Devoción a Jesús

Primer Viernes

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Primera meditación

El tema de nuestro encuentro con Jesús es "La angustia del Corazón de Jesús que continúa en el sufrimiento de su Vicario: el Papa"

La promesa de no dejarnos huérfanos, Jesús la ha mantendido con prodigalidad divina. Permanece en su Palabra, cargada de luz y de fuerza; reside en la Eucaristía, su cuerpo, sangre, alma y divinidad: y en su Vicario, desde Pedro hasta Benedicto XVl, y continuará durante todo el trayecto terrenal de la humanidad.
El Papa es unverdadero y gran don del Corazón de Jesús, de su amor de Buen Pastor por nosostros, de maestro y de guia. Sabe perfectamente que nuestros ojos quieren ver, nuestros oídos escuchar y que con frecuencia nos desviamos, por eso nos ha dejado en su Vicario la autoridad para enseñarnos, una voz que nos guía, su mano para bendecir; es el buen pastor que está siempre en medio de su grey para contar con la seguridad y el amor. Agradezcamos al Corazón de Jesús este don y compartamos la pena por nuestros hermanos la pena de verse privados de tan segura guía.
Si todos los que están unidos a Jesús participan en la Pasión dolorosa, gran parte de ella es para el Cabeza visible de este Cuerpo místico. Por eso, si Jesús continúa sufriendo de manera inefable lo hace en su Vicario, cercano en el amor y en el dolor. Éstos son días de participación del Vicario en la Pasión del Señor, que es profunda y específica en Juan Pablo II.

Meditémos en su agonía en el huerto, y por ellos, en la inmensa distancia que lo separa: pensemos en los sufrimientos de su Vicario.
Del Evangelio de Mateo: "Entonces, Jesús fue con ellos a un huerto llamado Getsemani, y les dijo a sus discípulos: "Sentáos aquí mientras voy a orar". Y tomó consigo a Pedro y a los hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustía. Les dijo: "Mi alma está triste hasta la muerte: quedáos aquí y velad conmigo". (Mt 26, 36-38)
A los hombres, para comprender la realeza universal de Jesús les ha puesto en las manos un pequeño globo; para hacerles entender que el universo es obra de su amor, de su omnipotencia y de la consagración de este universo al Padre: este es el propósito de la encarnación.
Durante la oración en el Huerto de los Olivos, Jesús se hizo débil y sensible como nosotros, quiere sentir el inmenso peso de este mundo. No el peso del cielo y sus estrellas, no la tierra con sus montes y mares lo que tanto le pesa, sino las almas a rescatar, el primer pecado del origen, son los pecaddos personales de todos los hombres, las rebeliones contra el Padre celestial, la traición a su amor, el abandono de su casa, injusticias, infamias, torpezas, violencias y demás escándalos: es la obra de la redención, de la restauración que exige reparación.

Jesús allí, postrado en tierra, ha sido profetizado por Isaias. Aquí está: "Arrodillado por nuestras iniquidades. El castigo que nos trajo la salvación se ha abatido sobre él" (Is 53,5). Está claro que sufre vouluntariamente por los pecados ajenos: sufrimiento inmenso que debe expiar los pecados de multitudes... Tristeza y angustia hasta la muerte. Sólo así, ofreciéndose a Sí mismo para la expiación, justificará las iniquidades de todos.
Y le pesan hasta postrarlo en tierra, porque su corazón soporta las terribles consecuencias de los pecadores: dolores, miedos, angustias y todo un rio de llanto y de sangre que trágicamente encharca la tierra...Y más aún: la más espantosa de todas las consecuencias, el camino que lleva a la condena eterna, que es largo y muy frecuentado. Bajo este peso, cae, y le hace gemir hasta la sudoración de sangre.

Los sufrimientos del Papa.
Es um misterio por el que la Providencia gobierna el mundo. Jesús ha elegido a un Hombre para continuar con esta agnia bajo el peso del mundo entero: a su Vicario. Son sólo apariencias las insignias del pontifice, como la silla gestatoria y el trono: pero lo que lleva en sus espaldas y en el corazón este Hombre de Dios, le hace caer de rodillas y ha sumido a su alma a terrible agonia. Todo el peso, la responsabilidad de los hombres, por su paternidad universal a la que ha sidi llamado. Católicos, disidentes, apóstatas, judios, paganos, pecadores, perseguidires....de todos, sin distinciones, siente las miserias y sufrimientos, luchas, guerras, injusticias, junto a las demás calalmidades provocadas por la especulación económica y social, que, a la vez que tragedias familiares, odios raciales y otros, arrastra el fardo de dolor por los 5.000 millones de seres humanos existentes en el mundo, y que pesan en su corazón...

Y aún lo mas grave: miserias y sufrimientos morales pasarán, pero las otras miserias, arrastran repercusiones y consecuencias eternas e irreparables; el cúmulo de pecados, de rebeliones contra el amor de Dios, la fuga de su casa, errores entre los débiles, el materialismo que todo lo arrasa y destruye ciudades cristianas, y a sus almas, ahogando las aspiraciones sobrenaturales por una sobrevaloración de la tecnología, de la ciencia y del bienestar. Materialismo que, incluso, lucha contra Dios hasta derogar sus leyes, su nombre y su referencia.
Esto también afecta a su Vicario, su dolor todo lo incluye hasta hacerle sangrar, porque efectúa su oficio de Buen Pastor, de Maestro, de Vicario de Jesús, principio y señal de unidad, al que se le responde con frialdad, indiferencia y desobediencia de parte de los suyos, y no es aceptado por los demás. Fermentos vivos en algunas naciones, se hacen sentir sus críticas, disensiones abiertas contra el Magisterio Eclesiástico, que hieren a la Iglesia, a su corazón y angustian al Vicario de Jesús...
El Papa no puede acomodar sus palabras al sentir terrenal de los hombres, no por darles gusto, porque es la Palabra del Maestro y Jefe invisible, que le ha hecho depositario de la Revelación y de la Sagrada Tradición para la salvación de los hombres. Por eso, es tremenda su agonia. No son dos las tristezas en Getsemani, sino una sola, porque es un único amor el que brota del Corazón de Jesús, que es el que repercute en el corazón de Su Vicario. Y debe repercutir en el nuestro a través de la oración y de la participación.


Segunda meditación

La verdad y las palabras que me vienen de las enseñanzas de la fe, son la base de nuestra existencia: "Y es Dios, porque Él nos ha amado desde el principio, por eso existimos y ahora nos damos cuenta de que también nosostros somos eternos, porque, con Él y en Él, está presente su Amor y ahora sabemos que su amor es nuestra casa como nuestra era la cuna en que nacimos a la vida terrenal. Si esta verdad tan sublime, la tenemos delante, debe favorecernos de forma particular, al querer ser fieles a la voluntad del Sagrado Corazón de Jesús, aunque sea de maneras diversas. Nadie ignora las dificultades que todo esto representa, pero no por ello renunciamos a la voluntad del Sagrado Corazón. Tenemos mucha suerte de llevar en nosotros una campanilla suena ante las inclinaciones negativas y ante los caminos erróneos: pero aun así es difícil".
El Señor nos ofrece otra ayuda, que es Su presencia en nosotros; presencia que nos transforma y nos desvela la paz, la luz y el descanso, seguridad en todo momento, signo y señal de cuanto divino nos acompaña, para que nuestra vida sea vivida conforme a la voluntad del Señor. Voluntad que no siempre está clara y que por eso la solemos rechazar. Comprendamos que hemos dado la vida por un bien inimaginable, y que estas gracias llevan consigo un conocimiento más profundo de nosotros mismos, en base a que hemos descubierto la capacidad de nuestro límite y de una voluntad de superarnos, una fe más profunda que concretamos en nuestra vida, menos enemiga del bien, hoy más que ayer. Entonces, afirmamos que Dios nos ha cuidado bien: en Él y por Él tenemos salud.

Tercera meditación

Las grandes palabras de Jesús nos exhortan a tener confianza en el Padre y a abandonarnos por completo en sus manos. Para Jesús, este abandono, significa depositar en Él todas nuestras preocupaciones y esperanzas: no apoyarnos en lo terreno para nuestro devenir. Y esto significa que estamos llamados a descubrir el fundamento de la libertad y de la alegría de los hijos de Dios; libertad y gozo que poquitos disfrutan porque no están dispuestos a todo. Pero cuantos caminan bajo el peso de sus ideas y deberes, la parábola de los pájaros y de los lirios del campo, aun no ha penetrado en sus corazones. No han experimentado aun el sentido de la sorpresa ni de las maravillas de la creación. Por eso, Jesús nos enseña este método: "Mirad los pájaros del cielo....mirad a los lirios...y no os inquietéis".
¿Porqué nos rebanamos los sesos por problemas, chicos o grandes?. Dijo Jesús: "ábreme tu corazón, ama por mí, vive con esta certeza, difunde a tu alrededor la nostalgia de mí. Sólo así serás feliz y salvarás al mundo".

La confianza en Dios no vacila ante la voluntad de Dios. Él sabe lo que nos conviene. Y así, a veces, es oportuna la renuncia para una vida mejor y más tranquila. Quizás ahora nos convenga renunciar a fama y méritos para estar a su total disposición; así podemos vivir epresente sin el peso del futuro. La invocación "Hágase tu voluntad" tiene su propia entereza porque es la norma de la vida cristiana; pues Él conduce nuestra jornada desde la mañana a la noche. El cambio, incluso, de vida es la total y sincera confianza en Jesús: nuestro único pensamiento.
El Señor lleva consigo todas nuestras preocupaciones y el deseo de querer hacer su voluntad durante toda nuestra vida.
Muy difícil es saber si permanecesmos fieles al Señor. Incluso personas conscientes de su filiación divina, han perdido este privilegio al alejarse de Dios, pues sabemos que caminamos al filo entre la nada y la plenitud de la vida divina; y esto lo experimentamos desde que nos fiamos de Dios, pues comenzamos a sentir su mano firme y segura y ahora su voluntad se vuelve clara como la luz. Pertenecer a Jesús es vivir su misma vida aun con dificultades, porque los contratiempos que la vida nos presenta son vanos frente a la noche oscura del alma, cuando se ha apagado la luz y ya no oímos la voz del Señor. Dios está presente y escondido a la vez .Nos preguntamos ¿porqué?. Son los misterios de Dios de lo que estamos hablando pero que no podemos desvelar por completo: pero sigue guiándonos en nuestro interior.

Dios se hizo hombre para hacernos partícipes de su vida: esta es la meta. Jesús es Dios y hombre a la vez y comparte su vida con nosotros: la divina y la humana. Los contratiempos y la misma muerte,que Jesús experimentó en su naturaleza humana, ahora Jesús les da un valor infinito y una fuerza redentora, pues ambos permanecen aun en su Iglesia y debe, y los compartimos para pertenecer a su cuerpo místico. Éste es el verdadero motivo por el que los Santos desean compartir la misma vida de Jesús, y no por sadismo o masoquismo: sino por necesidad se sentirse como y en Él.

Cuarta Meditación

Introducción a las "doce promesas". De manera sucinta, recuperamos las doce promesas que hizo el Sagrado Corazón a Santa Margarita Maria. Pues bien, ahora influye en cada uno de nosotros para que tomemos conciencia del valor de tales promesas y descubramos hasta que punto ha llegado el amor salvador de Jesús y cuanto le preocupa nuestra vida terrenal, desde la que construimos la eterna. De este modo, Él nos confirma que no es indiferente a nuestras vivencias: por eso nos pide fe y confianza. Sólo bajo estas condiciones se hace cargo de la existencia humana; porque Él mismo la experimentó con todas las consecuencias y requiere de nosotros confianza plena y ciega. El pecado del que nos habla la Biblia es el de desconfianza, el de Adán, que no confió en la Palabra de Dios, sino que prestó oídos al diablo como primicia de todos los pecados del mundo según la biblia el pecado fundamental es éste: no fiarse de Dios, de su plan para nosotros ni de su Palabra, para construir el propio. Sólo superamos el pecado si confiamos en Dios y en su amor, pues Él no soporta la desconfianza de sus hijos. Si el hombre no confia en Dios, no podrá contar con nosotros como instrumentos de salvación.

Para el hombre que se fía de Dios, Él irrumpe en su vida, lo toma y lo destina a la expansión de su Señorio. Y para demostrarlo, aquí tenemos unos pasajes bíblicos: "Sal de tu pueblo, de tu patria, de la casa paterna y vete al país que yo te indicaré". (Gén 12, 1). Abrahan vivía en Ur de Caldea. Insertado en una tierra, de una tradicción, de una tierra, de un país, con una parentela, con una casa... Estaba casado con Sara, mujer estéril, había amasado una inmensa fortuna, vivía una vida aciaga. Pero Dios, entrometido, entra en su vida "Sal" Y Abraham parte, se fía y se pone en camino. Con Abraham, que se ha fiado de Dios, empieza la historia de la salvación: comienza el camino de la humanidad hacia la tierra de Dios. Tras estas cosas, Abraham fue probado: "Abraham, Abraham" Respondió: "Aquí estoy". Dijo Dios: "Toma a tu hijo, el que tanto amas, a Isaac, y vé al país de Moria: ofrécemelo allí en holocausto sobre el monte que yo te indicaré" (Gén 1,2).

Abraham se levantó temprano: ya sabemos el resto. Dios no se conforma con un amor platónico, sólo de palabras. Pone a prueba la confianza y el amor del hombre. El reto al que fue sometido Abraham es tan drástico que da grima. Dios llama a Abraham por su nombre. Es un momento estupendo pero dramático en el que Dios se dirige a nosotros, y nos llama por nuestro nombre. Se nos revela a cada cual personalmente y eso es porque quiere algo concreto de mí. Dios no se refiere a cosas vanales, sino que nos pide radicalidad. A Dios que llama por el nombre, Abraham le responde: "Aquí estoy". Y ésta es una expresión central en la Biblia, que afecata a todo hombre que se siente interpelado pues exige una fe ilimitada que el hombre debe alimentar de Dios mismo. Dios propone a Abraham algo que parece absurdo: "Haré de tí un gran pueblo" (Gén 12,2). "Toma a tu hijo a quién tanto amas y ofrécemelo en sacrificio" (Gén 22,2). Esta confianza se le imputa a Abraham como justicia. "Por lo que has hecho, por no haberme negado a tu único hijo, te bendeciré con toda clase de bendiciones"
(Gén 22,16-17)

La historia del pecado humano es un acto de desconfianza: Adán no se fía de Dios. La historia de la salvación se emprende con un acto total de confianza en Dios. Hablemos ahora de Moisés: "Vé, yo te mando a faraón. Haz salir de Egipto a mi pueblo: a los israelitas" (Éx 3, 10). Moisés vivía tranquilo su vida. Huyó de faraón, formó su propia familia pero Dios, entrometido, irrumpe en la vida de Moisés. "Vé". El proyecto de Dios es siempre liberador para el hombre: pero para llevarlo a cabo necesita que el hombre se fie completamente de Él y se ponga a su nivel de salvación. Moisés responde: "¿Quién soy yo para ir a faraón y para sacar de Egipto a los israelitas?".
(Éx 3,11)

Moisés no tiene la fe que Abraham, pero obedece a Dios. Él le responde: "Yo iré contigo" (Éx 3,12). Le dice en otras palabras que, "No cuentes con tu fuerza. Cuenta con la mia. No discutas y vé". Moisés confió en que Dios hace signos y prodigios y que sacará a los israelitas de Egipto: Moisés será el jefe indiscutible de Israel hasta la llegada a la tierra prometida: pero Dios no le consiente la desconfianza en Meribá. Junto al país de Canaán, salió hacia el Monte Nebo y Dios le dijo: "Mira el país de Canaán que le doy en posesión a los israelitas...pero tú no entrarás" (Deut 39, 49-52).

Dios es el amor.

El hombre no puede desconfiar de Dios y de su proyecto amoroso. Otra intervención de Dios la tenemos en esta declaración a sus sacerdotes y a cuantos tenemos necesidad de su presencia y de creer en ella para afrontar el cansancio apostólico: "Quiero que mis sacerdotes estén cerca de Mí y sólo de Mí: que crean que, pasando junto a mi tabernáculo, yo estaré con ellos. Yo trabajaré y cambiaré sus corazones. Hasta que ellos no me pongan como Jefe de sus obras, no tendrán vocación a la santidad en sus vidas: aunque mi justicia actúe. Que no jueguen con la salvación de las almas con viajes, actos externos o mesas redondas. No pierdan el ánimo porque sin ellos los Templos quedarán vacios: puede llegar el momento en que no puedan contener a los fieles, sólo estando a Mí lado, Yo estaré con ellos".
Esta preciosa declaración anima a la confianza para que nuestras obras tengan éxito: vivir a su lado porque con Él nuestros problemas que, son situaciones en las que Él quiere actuar y mostrar Su presencia sirviéndose de nosotros.
A nosotros, sacerdotes, nos compete encontrar personas con preocupaciones morales o sociales, hijas o amigas, que no sepan qué hacer. Frente a tales situaciones, recordemos, en la fe, que el Señor no nos pide resolverlas - Él lo hará cuando proceda - basta con tener fe en Él y una confianza abierta y serena. El Señor nos pide oración y plegarias y esto con y en paz: Él no nos fallará y actuará.