Ser cristianos
Subió a Jerusalén
De Lucas: En aquel tiempo Jesús se llevó aparte a los doce y les dijo:"He aquí que subimos a Jerusalén y se cumplirá todo lo que está escrito por el profeta respecto al Hijo del Hombre. Será entregado a los paganos,escarnecido, flagelado, cubierto de salivazos. Y después de haberlo azotado, lo matarán: pero al tercer día resucitará".
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Jesús subió a Jerusalén
Al releer atentamente la narración de la vida de Jesús, como la podemos reconstruir por los Evangelios, sobre todo el de Lucas, se tiene la impresión de Jesús vive su vida en continuo movimiento y ascensión a Jerusalén. Lucas con mucha frecuencia pone en relieve el camino de Jesús hacia Jerusalén, como un acercarse poco a poco hacia una cima que Él ha iniciado a escalar desde el primer momento de su aparición en la tierra. Cuando haya subido a Jerusalén, entonces se cumplirá todo aquello que de Él han dicho los profetas.
Nos parece casi poder reconstruir así, brevemente, el itinerario de la vida humana de Jesús: saliendo desde la Jerusalén celestial, del seno del Padre, para llegar a Belén, apenas se encuentra con sus hermanos, todos los hombres, Él comienza el viaje de regreso hacia Jerusalén, de la cual partió.
Su viaje dura pocos años, sólo porque Él está obligado a deternerse para atender a los hombres, los cuales, con poco esfuerzo y desmedrados, se atreven a ponerse en camino. Cuando haya subido a Jerusalén, hasta el final de su vida terrenal, Él, como primogénito, casi como un guía introducirá en la morada del Padre a la larga procesión de la humanidad que acabará en el fin del mundo.
Jerusalén está siempre presente en la mirada de Jesús. En el monte de la Transfiguración en presencia de Pedro, Santiago y Juan, junto a Moisés y Elias, habla de su tránsito que debía cumplirse en Jerusalén. Y cuando estaba llegando el día de su partida, Él tomó la decisión de acercarse a Jerusalén.
En la Jerusalén terrenal Lo espera, sin embargo, el mismo clima que ha encontrado en Belén. Allí había un pesebre, en Jerusalén estaba el Templo, pero sobre él llora Jesús y se lamenta sobre esa ciudad que será destruida por no haber escuchado al Profeta.
Aun brillaba una luz en las tinieblas, la Luz que apagaría definitivamente a las tinieblas, pero las tinieblas se preparaban para intentar apagar la Luz.
La incredulidad de la ciudad de Jerusalén por la que Jesús ha llorado, representa la incredulidad y la dureza de la Jerusalén terrenal que es cada alma, destinada a morir, porque no ha escuchado a la luz y ha matado al Profeta.
Es necesario tener valor para ir hacia Belén, del mismo modo que para partir a Jerusalén porque allí debe consumarse el sacrificio y debe ser dado a los hombres el agua y el pan nuevos. En Jerusalén Jesús dijo: "He deseado tanto comer con vosostros esta Pascua" y además: "No es conveniente que un profeta muera fuera de Jerusalén".
Ha subido a Jerusalén "la más desconcertante y más grande medida del amor de Dios". "Subimos a Jerusalén y allí se cumplirá todo lo que está escrito por los profetas respecto al Hijo del Hombre: será entregado a los paganos, escarnecido, flabelado, cubierto de salivazos. Y tras haberlo azotado, lo matarán. Pero al tercer día resucitará".
Es verdad que la misión de Jesús no tiene como meta la muerte, sino la resurrección: pero es más cierto que Él sube a Jerusalén para morir, morir de la muerte querida por el Padre y anunciada por los profetas.
En Jerusalén está el gran templo de Dios, donde Él quiere ser adorado. En Herusalén, en el templo de Dios, Jesús se detuvo cuando era niño. Allí Él cumplió su misión. Jerusalén es la casa del Padre, Jesús está en la casa del Padre y hacia ella nos conduce.
Si el camino hacia Belén ha sido muy largo, el de Jerusalén, para Jesús, ha sido muy pesado con toda la carga de pecados y de miseriass. Una humanidad sorda, hostil, engañosa que, aun hoy, no se decide a subir hasta Jerusalén donde Jesús nos espera.
Pero Jesús, como primogénito, mediador, sacerdote y víctima nos ha introducido en Jerusalén, ya no debemos continuar "subiendo". Que nuestra marcha se mantenga unida. No somos un vagando solitario en un camino desierto, ni nadie puede entrar a hurtadillas en la casa del Padre.
Para ser admitidos en Jerusalén necesitamos no haber cometido iniquidad, sino esforzarnos por entrar por el camino recto que comporta valor, decisión, empeño, constancia y generosidad. Tener pureza de fe (sin inseguridades ni dudas), pureza de amor (sin egoismos ni preferencias), pureza de obras (sin estafas ni engaños), pureza de servicio, injertados en Jesús que, en el umbral del Padre Celestial, nos toma de la mano y nos lleva al sitio asignado por el Padre desde toda la eternidad.
Oración a Cristo Salvador
Tú eres el Cristo,
mi Padre Santo, mi Dios,
lleno de misericordia, el gran Rey,
mi buen Pastor, mi único Maestro,
mi magnífico socorro,
mi haemosísimo amado, mi pan vivo
mi sacerdote para siempre
mi guía hacia la patria, mi verdadera luz;
mi santa dulzura
mi camino recto, mi sabiduría diáfana,
mi modesta sencillez,
mi pacífica concordia,
mi total protección,
mi herencia preferida
mi sempiterna salvación.
Cristo Jesús, amable Señor
¿Porqué he amado, porqué he codiciado
en mi vida fuera de Tí, Jesús Dios mío?
Oh, todos mis deseos
inflamáos de este momento
y confluíd en el Señor Jesús;
corred, ya es tarde:
deprisa hacia el objeto deseado;
buscad Al que buscáis.
Oh Jesús
Quien no Te ame sea anatema
Quién no ama Te sacia de amarguras...
dulce Jesús,
que todo buen sentimiento
se adapte a tus alabanzas.
Te amo, en Tí se deleita, de Tí se asombra
Dios de mi corazón y mi heredad.
Cristo Jesús,
sustituye a mi corazón
y quédaTe a vivir en mí;
Que mi espíritu se eleve
la llama viva de Tu amor
y prende en mí un incendio;
que arda siempre en el altar de mi interior,
que me abrase hasta la médula
propagándose hasta las fibras de mi alma
y en el día de mi muerte
que me encuentre consumado junto a Tí...
Amén
(San Agustín)