Ser cristianos
Aparece en el mundo
Una luz buena, rica en gracia y sumamente útil es una posición justa para colaborar con Dios en nuestro avance hacia Jesús para estar y encontrarnos en el ideal del Padre: es oportuno permanecer aun en Belén. Allí encontramos un hecho: Jesús nos llama a colaborar estrechamente mediante los signos de su aparición en el mundo.
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Jesús en el mundo
La Natividad es la primera aparición de Jesús en el mundo, la primera vez que Él está visiblemente sujeto, en su pequeño ser de hombre, a todas las circunstancias de tiempo, lugar, modo y finalmente a todas las esclavitudes de la vida en la tierra, no sólo sufriendo como nosotros, sino que es usado como lenguaje tanto más elocuente en cuanto que Él, tan pequeño, puede hablarnos sólo con su modo de ser.
Jesús aparece en el mundo sin decirlo a nadie, sin dar a conocer a los vecinos lo que Él es. Si hubiese nacido en su casa de Nazaret, todos sus parientes se habrían alegrado del acontecimiento junto a los vecinos del municipio. Se habría festejado. De este modo Jesús se había comportado como un auténtico pequeño nazareno, pero habría sido, por así decirlo, confiscado por su parentela terrenal y por su patria nativa.
Jesús nace durante un viaje, en medio de una muchedumbre anónima; así pertenece verdaderamente a todos y llega a todos discretamente: sin hacer ruído. Ciertamente que el Señor habría podido hacer muchos más esfuerzos para difundir la noticia. La prueba es que no ha olvidado movilizar a todos los ángeles del cielo y se ha conformado con conducir al pesebre a algunos pobres pastores.
Es la prueba de que habría podido fácilmente conducir a Jerusalén a todos los israelitas justos, de corazón puro y recto, adoradores de Dios y anhelantes en la espera del Mesías. Y eran bastante numerosos todos sus verdaderos amigos en el país de Judea y de Galilea. Es evidente que Dios no quiere imponer a Su Hijo Jesús: necesita que se acerquen a Él, que Se Le busque, que Se Le descubra. También los pastores y los Magos, advertidos directamente por Dios, habían debido buscar, con la ayuda de una señal que se limitaba a sugerir, sin que fuesen dirigidos directamente a la gruta.
Ciertamente que los pastores habrían debido de visitar más de una casa o de un establo antes de encontrar al pequeño envuelto en pañales. Respecto a los Magos, mucho debieron de hacer hasta descubrir, por medios normales, el lugar del nacimiento del Rey de Israel.
Jesús es infinitamente discreto: Él aguarda, y este modo de aparecer habría debido impacientar durante siglos. Los hombres jamás experimentaron esta discreción, verdadera señal de Dios. Este signo de debilidad que atrae a los hombres a su pesar, les lleva a rendirse, a confesarse vencidos: sin embargo, Jesús jamás se ha impuesto a ellos sino en cierta presencia que espera, solícita y atestigua el cielo de Dios mediante un humilde modo de ser que da la esperanza y la humildad, la paz y el amor sin que se sepa bien cómo.
Dios es un maestro que sabe verdaderamente como hablarnos utilizando las cosas terrenales, estos seres animados o innanimados, y los acontecimientos de la historia de los hombres. Jesús quiere continuar mediante la fraternidad que atrae y convence sin que se sepa porqué.
Toda fraternidad debe ser, en el mundo actual, como la gruta habitada de Belén: una aparición de Dios en el mundo. No una vana imitación exterior y sentimental, sino una realidad que se prolonga y está llena de la misma vida de Jesús, que quiere así continuar en sus miembros sus propias situaciones de vida.
No sólo su sacrificio y su cruz merecen ser perpetuados hasta nosotros, sino que todo aquello que en Su vida terrenal tenía sentido, todo lo que Él ha vivido lo ha comunicado a los hombres a través de su modo de vida y su forma de ser.
Belén es un signo que conduce a Dios. Esta señal es tan discreta que pueden notarla e ir a Dios a través de ella sólo los hombres que Él mismo tiene prevenidos en su corazón. Jesús ha aparecido así a los hombres y continúa haciéndolo a muchísimos.
A A Jesús Misericordioso
Oh Jesús, amigo de mi corazón,
Tú eres mi único refugio y mi único descanso
eres mi salvación en la tempestad de la vida,
mi serenidad rn las tribulaciones del mundo.
Eres para mí la paz en las tentaciones,
el sostén en las horas de desesperación y la victoria en el combate
que sostengo que llevar a las almas al reino.
Tú sólo puedes comprender a un alma que sufre en silencio,
porque conoces nuestras culpas y nuestras debilidades
tan bien, que incesantemente nos perdonas,
nos alivias y haces que aprendamos a amarte cada vez más
Jesús, confío en Tí
Amén
Consagración a Jesús Misericordioso
Misericordiosísimo Salvador, me consagro totalmente y para siempre a Tí.
Transformame en dócil instrumento de tu misericordia.
Oh sangre y agua que brotaron del Corazón de Jesús
como fuente de misericordia para nosotros,
confío en Tí.