Ser cristianos
Palabra de verdad
La liturgia hoy describe un camino para crecer en la fe que opera por medio de la caridad. El punto de partida lo presenta San Pablo: hacer memoria de la fe como don de Dios, que guarda y custodia.
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Como una semilla de mostaza
El salmista nos indica la estrella que orienta nuestro camino: es la voz del Señor que hoy nos habla, es la costumbre de la dulce escucha y conversación en la que la fe se explica como respuesta personal y responsable.
El evangelista Lucas nos propone en la oración confiada el ejercicio para reforzar nuestros pasos: Aumentar nuestra fe!
Nos invita el el profeta Habacuc: a no dejarnos abrumar por los acontecimientos, a no detenernos en las dudas angustiosas y a perseverar en la actitud de paciente espera pues las promesas divinas se cumplen aun en las aparentes situaciones límites de la existencia.
Acojamos las palabras de Jesús: si tuvieséis fe...no sólo como una amrga constatación de nuestra incredulidad, sino como una invitación tranquilizadora que dibuje ese don del que somos depositarios. Quizás es pequeño como el grano de mostaza, pero puede derrotar al mundo, esto es, todo lo que dentro y fuera de nosotros se opone a Dios, liberando el milagro de una nueva vida, rendida a la acción del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Las palabras de Jesús no son una invitación a tener una fe tan grande que haga milagros estrepitosos, espectaculares. Jesús quiere decir que nada es imposible para la fe. jesús no exige una fe enorme para transplantar un árbol o hacer posible lo imposible; una fe muy pequeña, como un grano de mostaza es más eficaz, siempre que sea una fe auténtica.
No importa la cantidad de fe, sino la fe en sí. Ella supone una actitud de apertura de quien se fia totalmente de Dios y le permite sólo a Él mismo manifestar su potencia.
Oración
¿Qué te pido si no es echarte en mis brazos?
No importa nada de lo que me das fuera de tí mismo,
porque yo no busco tu don, sino a tí
no bastaría poseer el mundo si no me tuvieses, tampoco Yo puedo aceptar
un ofrecimiento que no sea el de tí mismo.
Ofrécete a Mí y disfruta enteramente, a cambio del Dios que recibes
y entonces, sí, tu ofrenda será grata.
Considera cuánto he dado Yo: me he ofrecido todo al Padre por tí,
también dí mi Cuerpo y mi Sangre como alimento para tí,
para ser todo tuyo y tenerte como mío.
Sin embargo, si tú te quedas en tí, no sometiéndote a mi voluntad,
tu ofrenda no puede llamarse completa, ni total será nuestra unión.
Por eso, antes de cualquier otra acción tuya, necesitas la espontanea ofrenda de tí mismo a Dios, para alcanzar la libertad de espíritu y de la gracia.
En efecto, es ésta, la razón por la que son pocos los que llegan
a la luz sobrenatural y a la libertad interior: porque no son
capaces de renegar de sí mismos completamente.
No pierde nunca valor aquella mi enseñanza: Quién no renuncia a todo, no puede ser mi discípulo.
También tú, después, si quieres ser mi discípulo, tienes que ofrecerme tú mismo y todos tus cariños.
(Tomado de "La imitación de Cristo.", libro IV, Cap. 8).