Leopoldo Mandić


San Leopoldo Mandic como San Pío

Santos Su manera de confesar se parecía a la del Padre Pío porque, a veces, su comprensión se confundía con laxitud.

San Pío de Pietrelcina y San Leopoldo Mandić fueron los dos "Santos de la Misericordia".

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Profecía de San Leopoldo

El santo reveló que esa noche había tenido una visión horrible: el Señor le había mostrado Italia sumergida en un mar de fuego y sangre. En mayo de 1944, el convento de Padua fue alcanzado directamente por cinco grandes bombas aéreas enemigas. El convento de los Capuchinos quedó parcialmente destruido, quedando intactas tanto la celda del Santo como la estatua de la Inmaculada, que permaneció ilesa en su hornacina.

La capilla de la Virgen quedó parcialmente destruida, pero la estatua de la Inmaculada permaneció ilesa en su altar.

San Leopoldo un Santo para recordar

San Leopoldo es recordado por todos como el apóstol de la misericordia. Miles de personas acudieron a su confesionario: muchos de ellos recibieron gracias o al menos fueron consolados por una amistad y una guía que dejaron profundas huellas. Con su fe y humildad excepcionales supo acercar muchas almas a Dios. La verdadera historia de este hombre, muerto pero presente, es escrita cada día por las multitudes de peregrinos que acuden al Convento de la Santa Cruz, cerca de su tumba.

El padre Leopoldo se mostró convencido de que el regreso de los disidentes a la Unidad se producirá un día u otro. Escribió a su director espiritual: «Cuando nosotros, los sacerdotes, celebramos los sagrados misterios con esta intención, es Cristo mismo quien ora por nuestros hermanos separados. Ahora, en cambio, conocemos la eficacia de esta oración de Cristo, que siempre es contestada". Descubrió otra garantía de este retorno en la profunda devoción de los orientales por la Virgen María.

Una Madre tan buena no puede abandonarlos. «Oh Virgen Santísima, escribe, creo que te preocupas mucho por los disidentes orientales. Y deseo colaborar de todo corazón con vuestro cariño maternal." Todos los fieles están también llamados a participar en el santo Sacrificio de la Misa y a orar a la Santísima Virgen con vistas a la reunificación de los cristianos.

Hay muchos aspectos de la vida de San Leopoldo Mandic que todavía hoy constituyen un faro para iluminar la existencia humana. El primero es el discernimiento de la propia misión: Leopoldo era un hombre apasionado por las lecturas patrísticas, atraído por el estudio de las Sagradas Escrituras, estudioso de esos aspectos doctrinales y profundo conocimiento del alma humana. Se trata de un conjunto de factores que constituyeron la preparación adecuada para afrontar con éxito el diálogo ecuménico, principio de la auténtica reunificación eclesial. Sus enfermedades orientaron providencialmente su misión hacia la dedicación total al misterio de la confesión, haciéndole afirmar que su "oriente" era la ciudad de Padua y su vocación era llevar la misericordia de Dios a muchas almas, un apostolado confinado en el espacio de un confesionario, donde dio confianza a los inseguros, esperanza a los pecadores y consuelo a los afligidos.

Muchos fieles rara vez recurren a este sacramento por diversos motivos: la vergüenza de confesar sus pecados, el miedo a ser juzgados por el mal cometido, la pereza espiritual que los empuja a posponer el encuentro con la misericordia de Dios hasta una "cita para " ¡Cuánto necesita la Iglesia sacerdotes que inyecten el suero de la misericordia para detener el flujo de ese veneno mortal con el que la antigua serpiente quiere destruir a sus presas!

Aún hoy podemos hablar de la actualidad de su mensaje, Leopoldo quería que las personas se amaran, no se maltrataran, no violaran la conciencia de los demás, no cometieran injusticias; quería que se alimentaran de la fe, que se acercaran regularmente a los sacramentos, que los fieles reconocieran en la Eucaristía el don más grande concedido por Dios a los hombres, que el débil, el pecador, el angustiado, renaciera y se fortaleciera al acercarse a la confesión.

El padre Leopoldo era afectuoso, indulgente, atento a las necesidades de los demás, se olvidaba de sí mismo, hasta el punto de descuidarse por el hambre, el sueño, el sufrimiento. Dormía muy poco, casi ni comía, con el paso del tiempo la artritis y los dolores de estómago lo debilitaban, se entregaba a largas oraciones sobre el suelo frío y húmedo, agradecía el sufrimiento. Sin embargo, el humilde fraile estaba dotado de un alma ardiente y solía volverse al Señor, pidiendo perdón por sus pecados, y se ofrecía a sufrir para expiar los pecados de los demás: el misterio del hombre de Dios.

San Leopoldo fue un hombre lleno de amor que nos dejó una huella profunda, un ejemplo luminoso, gastó hasta la última gota de sus fuerzas en los demás. En nuestra fragilidad y necesidad, tener un patrón ante Dios como San Leopoldo significa abrir una ventana de esperanza precisamente donde nuestras fuerzas por sí solas no pueden llegar.