El Amor

Amor verdadero

Amor

San Alfonso María de Ligorio

Jesús,el maestro del amor, con su ejemplo, nos ha hecho ver que también nosotros podemos amar por encima de cualquier interés.

Dejémonos embelesar por el Amor de Dios: Él nos dará alas como las del Águila para volar pos su cielo.

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Consideremos

Tus ojos verán a tu maestro (Is 30,20). A los hombres se les prometió ver en directo a su divino Maestro. Toda la vida de Jesús, fue un contínuo ejemplo y escuela de perfección, pero fue sobre todo en la cátedra de la cruz donde Él nos enseñó sus mejores virtudes. En la cruz nos enseñó bien sobre la paciencia, especialmente en tiempos de enfermedad, pues en ella Jesús enfermó sufriendo con gran paciencia los dolores de su amarguísima muerte. Con su ejemplo, en la cruz nos enseñó una paciencia perfecta a los divinos preceptos, una total resignación a la voluntad de Dios y, sobre todo, cómo se debe amar. Paolo Segneri Jr. dijo a una penitente suya que escribiera a los pies de la cruz escribiera "Así se ama".

"Así se ama" parece que nos dice el Redentor, en la cruz, cuando nosotros por no sufrir algo, abandonamos las obras de su agrado y talvez podemos llegar a renunciar incluso a su gracia y a su amor. Él nos ha amado hasta la muerte y no bajó de la cruz sino tras habernos dejado la vida.

Cuando sea alzado de la tierra, atraeré todo hacia mí. Dijo esto para indicar de qué muerte iba a morir (Jn 12,32-33). Jesús dijo que cuando fuese levantado en la cruz, con sus méritos, con su ejemplo y con la fuerza de su amor, Él atraería a los hombres hacia su amor. "Oh almas redimidas - nos exhorta la santa Iglesia - mirad el rostro de vuestro Redentor en la cruz, donde todo su aspecto inspira amor e invita a amarlo". San Agustín añade: "Tiene la cabeza inclinada para darnos el beso de paz, los brazos abiertos para abrazarnos, el corazón abierto para amarnos".

Oh maestro de amor, los maestros del mundo enseñan con la voz, Tú, en cambio,sobre este lecho de muerte, enseñas con el dolor; ellos enseñan por interés, Tú por afecto, no pidiendo otra recompensa que nuestra salvación. Jesús mío, sálvanos dándonos la gracia de amarte y agradarte siempre. Amarte es nuestra salvación.

Mientras Jesús agonizaba en la cruz, los hombres continuaban atormentándolo con escarnios y vituperios. Algunos le decían: "Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo". Otros. "Si eres el rey de Israel, baja ahora de la cruz". Y mientras éstos los injuriaban, Jesús se dirige al Padre eterno no para condenarlos, sino para alcanzarles el perdón: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen".
(Lc 23,48).

Fuego que quema

En el Antiguo Testamento Dios ordenó que sobre el altar ardiese continuamente el fuego. San Gregorio Magno dice que los altares de Dios son nuestros corazones, en los cuales debe arder siempre el fuego de su divino amor. Por eso el eterno Padre, no contento con habernos dado a su Hijo que nos ha salvado de la muerte, quiere darnos también al Espíritu Santo, para que habite en nuestros corazones y nos mantenga continuamente encendido el fuego de su amor. Jesús mismo declaró que había venido a la tierra para encender nuestros corazones con este santo fuego, y que no deseaba sino que verlo encendido. Por tanto, Él, olvidando las injurias y las ingratitudes recibidas en la tierra por los hombres, subió al cielo y nos envió al Espíritu Santo. Así nuestro Redentor, tras habernos amado entre sufrimientos e ignomias terrenales, nos ha amado y nos ama en su gloria.

El Espíritu Santo quiere aparecer en el cenáculo en forma de lenguas de fuego para encender de amor nuestros corazones. En efecto. la Iglesia reza: "Te rogamos, Señor, que nos inflames de aquel Espíritu que el Señor Jesús mandó a la tierra y quiso que se encendiese frecuentemente" Este santo fuego ha inducido a los santos a hacer grandes cosas por Dios: a amar a los enemigos, a valorar los desprecios, a deshacerse de los bienes materiales y a abrazar con alegría incluso los sufrimientos y la muerte. El amor no sabe estar ocioso y nunca dice "basta". El alma que ama a Dios, más hace por el amado, más desea hacer para complacerle y merecer su amor.