnalidad, se une sólo a este alimento convirtiéndose en ello y entonces gusta que el Señor es suave, experimenta cómo su espíritu es más dulce que la miel, y percibe sensiblemente cuán grande es la dulzura que se esconde en este Sacramento de amor» (San Buenaventura, Discursos, lll, Domingos después de Pentecostés, n.1).

  • Eucaristía y santidad: fuego y llama, inseparablemente. Quién se deja incendiar, quema de santidad, emana resplandores de luz vivísima, un calor ardiente.
  • La Eucaristía "diviniza" porque acrecienta y alimenta en nosotros la vida divina, trinitaria, el amor y la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
  • La Eucaristía "cristifica" nos asemeja a Jesús, porque nos une íntimamente a Él. San Agustín pone voz al Señor por nosotros "No me cambiarás en tí, como el alimento de tu carne, pero serás transformado en mí" (Confesines, Vlll, 10,16).
    «La participación en el cuerpo y la sangre de Cristo no hace otro, si no nos mudamos en aquelloque comemos» (San León Magno, Discurso, 63, 7).
    «El efecto verdadero de la Eucaristía es la transformación del hombre en Cristo» (Santo Tomás de Aquino, Sobre el libro lV de las Sentencias).
  • La Eucaristía hace que Jesús viva en nosotros y nosotros en Él, en una especie de simbiosis y mutua inmanencia: "Llega a ser concorpóreo y consanguíneo de Cristo... cuando en tus miembros está difuso su cuerpo y su sangre" (San Cirilo de Jerusalén. Catequesis Mistagígica 4,3).
  • La Eucaristía realiza el sueño del hombre; ser una sola cosa con Dios; y al mismo tiempo, cumple el sueño de Dios: llegar a ser en el amor una sola vida con el hombre.

"Los Padres griegos concebían la Eucaristía como misterio (mysterium) o sea, como iniciación a la vida divina. Nosotros delebramos la vida de Jesús, su encarnación, sus milgros, su muerte y su resurrección y, en esta celebración, somos partícipes de su vida divina que ha derrotado a la muerte. Nuestra vida viene, en un cierto sentido, incorporada en su esencia divina. Este hecho daba a los primeros cristianos la certeza de que, su existencia, había tenido buen éxito, exactamente como lo había tenido la vida de Jesús, no obstante, pasando a través de la cruz. A cada celebración eucarística, la experiencia de los primeros cristianos era aquella que nada puede separnos del amor de Cristo; la muerte no tiene más poder sobre nosotros. Estamos asociados al camino de Jesús y este camino nos lleva a la vida verdadera, hacia la plenitud de vida que se distingue por la alegría plena y el amor total.

El término latino mysterium, hoy incomprensible para muchos, podría ser interpretado como el sueño de Dios concerniendo al hombre. No somos sólo nosotros para alimentar los sueños en nuestra vida, pero también Dios tiene un sueño sobre el hombre; y este sueño se ha hecho realidad en su Hijo, Jesucristo, en el cual se ha manifestado la bondad y la amistad de Dios hacia los Hombres (Tit 3,4). En Cristo se ha manifestado la imagen del hombre así cómo Dios la ha soñado, y es la imagen de una persona que es todo uno con Dios, cargada de su bondad y de su amor. Los ritos eucarísticos representan el misterio de la encarnación de Jesucristo, el sueño de Dios concerniente a nosotros hombres; que nosotros seamos una sola cosa con Él. Verdaderamente en los diversos ritos que juegan sobre la mezcla (por ejemplo: el agua vertida en el vino y el pan mojado en ello), viene expresado el hecho de que nosotros, como Jesús, seamos una sola cosa con Dios... sin que pueda haber ninguna distinción"
(A.Griin, La Eucaristía, transformarse y llegar a ser una sola cosa, pgs 45-47).