Pecado
Suma Teológica
El vicio es contrario a la virtud, porque se opone a la razón y dirige al mal.
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SAN TOMÁS DE AQUINO
¿Vicios y pecados de cosa soy?
Lo que distingue la naturaleza humana es la razón y que la virtud sea conforme a la razón: el vicio, viceversa, es contrario a la razón y, por lo tanto, a la naturaleza humana.
Un pecado mortal deja las virtudes infusas (sobrenaturales), pero no las adquieres, porque el pecado con un sólo acto no se adquiere, ni las virtudes se pierden.
El pecado mortal expulsa la caridad: pueden permanecer la fe y la esperanza de modo confuso y, por lo tanto, falto de virtud.
El pecado no consiste sólo en un acto cumplido, sino también no hacer un acto que se tenía que hacer.
El pecado es un acto humano malo; ahora, se puede decir malo en comparación de una norma, y las normas son dos: la razón justa y la ley eterna; se va en contra de la norma con actos, palabras, deseos.
Distinción
Cada acto está señalado por su objeto; el pecado es un acto, por tanto un pecado es una especie diferente de otra según la diversidad del objeto.
El objeto del pecado produce un placer desordenado y, como tal placer puede ser espiritual o corporal, los pecados se distinguen en pecados espirituales y pecados carnales. El pecado es un triple acto desordenado que se dirige contra Dios, contra el prójimo y contra sí mismo.
Los pecados no se distinguen según el delito; porque éste no precede, pero alcanza el pecado: por eso la diferencia de los pecados entre veniales y mortales no se define por una falta determinada o actos específicos, dado que el avaro peca, tanto robando el dinero de otros, como no pagando sus deudas.
La distinción de los pecados en: de pensamiento, palabras y obras es justa, pero no es tanto la distinción de la especie como de la medida.
Los pecados, como el exceso y el defecto, son contrarios entre ellos y, por lo tanto, diferentes en la especie: es el mismo por la avaricia y el derroche. Las circunstancias no cambian la especie de los pecados, a menos que ellas no tengan una intención particular, el fin de acto, porque el fin específica los actos y, por lo tanto, los pecados.
Gravedad
Las virtudes se relacionan la una a la otra, están conectadas entre ellas; en cambio los pecados no están conectados, porque hay algunos que son contrarios, como el despilfarro y la avaricia.
Los pecados son más o menos graves según se alejan más o menos de la rectitud de la razón y, por lo tanto, no son todos idénticos.
La gravedad de los pecados varía según el objeto así graduado: cosas, personas, Dios; varía también según la dignidad de las virtudes de las que van en contra, porque también ellas toman la especie del objeto. Los pecados de la carne son los de mayor infamia; pero los pecados de espíritu son los más graves, porque en éste la incitación es menor.
Las causas que disminuyen el uso de la razón y de la voluntad disminuyen también el pecado, porque las causas proporcionan el efecto.
La circunstancia influye en el pecado y, por lo tanto, a veces lo agrava, a veces lo multiplica, a veces también lo cambia de especie.
El daño que un pecado produce agrava el pecado, si el efecto fue previsto y entendido.
El pecado agrava la dignidad de la persona contra la que se comete, porque ella es de algún modo objeto del pecado; y también agrava la dignidad de la persona que lo comete, porque el pecado es más perjudicial y de mayor escándalo.
Sujeto
EI pecado es un acto humano, pues lo que determina el acto humano es la voluntad; el pecado está sujeto a la voluntad. Más allá de la voluntad el sujeto del pecado es la sensualidad, o sea, el apetito sensitivo desordenado.
La razón, por insidia del pecado, puede faltar a su labor no regulando bien los actos que nacen del interior y exteriorizas y puede faltar a su trabajo cuando ordena las inclinaciones malas y no las reprime. Determinar el juicio final sobre el acto pertenece a la razón, ya que a través de la aquiescencia se realiza el acto.
Si en nosotros surge un pensamiento malo y se consiente el acto malo y la materia de la que trata es grave, entonces se cumple un acto mortal.
Si sorprende a la razón, pero alcanza al consentimiento sin una verdadera intención, se trata de pecado venial por la imperfección del acto.
Causas
EI pecado es un acto defectuoso, y es falta de rectitud. La causa interior del pecado es la imaginación y el apetito sensitivo. Causa externa del pecado pueden ser las cosas mundanas, los hombres, el demonio; pero la causa externa es indirecta y vale en cuanto estimula la razón y el apetito sensitivo: puede, por lo tanto, solamente incitar, pero no constreñir al pecado. Un pecado puede ser causa de otro pecado de varios modos, sobre todo, porque inclina a otros pecados y prepara la materia. La ignorancia puede ser causa de pecado cuando priva de aquella ciencia que, si fuera sido, habría iluminado la razón de modo que ésta habría dirigido de otra manera nuestra acción. Es pecado no saber lo que se puede y se tiene que saber, a saber:
- Las cosas de fe.
- Las cosas principales de la ley.
- Los deberes particulares de su estado.
Sólo la ignorancia puede excusar totalmente el pecado. Cuando se peca por ignorancia, el pecado disminuye, porque disminuye la voluntad de pecar; pero si fue buscado, el pecado crece.
La confesión
Su necesidad
EI pecado no restablece sino por un acto o deseo de confesarlo a través de un sacramento de la Iglesia; y con eso uno se somete al poder de la Iglesia; pero ya que la Iglesia no puede aplicar el remedio si no conoce el mal, y eso se consigue con la confesión del pecador, por eso la confesión de quien ha pecado es necesaria.
Los sacramentos no son un derecho natural, pero sí un derecho divino sobrenatural; por eso también la confesión es necesaria no como derecho natural, sino como derecho divino sobrenatural.
Por derecho divino están obligados a confesarse aquellos que han pecado mortalmente; por mandamiento eclesiástico, en cambio, están obligados a confesarse todos. La confesión es no sólo para la remisión de los pecados, sino también necesaria para la dirección espiritual.
La confesión se hace para revelar la conciencia al confesor; pero quién, en lugar de manifestarla la oculta, comete un acto ilícito.
El mandamiento de la confesión es necesario cuando se tiene que recibir otro sacramento para el cual se necesita estar en gracia de Dios; o por que comporte el peligro de morir sin confesión.
La confesión de quien ha pecado mortalmente es necesaria por mandamiento divino y no eclesiástico, por eso tampoco el Papa puede exceptuar la confesión.
Esencia
La confesión es el sacramento por el cual se manifiesta el mal oculto con la esperanza del perdón: esta definición de San Agustín es la más completa, porque contempla todas las circunstancias esenciales del acto y sus efectos.
La confesión, que tiene por condición fundamental la verdad, es un ejercicio de sinceridad y por eso es un acto de virtud.
La confesión tiene como objetivo la supresión del pecado.
Calidad
La confesión, como acto de virtud, no puede ser privada de la gracia, porque no sería meritoria.
Como el enfermo, si quiere sanar, tiene que explicar todos sus trastornos al médico, así el pecador tiene que revelar todos sus males; si no lo hace, no se puede decir que se confiesa, sino que finge confesarse.
La confesión, como parte del sacramento, tienen un determinado acto que es cuando el hombre manifiesta sus culpas diciéndolas con su propia boca: por eso, confesarse a través con otra persona o a través de un escrito puede ser una sustitución sólo permitida cuando es necesario. Una confesión perfecta exige muchas condiciones: las más importantes son: que sea íntegra, simple, humilde, discreta, fiel, vocal, triste, pura y pronta a la obediencia.
Efectos
La confesión libra de la muerte del pecado, porque en ésta, sobretodo, consiste el sacramento; la confesión actual, por lo tanto, es complemento de la contrición y con la absolución del Sacerdote infunde la primera gracia, si el dolor anterior no llegara a la contrición.
La confesión no sólo libera de la pena eterna, sino que también disminuye la pena temporal: porque ella misma es una pena por la opresión que afecta; y con eso mismo la confesión abre la puerta del Paraíso, porque ella borra las transgresiones de culpa y pena, aquellas que impiden la entrada.
La confesión proporciona la esperanza de la eterna salvación, porque con ella el fiel se somete al poder de las llaves, que está reservado para aplicar los méritos de Cristo.
Los pecados cometidos a los que se ha extendido la contrición son borrados por la confesión general, y son olvidados, porque el poder de las llaves actúa sobre todo, si el penitente no pone obstáculo.