Amor verdadero
Espera
Sólo quien ama está dispuesto a perdonar porque el verdadero amor hunde sus raíces en el amor de Dios.
El Amor de Dios es el elevador de nuestra conciencia hacia una realidad más alta que el cuerpo y la materia.
El Amor gira en el mundo del Ser, donde todo sencillamente Es.
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Permanece para siempre
El Amor como un cofre de perlas preciosas, se ofrece aun a la petición de palabras de vida eterna. Escuchemos el mensaje. "Cuando presentes tu ofrenda ante el altar, de acuerdes allí de que tu hermano tiene algo contra tí, deja tu ofrenda ante el altar y vé antes a reconciliarte con tu hermano, luego vuelve a ofrecer tu don".
(Mt 5, 23-24).
Reconciliación es una palabra que es relevante y fuerza para colocarse en el centro de la posible comunión del hom,bre con Dios. Dejemos nuestro don en el altar y vayamos antes a reconcliarnos con nuestro hermano, luego volvamos a ofrecer el don.
El lenguaje del amor nos sorprende y nos desconcierta. Estamos llamados por el amor a un cambio de mentalidad y estamos puestos en medio, nosotros en persona.
Es el inefable misterio del amor que se hace modelo para nosotros en la reconciliación fraterna, y dice, que es necesario la escucha de un lenguaje que no es de este mundo, sino que es el idioma de Dios mismo. Es el silencio de la escucha, reflexionemos: ¿quién puede desear y pedir reconciliación si no tenemos al amor en nosotros mismos?
Con este imperativo vayamos a reconciliarnos: el amor se presente a sí mismo. Quien ama debe dar el priemr paso en la búsqueda de la conciliación. No lo podemos hacer si llevamos el mal en nosotros mismos, porque el mal impide amar. Si no buscamos la reconciliación, en nostros muere el amor.
Este paso parece muy difícil: sería más fácil que fuera el otro, el hermano que tiene algo contra nosotros, el que proponga la reconciliación. Cuantas dudas y preguntas surgen alrededor del precepto de la reconciliación
¿Es serio para nosotros preguntar por la reconciliación a otro que debería pedírnosla a nosotros, porque es el otro el que tiene algo contra nosotros? ¿No es mejor dejar estar y dejar que el tiempo cure las heridas y aclare la verdad para que resplandezca la justicia?
El amor nos ordena: vayamos a reconciliarnos aquí y ahora, con el hermano que tiene algo contra nosotros. Es un imperativo que presupone un lenguaje del cual se ha perdido el alfabeto: el lengua del amor, propio del Evangelio de Cristo.
Cuando damos el primer paso hacia el hermano a reconciliar, rehacemos el camino del amor eterno que nos sostiene, y que en nosotros y en el hermano renueva el misterio de su hacerse hombre para construir el amor. El esfuerzo que hacemos por reconciliarnos con el hermano, no es ciertamente un retroceso, sino un paso para romper las cadenas de la esclavitud que nos inmovilizan para el perdón.
Si no tenemos amor, no podemos tener una relación con Dios, aunque fuésemos profetas, aunque tuviésemos la fe más grande. Si no tenemos amor no somos nada y toda nuestra acción no sirve para nada. Es el amor el que da valor a la vida humana. El amor es grande porque reune en sí mismo la fe y la esperanza: el amor todo lo cree y todo lo espera, porque no tiene ocaso. El amor no busca lo propio. Y también debemos tener presente el modelo vivo del amor.
El amor lo puede todo porque confía en sí mismo y por eso no será engañado nunca. El amor además reconoce el riesgo de su existencia, sabe que la Existencia nos juzga incesantemente y lo pone a prueba frente al engaño que lo puede atrapar. Superemos el riesgo y la tentación de la desconfianza, creyendo en el amor y en la victoria del bien sobre el mal.
El amor no busca las propias cosas ni el propio interés: no espera ser correspondido, por eso no lo podemos engañar. San Pablo escribiendo a los Filipenses añade que "su esperanza no será confundida".
Esperanza y desesperación son apertura y espera del futuro: la esperanza es la elección y la afirmación de un futuro en el que el bien vence al mal: la desesperación afirma la imposibilidad de que el bien venza al mal.
Si las posiblidades están igualmente en el futuro, ¿porqué la desesperación afirma la imposibilidad de que el bien venza al mal y la esperana afirma al bien?. La respuesta está contenida en la declaración de San Pablo: "el amor todo lo espera". El amor es un don que se alimenta de sus propias donaciones: si se encierra en su egoismo el amor muere.
El amor permanece para siempre: sólo el amor. Sus palabras son de vida eterna y son comprendidas por todos siempre, a pesar de las distintas lenguas, dialectos, culturas y/o épocas históricas.