Santa Catalina
Plegaria a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Oh Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre nuestra,
con la más viva confianza en tu poderosa intercesión
tantas veces manifestada por medio de tu Medalla
humildemente Te suplicamos querernos obtener
las gracias que en esta novena Te pedimos.
Oh Virgen de la Medalla Milagrosa
que te mostraste a Sta. Catalina Labouré
como Mediadora del mundo entero y de cada alma
nosostros ponemos en tus manos y confiamos a tu Corazón
nuestras súplicas y esperanzas.
Dígnate presentarLas a tu Divino Hijo
y acogerlas si están conformes
a la Divina Voluntad y son útiles para nuestras almas.
Y tras haber levantado hacia Dios tus manos suplicantes
bájalas hacia nosotros para envolvernos con los rayos de tus gracias
iluminando nuestras mentes y purificando nuestros corazones,
para que por Tí guiados alcancemos un día la bienaventurada eternidad. Amén.
Consagración a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa
Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa y gloriosa Reina del universo,
como reconocimiento a Tu Realeza y para secundar tu maternal deseo
hoy nos consagramos total y perpetuamente a nosotros mismos y a nuestras familas
a tu Corazón Dolorido e Inmaculado.
Dígnate, Oh Madre buena, según tu promesa,
tomarnos bajo tu especialísima protección
y hacer llover abundantemente
sobre nosotros los rayos de tus gracias.
Defiende nuestros cuerpos, cura nuestras enfermedades
haz prosperar nuestros intereses y, sobretodo, santifica nuestras almas
conservando en nosotros la fe, aumentándonos la confianza en Dios,
dándonos la fuerza para observar Su Santa Ley, haciendo reinar en nuestra casa
aquella santidad de vida y aquella concordia de corazones
que reinaba en tu Sagrada Familia de Nazaret, para que en virtud de tu Medalla,
podamos un día ser todos partícipes de aquella felicidad eterna
por Tí aseguradaa tus devotos. Amén.
(Padre Avidano SM. Un segreto di felicitá,Opera Apostolato Mariano, Casale Monf. AL).
Plegaria a la Bienaventurada Virgen Inmaculada
Oh Poderosísima Reina de cielo y tierra e Inmaculada Madre de Dios y nuestra,
María Santísima, por la Manifestación de tu Medalla Milagrosa,
Te rogamos escuches nuestras súplicas y acógenos.
A Tí, Oh Madre, acudimos confiados:
infunde en el mundo entero los rayos de la Gracia de Dios
de la que eres tesorera y sálvanos del pecado.
Haz que el Padre de la Misericordia, por tu mediación,
tenga misericordia de nosotros
y nos salve de manera que podamos,
seguros, venir a verTe y honrarTe
en el Paraiso. Amén.
Ave Maria...
Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.
Súplica a la Bienaventurada Virgen de la Medalla
Oh Inmaculada Virgen, sabemos que siempre, y por todas partes,
estás dispuesta a acoger las oraciones
de tus hijos exiliados en este valle de lágrimas,
sabemos que hay dias y horas en las que
Te complaces en esparcir copiosamente tus gracias.
Oh María, aquí estamos postrados ante Tí,
justo en el mismo día y hora bendecidos,
por Tí, escogidos para la manifestación de Tu Medalla.
Venimos a Tí, colmados de inmensa gratitud e ilimitada confianza,
en esta hora para Tí tan querida
para agradecerTe el gran don de Tu Medalla
señal de tu amor y de tu protección.
Te prometemos que la santa Medalla
será nuestra inseparable compañera,
la señal de tu presencia:
será nuestro libro en el cual aprenderemos a conocer
cuánto nos has amado y lo que debemos hacer,
para que no sean inútiles tantos sacrificios tuyos y de tu Divino Hijo.
Sí, tu Corazón traspasado representado en la Medalla
se posará siempre en el nuestro y lo hará latir al unísono con el tuyo,
lo encenderá de amor por Jesús y lo fortalecerá
para llevar cada día la propia cruz tras Él.
Ésta es la hora, oh María, la hora de tu bondad inagotable
de tu misericordia triunfadora,
la hora en que hiciste brotar por medio de tu Medalla,
aquel torrente de gracia y de prodigios que inundó la tierra.
Haz, Oh Madre, que esta hora sea tambien la nuestra:
la hora de nuestra conversión sincera,
la hora del pleno cumplimiento de nuestros votos
Tú que has prometido justo en esta hora afortunada
qué grandes habrían sido las gracias para quien
las hubiese pedido con confianza,
vuelve benigna tu mirada a nuestras súplicas.
Confesamos no merecer recibir gracias
pero, ¿a quién recurriremos, Oh María, sino a Tí que eres nuestra Madre,
en cuyas manos Dios ha puesto sus dones?
Ten, pues, piedad de nosostros. Te lo pedimos
por tu Inmaculada Concepción y por el amor
que te empujó a regalarnos tu preciosa Medalla.
Oh Consoladora de los afligidos
que ya Te enternecisTe de nuestras miserias:
miras los males que nos oprimen.
Haz que tu Medalla derrame sobre nosostros
y sobre nuestros familiares, sus benéficos rayos:
cura a nuestros enfermos, da la paz a nuestras familias
y sálvanos de todo peligro.
Tu Medalla lleve consuelo al que sufre,
al que llora, y luz y fuerza para todos.
pero especialmente, permite, Oh María, que en esta hora solemne
pidamos a tu Corazón Inmaculado
la conversión de los pecadores, especialmente de los que queremos más.
Recuerda que ellos son tambien tus hijos, que por ellos has sufrido,orado y llorado.
Sálvales, oh Refugio de los pecadores.
Y tras haberte amado, invocado y servido en la tierra,
podamos agradecerTe y alabarTe eternemente en el Cielo. Amén.
Salve, o Reina...
(Extraido del "Il libro delle novene", Editorial Ancilla).
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