La Penitencia


Ayuno

Monasterio Leemos en la Sagrada Escritura que el Señor decía a su pueblo, hablándoles de le necesidad de hacer obras para complacerle y formar parte del número de los santos.

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Limosna y oración

Cura de Ars

"Las cosas que os pido no están más allá de vuestras fuerzas, no es necesario alcanzar las nubes ni atravesar los mares. Todo lo que os mando está al alcance de la mano, en vuestro corazón y a vuestro alrededor".

Puedo repetir lo mismo: es verdad, jamás tendremos suerte de ir al cielo si no hacemos obras buenas, pero no nos asustemos. Lo que Jesucristo nos pide no son cosas extraordinarias, ni sobrepasan nuestras capacidades, no nos pide estar todo el día en el templo, ni siquiera hacer grandes penitencias, porque arruinaría nuestra salud, ni tampoco dar todos nuestros haberes a los pobres (aunque estamos obligados a aliviarles en cuanto podamos y lo debemos hacer para agradar a Dios que nos lo manda para reparar nuestros pecados).

Es cierto que debemos practicar la mortificación en muchas cosas, dominar nuestras inclinaciones. Pero, me diréis, habrá alguno que no pueda ayunar, otros no podrán compartir sus bienes o están tan ocupados que no puedan hacer sus oraciones de la mañana y de la noche, ¿cómo podrán salvarse si se necesita orar continuamente y hacer obras buenas para alcanzar el cielo?. Visto que todas vuestras buenas obras se reducen a la oración, al ayuno y a la limosna, podemos hacerlo muy fácilmente como veréis.

Sí, incluso no teniendo buena salud o estuviésemos enfermos, fuésemos pobres, podemos dar limosna y si muchas fueran nuestras ocupaciones, podemos orar al buen Dios sin ser molestados en nuestros asuntos, orar por la noche y por la mañana e incluso todo el día. He aquí cómo nosotros practicamos: siendo pobres, podemos dar limosna. Un ayuno que es muy grato a Dios es privarnos cada vez de algo que nos gustaría hacer, porque el ayuno no consiste en privarse de comer o beber, sino en la privación de lo que nos es grato: unos pueden mortificarse en el modo de enmendarse, otros privándose de visitar a unos amigos, los demás en las palabras y en las conversaciones que gustan mantener: estos hacen un gran ayuno y muy grato a Dios cuando se combate su amor propio, su orgullo, su repugnancia a hacer lo que no les gusta o estando con personas que contrarían su carácter o su modo de actuar.

¿Os encontráis en una situación en la cual podrías satisfacer vuestra glotonería?. En lugar de hacerlo, sin que nadie lo note, cogéis el que menos os guste. Si queremos aplicarnos bien, no sólo encontraremos el ayuno diario a practicar, sino en cualquier momento de la jornada.

Pero decidme, ¿hay aun ayuno más grato a Dios que sufrir con paciencia ciertas cosas que con frecuencia son muy desagradables?. Sin hablar de las enfermedades y de tantas aflicciones que son inseparables de nuestras pobres vidas, ¿cuantas veces no tenemos la oportunidad de mortificarnos, aceptando lo que nos incomoda o nos repugna?. Ahora un trabajo que nos aburre, una persona antipática, una humillación que nos cuesta soportar. Aceptemos todo esto por el buen Dios y sólo por complacerLe estos son los ayunos más gratos a Dios.

Digamos que hay un tipo de limos na que todos pueden hacer.

La limosna no sólo consiste en compartir alimentos con los que tienen necesidad o ropa con quien no la tiene; están todos los favores que se hacen al prójimo, lo mismo para el cuerpo que para el alma, cuando lo hacemos en espíritu de caridad. Cuando tenemos poco, demos poco, cuando no tengamos, prestemos, si podemos. El que no puede proveer a las necesidades de los enfermos, puede visitarlos, consolarlos con palabras, orar por ellos para que ofrezcan su enfermedad. Todo es grande y precioso a los ojos de Dios, cuando actuamos por motivo de religión y de caridad, porque Jesucristo nos dice que un vaso de agua no quedará sin recompensa. Ved que, aunque seamos pobres, podemos fácilmente dar limosna.

Por grandes que sean vuestras ocupaciones, hay una especie de oración que podemos hacer de continuo, incluso sin distraernos de nuestras ocupaciones y he aquí cómo se hace: hacer la voluntad de Dios. ¿Os parece difícil esforzarse sólo por hacer la voluntad de Dios en nuestras acciones, por pequeñas que sean?.