El Padre Pío Libanés
En las alas del amor
San Charbel, un santo que aún vive, porque se deja guiar por el espíritu de Cristo y creyendo en su amor se hace santo de libertad, de separación, de pureza, por eso fue maestro de alegría.
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Prodigios atribuidos a San Charbel Makhlouf
Un día, en el que las provisiones del convento escaseaban, eo superior ordenó al santo bendecir la despensa. Tras haber asperjado los cántaros con agua bendita, las orzas se llenaron de grano. Lo mismo sucedió con el aceite.
En 1885, cuenta un Padre,una plaga de saltamontes, tapando literalmente el sol, se abatió sobre Annaya y los pueblos vecinos. Viendo el terrible peligro, el Superior ordenó al ermitaño Charbe, bendecir el agua e ir a asperjar los campos. Todas la tierra que el pudo alcanzar quedaron protegidos. El agua bendecida por el Santo, y utilizada por los mismos habitantes,defendió sus cultivos del ataque de las langostas.
Un año en que los saltamontes la región de las cosechas, el P. Elias de Mechmech, ordenó al santo asperjar los confines de la propiedad del convento con agua bendita. Charbel obedeció, pero se olvidó de una finca. Los saltamontes devoraron llanuras, colinas, campos secos y frondosos y, en el medio de la desolación total, se salvó todo lo que el ermitaño bendecido, excepto el campo que había olvidados.
En otra ocasión los saltamontes amenazaron Tourzayya: un pueblo habitado por cristianos y musulmanes. Los cristianos se adelantaron a llamar a Charbel y el superior lo envio a bendecir sus campos. Las langostas se dirigieron entonces hacia las tierras de los musulmanes, que, a su vez, pidieron ayuda al santo. Tras su bendición, la nube predadora abandonó la región.
El P. Charbel no mataba insectos, ni hormigas,ni animales venenosos, porque respetaba toda criatura de Dios. Un día una víbora se metió entre las fisuras del muro de la viña. Los campesinos, asustados, recogieron piedras para matarla, pero puesto que no mataba desde su cubil, pensaron en derribar el muro para sacarla. Charbel llamó a la víbora u le ordenó irse. Ella salió del refugio u se alejó, dócilmente, de la viña.
El P. Charbel estaba rezando el oficio de media noche y el superior le mandó llamar. El santo deo el rezo y se acercó de inmediato al convento. La urgencia se debía a una epidemia que afectaba a las cabras y amenazaba con exterminarlas. El superior le pidió bendecirlas y los animales se restablecieron.
La mula del convento, por un malestar imprevisto cayó al suelo con los ojos vueltos. Resultando inútiles las tentativas de ayuda, los monjes llamaron al P. Charbel. Tras sus plegarias el animal se levantó.
Un estudiante pasó el verano en el convento de Maifouq: en la celda de fray Bartolomé de Aito: vio algunas chinches muy flacas y extenuadas, le pidió explicaciones y el compañero le dió una botella: "¿Ves aquel agua - le respondió - "La ha bendecido el P.Charbel. Cuando la usi para hisopear la celda, las chiches adelgazan y ya ni tiene fuerza para pinchar".
Un ganadero de Batroun oró al P. Charbel para salvar a su animal de una epidemia mortal. El santo le respondió: "Soy quizás Dios para impedir la muerte?". Luego le dió agua bendecida con la que el campesino hisopeó el rebaño, y curaron.
Más veces el P.Charbel evitó la ruina de lo ganaderos. Para salvar a los gusanos de seda, bastaba con hisopearlos con agua bendecida por el ermitaño.
Un año la sequía amenazó a la ganadería y a los gusanos de seda: en el periodo de la cuarta muda morían. El superior del convento de Qartaba a un monje al P. Charbel para pedirle una botella de agua bendita y los gusanos de seda curaron. La sequía duró ocho años, pero los gusanos de seda fueron salvados por el mismo sistema incluso las añadas siguientes.
Una vez, una enfermedad de las moreras provocó una epidemia en la ganadería de un campesino. Los gusanos de seda amarilleaban, se arrastraban por los bordes de los cañizos y caían al suelo. El ganadero los hisopó con el agua bendecida por el P. Charbel y los gusanos se restablecieron, volvieron sus gusanos, empezaron a comer y la ganadería dio una gran cosecha.
Chmoury de Bautron se dirigió al eremita posque sus gusanos de seda disminuían a gran velocidad y no conseguía explicarse el motivo. Fue suficiente un poquito de agua bendecida por el santo y pocos días. después, junto a los cañizos encontró a unos ratones, a parásitos y a una serpiente muerta, como si el agua hubiese sido un veneno para los predadores.
Saba Ghostine Obeid de Ehmej cuenta que en su ganadería los ratones se multiplicaban sin medida, devorando a los gusanos de seda. El campesino mojó los cañizos con el agua bendecida por el P. Charbel y al día siguiente encontró a todos los ratones muertos, pero el santo le rogó no comentar lo ocurrido.
Youssef Hassouni, hermano de congregación del P. Charbel, afirma: "Cuando era novicio y leía la vida de los santos, dudaba de los hechos y de las virtudes atribuidas a los ermitaños y a los beatos, y creían que eran exageraciones, porque superaban las posibilidades humanas. La contínua cercanía del P. Charbel y experimentar personalmente sus virtudes, ha conseguido en mí la certeza de que la Gracia Divina hace prodigios en las almas y todo lo que se lee en la vida de los santos es inferior a lo que he visto hacer, en directo, por el P. Charbel: un gigante de la austeridad y de la penitencia".
Desde el 22 de Abril de 1950 los hechos prodigiosos, junto a la tumba del P. Charbel se multiplicaron sin medida: tanto, que se difinió como el año "charbeliano". Desde aquel día los monjse anotaron los milagros en los registros del convento y, en pocos meses, fueron recogidos más de dos mil testimonios. De la gente que se acercaba al sepulcro, del ermitaño de Annaya, se oía con frecuencia el grito de: "Milagro, milagro" y las campanas repicaban con alegría ante el anuncio de cada hecho prodigioso.
He aquí algunos testimonios de aquel periodo, extraidos de los registros de Annaya:
El 22 de Abril de 1950, con ocasión de la apertura de la tumba de P. Charbel, Emile Boutros de Maifouq, que se encontraba en el pasillo caminando con las muletas, fue curado. otro hombre, no pudiendo visitar la tumba por la exhumación en curso, se conformó con rozar el sombrero devotamente en el muro y, regresado a casa, se lo dio a la nieta paralizada, que empezó a caminar.
Youssef Sleiman Ibrahim Hanna, de diecisiete años y su hermana Chaidé de catorce, habían nacido sordomudos y hablaban mediante gestos. Se llegaron a la tumba de Charbel el 11 de Junio de 1950, y de inmediato recuperaron el uso del oído y de la palabra.
Hanna El Alani de Bcharre, a los nueve meses de vida, le cogió una fiebre tifoidea que lo dejó paralizado y sordo. En 1950, el chico tenía veinte años y, puesto que se estaba difundiendo la fama del P. Charbel, los padres lo llevaron junto a su tumba, pero sin resultados. Dos semanas después, el 6 de Junio, lo llevaron a Annaya, porque dió a entender que quería ver a Charbel. En el lugar, la madrelo friccionó con agua y aceite bendecidos. Hacia las tres de la tarde, Hanna se puso en pie y empezó a hablar y a bailar por la alegría.
Tanios Azar, de cuarenta y cinco años, oriundo de Jezzine, cayó de un árbol fracturándose la pierna derecha. Fue operado cuatro veces, pero caminaba con las muletas y con gran dificultad. En Noviembre de 1950 visitó la tumba de Charbel donde curó. De inmediato dejó las muletas y se fue a pie hasta la ermita.
En Noviembre de 1950 Antoine Joseph Sleir, a los 2 años de edad, enfermó de poliomielitis, que le afectó a la garganta. Para los médicos su muerte era inminente, pero la madre le hizo beber agua bendita y rezó a Charbel. El niño mejoró progresivamente hasta que curó. Los padres peregrinaron a la ermita a pie para agradecerselo al santo.
La mujer de Mansour Youssef Sabe, un albañil de Ghosta, estaba enferma de un tumor hacía cinco años. A pesar de una intervención quirúrgica y varias sesiones de radioterapia, el mal se agravó. Cuando oyó hablar de los milagros del santo, visitó la tumba con el marido. Aquí Charbel se le aparece y la cura de su mal. La mujer testificó el milagro en Julio de 1951.
Mandar Tannous Saadé de Lehfed, en 1951, sufría da cálculos renales. Su médico le dijo que el único modo de atajar el problema era una intervención quirúrgica. El hombre, preocupado, se acercó a la tumba de Charbel y al regreso empezó una novena en su honos. Al final de la novena, las molestias desaparecieron y el médico, perplejo, lo visitó y no encontró indicios de los cálculos.