Ser cristianos


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Cristianos

Eucaristía

Jesús está presente en la Eucaristía, no sólo en el momento de la consagración, sino de modo permanente Dogma de fe.

(Concilio de Trento sess. XIII).

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Doctrina de la Iglesia

El can.4 declara: "Quien dice que en el admirable sacramento de la Eucaristía no está el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, sino sólo en el uso,cuando se recibe, y no antes ni después, o que en las Hostias Consagradas que son conservadas o quedan tras la Comunión, no permanece el verdadero Cuerpo del Señor, sea excomulgado".

En el can. 6 establece: "Quien diga que el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, Jesús, Hijo unigénito de Dios, no debe ser adorado, también con culto externo de idolatría, y no debe ser, ni siquiera venerado, con especial solemnidad externa y no se le debe llevar solemnemente en precesión según el loable y universalmente difundido rito y costumbres de la Santa Iglesia, y no debe ser públicamente expuesto a la adoración del pueblo, y que sus adoradores son idólatras, sea excomulgado".

En el can. 7: "Quien dice que no es lícito conservar la Santísima Eucaristía en el Sagrario, sino que debe distribuirse de inmediato tras la consagración, o bien que no es lícito llevarla solemnemente a los enfermos, sea excomulgado".

La decisión del Concilio está dirigida contra la opinión, sostenida por Lutero, de que la presencia de Jesús está limitada al uso, esto es, al rendimiento que abraza la consagración, la distribución y la comunión; fuera del rendimiento Jesús ya no estaría presente, y por eso los restos de la celebración eucarística que no se consumieron en la cena sagrada, no es un culto particular.

La doctrina del Concilio de Trento es una profesión de fe en las palabras instituyentes de Jesús. Con las palabras "Esto es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre" el pan y el vino fueron transformados. Lo que entonces ocurre en el pan y en el vino no es anulado tras la celebración del sacrificio o de la cena.

Aunque en la cristiandad antigua la Eucaristía, generalmente, no era conservada para la adoración, sin embargo había excepciones que demuestran cómo se creía anteriormente la presencia de Jesús tras la celebración del sacrificio. Se llevaba la comunión a los enfermos que no podían participar personalmente en la celebración. En tiempo de persecución, los fieles se llevaban a casa el pan consagrado con el fin de fortalecerse para el martirio.

Enlace entre consagración y permanencia

Para juzgar rectamente la doctrina de la Iglesia debe tenerse en cuenta esto.
Aunque Jesús permanezca presente en la Eucaristía tras la celebración del sacrificio o de la cena, existe todavía una relación viva entre la celebración del sacrificio, la cena y el permanecer de la presencia de Jesús.
Cuerpo y Sangre de Jesús están presentes en la celebración del sacrificio, y precisamente bajo las especies del pan y del vino. Es el Cuerpo de Jesús, sacrificado y puesto en la Cruz, que permanece presente. Aunque no está presente sólo en el momento en el que está, aun está presente en su calidad de alimento.
Por eso, el Cuerpo del Señor presente no debe ser considerado como una realidad final en sí misma, sino está ordenada a los hombres.

Está caracterizado por el sacrificio destinado al banquete. Cierto, la presencia de Jesús es real tambien sin nuestro encuentro con Él: es independiente del hecho de que nos encontremos ante Él. Pero, por otra parte, la relación con nosotros no puede estar separada por Jesús presente en la Eucaristía. Él está siempre presente como el sacrificio de la Cruz, para servirnos de pan de vida. Está presente en el máximo dinamismo salvífico.

A la pregunta de la duración de la presencia del Cuerpo y de la Sangre de Jesús, se debe responder: es temporal, se desvanece tan pronto el proceso digestivo natural mude la especie del pan. Desaparecida las cualidades del pan, acaba la Presencia Real. La presencia de la Hostia Santa en nuestros cuerpos es sólo un medio para algo mucho más grande: la unión de nuestra alma con la Divinidad de Jesús.

Permanencia y piedad eucarística

Por esto la convinción de la presencia de Jesús ha tenido gran importancia. Para la piedad Ella es el fundamento para un encuentro entre el fiel y Jesús.

Plegaria

Alma mía, ¿qué haces?. No hay tiempo que perder: el presente es un tiempo precioso en el que podemos recibir todas las gracias que pidamos.

¿No ves al Padre Eterno que nos está mirando amorosamente, puesto que vé dentro de nosotros, sus hijos predilectos, que tanto nos ama?. Alejemos los demás pensamientos,reavivemos la fe, ensanchemos el corazón y preguntemos cuanto queramos.

No oyes a Jesús que nos dice: "Qué quieres que te haga?" (Mt 10,51). Es como si dijese: Alma, ¿qué quieres de Mí?. He venido sólo para enriquecerte y alegrarte: pide con confianza y tendrás cuanto quieras.

Dulcísimo Salvador mio, puesto que has venido a mí para concederme las gracias que Te pido y para satisfacer mis deseos, permíteme expresar mis peticiones. No te pido bienes terrenales, riquezas, honores ni placeres, sino que Te ruego que me concedas un gran arrepentimiento por las ofensas que Te he causado y dame una gran luz que me haga conocer la vanidad de este mundo y los méritos de ser amado.

Cambia éste corazón mío, desconéctalo de los sentimientos terrenales y dame un corazón conforme a Tu santa voluntad: que no busque más afuera sino Tu mayor complacencia y que aspire sólo a Tu Santo Amor. "Crea en mí, oh Dios, un corazón puro".
(Sal 51,12).

Mi Jesús: no soy digno de gracia tan grande, pero sí de Tí, puesto que has venido a vivir en mi alma. Te lo ruego por Tus méritos, los de Tu Santísima Madre y por el amor que Te une al Padre Eterno.

(Extraido de "Visite al Santíssimo e a Maria Santissima". San Alfonso María de Ligorio).