Ejemplo de santidad
"Yo te mostraré el camino al cielo", respondió el pastor que le había mostrado el camino que conduce a Ars, que "voy a ayudarte a convertirte en un santo".
Invita a todos a dejarse santificar por Dios, para recibir los medios que son ofrecidos por esta unión con Dios, que comienza aquí en la tierra y dura para toda la eternidad.
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He pagado por usted
A la oración, el Cura de Ars añadió la penitencia, estaba seguro de que si alguien hubiera pagado su rescate, Dios lo perdonaria tan pronto como a los pobres pecadores. Dijo que se necesita hacer sacrificios para salvar almas.
Desde su llegada, don Vianney había regalado a los necesitados su colchón. A veces dormía en el suelo y las paredes estaban húmedas. Contrajo la neuralgia facial pronto, lo que le hizo sufrir durante quince años. Más tarde dormiría en el suelo.
Cuando estaba en su habitación, se flagelaba, con cadenas o cuerdas con púas de hierro, lo cual le producía un sufrimiento increíble, a veces se podía ver en el hombro izquierdo de la camisa manchas de sangre.
En marzo de 1818, con motivo de la Cuaresma, Giovanni Vianney comenzó un ayuno estricto, que no cesaría hasta su muerte. En su primer año de cura, en la elaboración de la mortificación probó todas los medios, después, recordando estos excesos, dijo que eran locuras de la juventud y que había sobrepasado todos los límites.
Redujo sus provisiones al mínimo, solo necesitaba 450 gramos de pan lo cual le resultaba suficiente para más de una semana.
Don Vianney hierve él mismo, en el silencio, las patatas durante una semana. Las depositaba en una especie de cesta de hierro, que estaba colgando en la pared y, cuando el hambre lo atormentaba, se las comía frías, a veces ya estaban cubiertas de moho, especialmente cuando el suministro se estaba agotando.
A veces hervía un huevo en cenizas calientes, o amasaba un puñado de harina con agua y sal. Esta disciplina se prolongó hasta 1827, cuando después de haber organizado la Casa de la Providencia, don Vianney fue allí a comer.
El sol del mediodía transcurría y se contentaba, para el almuerzo, con tres o cuatro gramos de pan bendito. Sólo por la noche comía algo más.
Giovanni Maria Vianney intentó todo tipo de mortificación y penitencia; se obligó a sí mismo a no disfrutar de la fragancia de las flores, nunca se alimentaba con frutas, pasaba sin beber una gota de agua, incluso durante el calor del verano. Si una mosca se detenía en su cara, esta podía seguir haciendo lo que quería, él aprovechaba todo, hasta las cosas más pequeñas e insignificantes para atormentar a su pobre cuerpo. Cuando se ponía de rodillas, nunca descansaba. Se ordenaba a si mismo no mostrar ninguna reticencia, y mantenía en lo secreto toda repulsión de la naturaleza, también ahogaba todo sentimiento de curiosidad.
Durante cuarenta años se convirtió en un mártir de los pobres pecadores. Hemos visto que se trataba con crueldad, desde los primeros días de su ministerio en Ars, se flagelaba hasta sacarse sangre para obtener a través de la misericordia de Dios la conversión de su amado pueblo.
El efecto de todo esto lo hacía feliz, cuando veía a sus feligreses convertidos hacinados en el pasillo de su pequeña iglesia, lo cual no evitaba que aplicara los instrumentos de penitencia. Mientras tanto, sin embargo, las fuerzas se consumieron y se vio obligado a utilizarlos con menos frecuencia y tratar con más amabilidad su cuerpo, a la espera, entre diferentes tipos de flagelación, que las heridas cicatrizasen.
El día de Pascua el Cura se desmayó en la iglesia. Fue llevado a su habitación y la persona que lo ayudó a desvestirse descubrió la cadena que rodeaba los riñones. En los brazos un brazalete armado con puntas afiladas. Uno de estos cilicios le abrió un día una llaga, lo que causó malestar, ya que le pudo haber causado gangrena.
El ayuno debilito al Santo y todo el mundo se preguntaba cómo podía estar de pie, tal dieta mataría a un hombre normal. Él mismo recordando estas penitencias extremas a las cuales llamaba locuras de la juventud, estos largos ayunos completos duraba dos o tres días. La sabiduría humana puede maravillarse con estas mortificaciones porque no se dan cuenta, que este hombre que libremente las había realizado sintió la inspiración y la ayuda desde arriba. Después de todo, él no había dicho que de la misma manera en la penitencia es sólo el primer paso el que cuesta? Observamos, sin embargo, que precisamente para dar este paso y llegar a la cima de una virtud tan difícil heroísmo es necesario, ayudado por la gracia.
Si la paciencia de S. Giovanni Maria Vianney es un ejemplo maravilloso que podemos tratar de imitar, su mortificación fue llevada al extremo de soportar en el límite de la fuerza humana se considera un camino recorrido solamente por criaturas muy cercanas a Dios que reciben una fuerza sobrehumana para soportarlas.
El amor di Vianney por la creatura era como un fuego que ardia en su corazón que lo llevaba a pedir a Dios la conversión de los pecadores a través de la ofrenda de sí mismo, pagando por las demás personas.