La Misericordia

Amor

Monasterio Misericordia es el sentimiento generado por la compasión, por la misericordia ajena que empuja a la piedad por la infelicidad y desventura del prójimo, que empuja a ayudarle, a perdonar y también une a las personas con un vínculo auténtico de amor, fidelidad, bondad y ternura.

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La Misericordia de Dios

La misericordia brota sólo de un corazón que sabe amar. Sin el amor es imposible sentir compasión ni acudir en ayuda del otro. Sólo el amor puede hacer este milagro y es la realidad que nos hace semejantes al sol; nos hace resplandecer y arder, y es una inestimable riqueza que nos empuja a actuar de todos modos y siempre. Es en la misericordia donde el amor se comprende a sí mismo y es el idioma en el que el amor se expresa en la radicalidad de su libre donarse.

En Dios se comprende el amor puro y sublime, donde cada cosa asume su significado a través del amor operante. La misma creación, que es portadora de alegría y de gozo, atestigua las maravillas y su finalidad. Aun el idioma del amor es misterioso y en gran parte inefable y siempre nuevo, como la respiración de la vida o como el latido del corazón. El amor no será nunca una necesidad dialéctica ni una estructura de la materia, sino que será siempre la consecuencia de la libertad. ¿Cual es el lugar donde podemos buscar al Amor, donde habla de sí mismo revelando su misterio, su esencia y su presencia?. Este sitio es el Evangelio deonde encontramos el mandamiento: debemos amar.

La maravilla del amor como cofre de piedras preciosas se ofrece a la solicitud de palabras de vida eterna. La palabra nueva que está puesta en relieve es la reconciliación, porque se coloca en el centro de la posible comunicación del hombre con Dios. Según el razonamiento de la justicia humana, es el hombre, que habiendo ofendido a Dios,debe dar el primer paso para reconciliarse con Él, que es el ofendido. Sin embargo, ocurre al contrario, porque es Dios el que sale al encuentro del hombre para intentar reconciliarlo consigo. Qué abismo de profundidad, qué inefable misterio de amor el que nos invita a comprender la ley del amor, es decir; lo necesaria que es la escucha de un idioma que no es de este mundo, sino que es el lenguaje de Dios mismo, del amor que habla de sí mismo.

Para todo hombre Dios ha dispuesto el amor, y en cuanto al mal busca aniquilarlo. El amor permanece como sed inextingible de agua viva que refresca el desierto y la aridez del corazón. Nosostros somos deudores por nuestra injusticia ante Dios: de hecho, la ofensa es tan devastadora que sólo el perdón infinito del amor puede cancelarla.

Las llamas de la misericordia arden en el corazón de Dios y sólo esperan nuestra aceptación para que regresen a nosotros en un mar de gracias. Las maravillas de la Misericordia de Dios son inescrutables y no las puede imaginar ni el pecador ni el justo. "Muy poco se habla de la Misericordia Divina y se necesita hablar siempre porque es ésta la omnipotencia con que Dios prefiere actuar y abre nuestro corazón a la alegría y a la esperanza".

Cuando el alma iluminada por la fe comprende en el fulgor de la luz que recibe, como confidencia hecha a ella personalmente por Jesús, este Dios creador y Padre, se desvela como el Amor infinito: este Dios es Amor y toda su obra creadora es obra de caridad; entonces debe brotar en ella un amor ilimitado de reconocimiento.

Dios ha revelado su Amor Misericordioso que salva al hombre del pecado y repara todas las debilidades y carencias humanas. La Misericordia se manifiesta en cada acción de Dios, sea como fuerza creadora o salvífica. Todo lo que Dios hace por el hombre es expresión de su Amor Misericordioso. El camino de la esperanza pasa a través de la invocación a la misericordia, especialmente donde haya odio y sed de venganza. La gracia de la misericordia es necesaria para serenar las mentes y los corazones: para hacer fluir la paz. Es indispensable el amor misericordioso de Dios para que se manifieste el inexpresable valor de cada ser humano y que cada injusticia humana en el mundo encuentre su final en el esplendor de la verdad. Sólo en la misericordia de Dios el hombre encontrará la paz y la felicidad.

Agradezcamos a Dios Su Misericordia, supliquémosle: "Pensad en el rectamente". Con estas palabras la Sabiduria nos exhorta a tener más confianza en la Misericordia Divina que temor a su justicia, en cuanto a que Dios es partidario de beneficiar y no a castigar. Escribe el Apóstol Santiago: "La misericordia siempre gana en el juicio". En nuestras dificultades, temporales o espirituales, el Apóstol Pedro nos exhorta a abandonarnos totalmente a la bondad de Dios, que tiene el mázimo cuidado de nuestra salvación: "Depositad en el todas vuestras preocupaciones, porque Él cuida de vosotros". Dice David: "Nuestro Dios es un Dios que salva". San Pablo nos recomienda tener siempre confianza en el Señor: "No abandonéis vuestra confianza, a la que está reservada una gran recompensa". San Bernardo escribe que le Misericordia Divina es como una fuente inagotable, donde quien lleve un recipiente de confianza más grande, tendrá más abundancia de gracias.

Quien confía en el Señor está siempre rodeado y protegido de Su piedad y estará seguro de no perderse. Extraordinario es el episodio evangélico de la mujer adúltera, dice Jesús: "Yo tampoco te condeno, vete y en adelante no peques más". Afecta a la actitud: no pronuncia palabras de condena, sino sólo de amor y de misericordia. El rostro de Dios es el de un Padre Misericordioso que tiene una paciencia infinita: nos comprende, nos espera y no se cansa de perdonarnos si volvemos a Él con el corazón arrepentido. Así figura en otro episodio evangélico: el del Padre misericordioso: "Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vió y, conmovido, corrió a su encuentro, se le echó al cuello y lo besó".

Suplicar la intervención de la Misericordia Divina significa, no sólo obtener el perdón de nuestras faltas, sino, también, la intervención de Dios en nuestra miseria humana, en la infelicidad, en el sentido de la desolación que nos oprime, en las debilidades morales, afanes y dolores, que, antes o después, afligen toda existencia humana. Dios puede intervenir para colmar cada miseria, cada falta, y aun más: dándonos fortaleza, iluminación y en suma, cualquier cosa, que ponga en fuga a la infelicidad.

Cuando el amor habla, debemos escuchar la voz para percibir la voz fulgurante de su mensaje, y la ayuda que puede darnos es superior a cualquier ayuda humana, porque es también portadora de esperanza. La humanidad entera tiene necesidad del mensaje de la Misericordia de Dios y es, a la vez, un fuerte reclamo a una confianza más viva: Jesús confio en Tí. Es difícil encontrar palabras más elocuentes.

Elevemos a Jesús esta invocación para obtener Su Misericordia, porque Él es más grande que todas nuestras miserias. Aunque hayamos caido en la profundidad abismal del mal, no desesperemos, pidamos perdón a Dios, arrepentidos y estemos seguros que Él nos acogerá. Escribe David: El Señor es bueno y está lleno de misericordia para los que le invocan..

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