Devoción a Jesús


Noveno viernes

Santos - Primera meditación

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Primera meditación

Un hecho misterioso y trágico.

De la Carta de San Pablo a los Romanos: "Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno de nosotros vive para sí mismo; porque si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor. Ya vivámos, ya muramos, estémos pues en el Señor. Por esto, en efecto, Jesús ha muerto y vuelto a la vida: para ser el Señor de vivos y muertos. Todos nos presentaremos ante el tribunal de Dios. Entonces cada cual dará cuenta de sí mismo".

Reflexión.
Cada día son muchos los que se presentan al tribunal de Dios. Y de ellos, se encuentran de repente ante la muerte, sea en plena actividad, en la diversión, de viaje: cuando menos lo pensemos.
La situación de quién está para morir es la más delicada, para todos, aunque haya tenido una vida plena en la fe y en el amor.
¿Y para los demás?
Es triste el estado para los que viven alejados de Dios. Miedo nos dará encontrarnos en ese momentos en pecado.
No sabemos lo que será del alma en esos momentos, aunque lo imaginamos. Los dolores físicos, las preocupaciones, el miedo, con frecuencia el remordimiento por el tiempo transcurrido sin haber pensado en Dios, unido a la debilidad de la voluntad y de la mente...pueden poner al moribundo en una condición muy penosa y peligrosa.
Las fuerzas del mal lo intentarán todo para impedir el triunfo de la misericordia: el fruto de la sangre de Jesús.

Aunque también es cierto que el amor de Jesús, por puro respeto a la libertad personal, lo intentará todo a través de sus vias misteriosas para salvar el alma de quién lo ha conocido y amado y de quién no ha tenido la oportunidad de conocerlo.
¿Y si el alma, aun así se resiste a la gracia y al amor misericordioso de Dios?.
Sabemos que a muchos moribundos se le asiste en todo excepto en el alma. Gran caridad sería ofrecer, para obtener, las ayudas necesarias de la gran misericordia, pues la gracia, por un acto de contricción, por un instante de sincero arrepentimiento, por un "sí" al Señor, se gana también hasta en el último momento. Gran gracia será obtener en aquél momento, también para las almas buenas y fieles, la gracia de una fiel confianza en la divina misericordia, un sentido de seguridad en el perdón, de paz, en el encuentro alegre con Jesús.

Oración.
Oremos al Señor Jesús para que nos asista en la hora de la agonía y nos ayude en aquellos instantes que tienen una gran importancia para una eternidad feliz o una condena eterna. Roguemos con la seguridad de ser escuchados, porque Él, el Buen Pastor, el Redentor, sabe el valor de un alma: lo lleva escrito en sus llagas.
Oremos: "Escúchanos Señor".
  1. Para que Jesús, como Cabeza de la humanidad, presente al Padre su contínua mediación y sus llagas gloriosas. Por los hermanos agonizantes. Oremos: "Escúchanos Señor".

  2. Para que Jesús, que ha amado a los hombres hasta dar su propia vida, atraiga a todos los hombres hacia su Corazón. Oremos: "Escúchanos Señor".

  3. Para que todos los agonizantes, arrepentidos de sus pecados, se rindan al Amor Misericordioso. Oremos: "Escúchanos Señor".

  4. Para que todas las almas experimenten la bondad y la misericordia del Corazón de Jesús. Oremos: "Escúchanos Señor".

  5. Para que todos los moribundos vean en el Corazón abierto de Jesús el océano de misericordia y en ella sean escuchados. Oremos: "Escúchanos Señor".

Padre nuestro.
"Dios Grande y Misericordioso, que en la muerte de Jesús has abierto para los hombres una via hacia la vida eterna: vela por nuestros hermanos en el sufrimiento de la agonía, para que unidos a la pasión de tu Hijo y asperjados por Su Sangre Redentora, puedan presentarse con confianza ante tu rostro". Por Jesucristo Nuestro Señor Amén.

Una palabra para nosotros.
"Estad alerta y bien preparados. Así seréis como los siervos que están esperando a su amo de regreso de las bodas, para abrirle la puerta al punto que llame".
(Lc 12, 35-36)

Reflexión:
Para concluir, meditemos esta breve reflexión tratada en los escritos de Santa Margarita María - del retiro de preparación a la muerte, 1690 -. "Necesita, pues, que yo tenga siempre las cuentas al día y en orden, para no ser pillada por sorpresa: sería horrible caer muriendo en las manso del Dios vivo, cuando la vida se retira de los brazos de un Dios muerto. Me he propuesto hacer un retiro interior en el Corazón de jesús. De allí espero todos los recursos de gracias y misericordia que me son necesarios. Tengo en Él toda la confianza, porque el Señor es el único apoyo de mi esperanza y su excelsa bondad no me rechza cuando a Él me vuelvo. Mas bien al contrario: parece que el Señor goza al haber encontrado una criatura tan pobre y pequeña como soy yo, para colmar mi indigencia con su abundancia infinita. Soy capaz de pagar mis deudas, Tú lo ves bien, oh Mi Maestro.
Entonces, encarcélame, lo acepto, pero que sea en la prisión de tu Corazón. Y cuando esté allí, ténme atada a la cadena de Tu amor hasta que te haya pagado todo lo que debo. Y, dado que, no lo podré hacer, así me aseguro no salir de esta prisión."

Oración.
Oh Padre, que con la muerte de tu Hijo has destruido nuestra muerte, y en este sacramento nos das una prenda de la vida inmortal, por la fuerza de Tu sacrificio nos concedes ser como Él, obedientes a Tu voluntad hasta la muerte: ayúdanos a vencer las insidias del enemigo, para que en un pasillo sereno a la vida eterna, podamos ser acogidos por Tí en la gloria de Tu Reino. Todo esto lo pedimos por los méritos de Jesús, tu Hijo, que Contigo vive y reina, por los siglos de los siglos Amén.

Segunda meditación

"Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente de la Misericordia". Otra de las promesas de Jesús para los que, durante la vida presente, hayan practicado la devoción a Su Corazón Santísimo.
En una carta de la Santa, se encuentran estas palabras: "Nuestro Señor quiere preservar del mal eterno a muchas almas, y este Corazón divino es como presidio y asilo seguro para los pobres pecadores".
Palabras que resaltan todo el esfuerzo del amor infinito de Jesús hacia los pecadores. San Ambrosio, comentando el Génesis, hace esta reflexión: "Creado el hombre, Dios descansó, Él había creado el cielo pero no leo que descansara, había creado el sol, la luna, las estrellas, los animales, los árboles...pero no leo que descansara. Sin embargo, leo que Dios, creado el hombre, descansó: porque por fin existía alguien a quien poder perdonar".
El profeta satánico Heine, en tono irónico dijo El oficio de Dios es perdonar. Creía haber blasfemado y no hizo sino explicar una solemne y consoladora verdad sobre Dios, cuya materia es bondad, cuya obra es misericordia. Una verdad que revela las más íntimas inclinaciones del Corazón de Dios. Y la Iglesia, hablándonos de Dios, no nos enseña palabras vanas, sino que explica una realidad: una verdad que Dios se ha dignado revelarnos.

La misericordia es lo que más resalta, porque ella constituye el fundamento de la materia divina. Y nos hace notar que estábamos en el tiempo en el que Dios amaba aparecer en las nubes entre rayos y truenos mientrars regía su Hijo con vara férrea
¿Y qué dice San Pablo a ésto? "Bendito sea Dios... Padre de la misericordia y Dios de todas las consolaciones". El Evangelio nos enseña que esta palabra es revelada por Cristo mismo. Sabemos bien con cuanta insistencia Jesús ha gastado los dias y los recursos de su vida terrenal para inculcarnos esta grandísima verdad. "Dios es nuestro Padre"; Y esta palabra Padre es un misterio en el cual la potencia creadora se revela toda bañada de amor, de bondad y de misericordia.
Dios tiene el nombre de Padre, siempre lo ha tenido: nos dice Isaias: "Señor Dios Nuestro, nuestro Redentor: nombre que existe desde la eternidad". Con el nombre, tiene el Corazón y los afectos de Padre: nos ama porque es Amor, ama a sus hijos "Yo amo a los que me aman " (Proverbios). Y esto nos hace maravillarnos porque sabemos que Él ama y con un amor de predilección: también a los ingratos, a los malos, a los pecadores. Y esto nos hace maravillarnos porque sabemos que Él ama y con un amor de predilección: también a los ingratos, a los malos, a los pecadores

Para el Padre, una sola es la preocupación: reanudar los vínculos de amor que la ofensa ha roto. Ésto es posible sólo con el Amor Misericordioso que provoca el arrepentimiento y la voluntaria reparación: el papá sigue la lógica de su corazón. Ésta es la lógica seguida por el Padre celestial y lo sabemos porque Él mismo lo ha dicho. Y recordemos que el Corazón de Dios es el Corazón del Padre Eterno: no cambia los sentimientos, Él permanece así para todos los pecadores de todos los tiempos.
Si la Palabra del Padre no es aun suficiente para llenarnos el corazón de fe, en su inagotable amor, observemos sus obras: ellas muestras mejor que cualquier otra consideración su paternal bondad, su absoluta y universal voluntad de misericordia y de salvación.
Al habernos dado a su Hijo Jesús, manifiesta la voluntad de su amor. Y, sin embargo, ésto no es todo: no nos ha dado a su Hijo simplemente, sino que lo ha enviado a estar con nosostros con una misión específica: "Inmolar su vida para la salvación de todos".
Es muy cierto que nuestros pecados, más que la justicia, provocan los Excesos de su Misericordia. Mirémos al Crucificado. éste es el libro en el que se lee como Dios, odiando infinitamente el pecado y castigándolo con rigor tremendo, permenece misericordioso con los pecadores, y especialmente con ellos. Si el Padre nos ha mado hasta sacrificar a su Hijo, en la más dolorosa de las muertes, ¿cómo no creer que Él tenga en el corazón, para nosotros, tesoros inmensos de misericordia?.

Meditemos otra vez la misericordia usada para con San Pedro. Esta página del Evangeliosigue absolutamente las leyes de la psicología humana; es un misterio que Dios ha querido para que fuese realzado con vivo esplendor lo bañado de su divina misericordia. El pecado de Pedro, bien lo podemos poner en la categoria de los cometidos con los ojos abiertos. Todas las más elementales medidas de prudencia, fueron pisiteadas por Pedro: las llamadas y las predicciones de Jesús, la oración en la tentación, la huída de las ocasiones. El pecado que ha cometido ha sido en verdad enorme. Comenzó a imprecar y a jurar: "No conozco a ése hombre". (Mc 14,71).
Estas palabras que Jesús casi oyó con sus oídos le dañarían el corazón, como otras culpas graves. Y, sin embargo, pocos instantes después, Pedro no corre a los pies de Jesús, sino que es el divino Maestro el que toma la iniciativa y se vuelve adrede para localizarle, entre el grupo de enemigos, al perjuro apóstol.
Los ojos del apóstol, consciente ya la iniquidad se encuentran con los de Jesús y, ¿qué es lo que leen?, ¿quizás una sentencia condenatoria?. Si así hubiese sido, hoy no veneraríamos a Pedro, sino que lo ignoraríamos junto a Judas: la mirada de Jesús ha sido un claro y solemne atestado de perdón; por eso, de los ojos de Pedro brotaron lágrimas amargas de penitencia, no de desesperación.

El simple perdón había sido una manifestación aun pequeña de Misericordia. jesús tiene por norma general, destinar a grandes cosas; a gran santidad a las almas que han tenido una gran necesidad de perdón.
Así, vemos a Zaqueo, jefe de ladrones, convertirse de golpe en gran santo: lo ha hecho posible el uso heróico de sus riquezas. De Magdalena, dice Crisóstomo: "La Samaritana, de escándalo público, es transformada en apóstol". A Pablo, del más violento perseguidor, la gracia le hace Apóstol más infatigable y ardiente.
Pedro tenía en su haber una promesa "Tú eres Pedro y sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia" ¿Sería igualmente realizada tras su indigna conducta?. Bien podía dudar, pero había tenido la cualidad de olvidar que los dones y las llamadas de Dios son gratuitos, y no están ligados a la condición moral del hombre, criatura.
Y Jesús, a su apóstol caído, arrepentido, le otorga además una cordial intimidad: Antes de la caída, para todos los dias de la vida pública, no se lee que Jesús se haya entretenido a solas con Pedro: vemos tras la caída qué intimidad dulcísima es admitido.
Una de las primeras apariciones de Jesús Resucitado está reservada para Pedro, antes que con otro apóstol, sobre el lago de Galilea, Jesús llama aparte al apóstol para dialogar íntimamente "Pedro, ¿me amas más que éstos?".

De su pecado no se menciona ni palabra: esto es sólo triste pasado, aunque cercano en el tiempo. Está ya tan y tan lejos en el corazón de Jesús, que sólo hablan de amor. Así se cumple el misterio del amor misericordioso. Junto al perdón, la predilección, la confirmación de la vocación: con poderes y privilegios singularísimos.
Jesús sabe superar los momentos de debilidad en previsión de cuánto vendrá después, porque sabe que bajo la debilidad reside una capacidad de amor ilimitado. En efecto, conoceremos la vida de pedro tras la venida del Espíritu Santo; diremos que la fragilidad está ordenada a la magnificencia, al estupor: en las manos de Dios todo se convierte en sublime. Hoy nos acercamos con serenidad ante la pureza de Pedro y lo veneramos por la presencia de Dios grande, sabio y bueno en sus obras.

Volvemos a invitar

Si tu corazón está ansioso por hacer algo por los hermanos que sufren por el sufrimiento o la soledad, puedes suplicar con ardor al Señor. La oración es una de las formas más altas de caridad.

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