Lectio divina
Amar a Jesús
Dios tiene sed de estar sediento. Estoy agradecido a Jesús porque me pide amarlo... Con frecuencia escucho las palabras dirigidas a Simón Pedro Simón: "hijo de Juan, ¿Me amás tú...?" como si me fuesen dirigidas personalmente a mí. Y más, ¿es que me amas?. Y responder como hizo el Apóstol "Señor, tú sabes que te amo".
(Jn 21;15).
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Amor evangélico
Juan se definió como el discípulo al que Jesús enseñaba. Y ese mismo deseo puede convertirlo en discípulo: para parecerse a Juan y permitir a Jesús el revelarse.
Sería encantador repetir la oración de San Buenaventura: "Traspasa, oh dulcísimo Señor Jesús, con una dulce herida, mi corazón: para que languidezca y lata sólo por Tí, y no desee mas que disolverme y estar Contigo". Y sentir en el corazón aquel fervor que exalta el alma, con un amor que está en relación directa con el conocimiento y la bondad de la vida.
Necesita tener presente que Jesús es un abismo al que es preciso descender para escrutar y ver, en múltiples aspectos, las prodigiosas maravillas, Una ojeada rápida y distraida a nuestro Señor conseguirá una visión superficial.
Jesús es amor porque Dios es amor. Y el amor es un gran bien, es decir, el más importante de los bienes, porque alivia todo peso, dulcifica y hace grata toda amargura. El amor es un movimiento que asciende y no es retenido por las mezquindades de la vida y se libera en el cielo de Dios.
El amor por Jesús incita a hacer grandes cosas y empuja a desear las virtudes. Nada, de lo demás, es más dulce que el amor, más fuerte, más sublime, más expansivo ni más rico. Quien ama vuela, corre, exhulta y en cada cosa encuentra al Todo.
Con frecuencia el amor no conoce medida, pero se enciende más allá de toda medida; a menido no se siente peso no alivia descansos, querría hacer más de lo que puede, porque cree que todo le es fácil y permitido.
El amor vela: hasta durmiendes vigilante. Si está cansado no pierde la calma, si obligado no actúa por la fuerza, si amenazado no se asusta, sino que como llama viva, como antorcha ardiente se alza hacia arriga y actúa seguro.
El afecto ardiente del alma que dice: Tú eres todo mío, y yo soy todo tuyo es un grito que sube hasta los oídos de Dios.
El amor es dispuesto, sincero, piadoso, alegre y jovial; es fuerte, paciente, fidelísimo, prudente, sufrido, viril y jamás piensa en sí mismo, porque cuando uno se busca a sí mismo, deja de amar (Imitación a Cristo, lll 3,7).
Todo es tan bello, tan grande, tan divino en Jesús, y por eso tan amable.
San Bernardo comprende su dolorosa maravilla, escribiendo a Falco, que no siente el atractivo del amor por Jesús. Y descubre al fin la causa "Pobre de tí, que tan pronto te sientes molesto con Jesús del que está escrito "que es de leche y miel para quien lo pronuncia con fe" Me sorprendo que puedas llamarte fastidiado por tal alimento: en el pasado tu gustaste lo dulce que es el Señor. Pero la verdad es que no lo has gustado y por eso deseas gustarlo; pero si lo probaste y ahora no lo pruebas, señal es de que tu paladar está estropeado". He aquí porque el paladar está estropeado: porque diariamente te alimentas de bellotas. Basta probar estas "bellotas" para impedir lo atractivo del amor por Jesús.
Alcancemos íntensamente y de buena gana las Cartas de San Pablo, el deseo de conocer a Jesús, la voluntad de amarlo sin medida, el deseo de darlo a conocer.
Tambien intuyo la santa vehemencia del amor en la sentencia de Pablo: "Si alguien no ama a Nuestro Señor Jesuscristo sea excomulgado". Si no tengo un deseo severamente inquieto de crecer en el amor, la comunión es tambien poco para mí. Tan conmovido estaba el apóstol que escribió: "me ha amado y se ha dado a sí mismo por mí".
Jesús es la llama de amor, enciende en este contacto personal y después devora al mundo. Para orar mejor, podemos servirnos de todo: los astros y las plantas, los hombres, la poesia, la música, la santidad y las enfermedades, los gozos y las penas, los éxitos y los fracasos, los recuerdos y las esperanzas: utilizándolo todo para vivir más fuertemente, para amar mejor.
No devolvemos el empeño de amar a Jesús. Penetremos de amor cada pequeña cosa y carguemos de amor toda ocasíon. La Sagrada Escritura refiere cómo Moisés hablaba con Dios cara a cara, como si fuese un amigo, ¿Cómo es nuestra conversación con Jesús?.
Qué hermoso será alcanzar una fe viva, un amor personal y sentir a Jesús en nosotros. Y estar unidos mediante el ejercício de un contínuo y tierno amor.
Meditemos el Salmo 8
Oh Yavé, Señor nuestro
que grande es tu nombre en toda la tierra.
Tu majestad cantada por encima de los cielos.
De los labios de los niños y de los que maman
sacas tu loa frente al agresor,
para callar al enemigo y al rival.
Cuando veo los cielos hechura de tus manos,
la luna y las estrellas que pusiste,
¿qué es el hombre para que de él te acuerdes,
el mortal para que de él te preocupes?
Apenas inferior a un dios lo hiciste,
le adornaste de gloria y de esplendor.
Le diste el señorio de las obras de tus manos,
bajo sus pies todo lo pusiste:
ovejas y bueyes, todos juntos,
y hasta las bestias de la selva
y las aves del cielo y los peces del mar,
cuanto surca las sendas de las aguas.
Oh Yavé, Señor nuestro
quégrande es tu nombre en toda la tierra.