Martín de Porres

Ángel de la paz

Santos Dios siempre bendijo la actividad de San Martin de Porres y le concedió el don de los milagros, profecías, éxtasis y bilocación, incluso los animales obedecieron sus órdenes.

Fue llamado el ángel de la paz, porque devolvió la unidad, la armonía y la serenidad a muchas familias.

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Milagros de beatificación

  1. Elvira Moyano, era una solterona que vivía en una casa señorial donde cuidaba a los niños. Un día Joseph Dávila, quien era novicio en el convento de Santo Domingo, mientras preparaba una chicha, bebida tradicional peruana a base de maíz morado, sin querer dejó caer un jarrón que se rompió en mil pedazos, uno de estos fragmentos bastante grandes entró en el ojo de una mujer joven que estaba cerca, haciendo un agujero.

    Ante los gritos de la mujer los vecinos se apresuraron y cubrieron el ojo herido con un trapo. Posteriormente, un cirujano muy experimentado especializado en el tema, examinó la herida y dictaminó que el ojo estaba perdido sin posibilidad de recuperación.

    Esa misma noche la casera llevó a Elvira Moyano la reliquia de varios santos para que la pusiera debajo de la almohada mientras dormía, pero cuando se despertó por la mañana no había pasado nada. Al día siguiente, la señora se dirigió al convento y les contó a los frailes el incidente y se apresuró a acudir a Elvira quien, conmocionada por la noticia, presentó una reliquia de fray Martín. Cuando llegó a casa colocó la imagen del fraile sobre el ojo dañado cubierto por el paño húmedo. Durante la noche Elvira se despertó sintiendo que algo pasaba en su ojo, con la sensación de que el ojo se estaba regenerando.

    Cuando llegó la mañana, el cirujano se asombró al constatar que a Elvira le había salido un ojo nuevo, mientras que en la tela que hasta ese momento cubría su herida, estaba la piel del ojo muerto. La joven entregó ese paño a los jueces eclesiásticos para el analisis del fenómeno. La respuesta fue que fray Martín de Porres había obtenido el milagro por intercesión. Milagro que se utilizó en la causa de Beatificación de Juan Martín de Porres Velázquez.

  2. El segundo se refiere a un milagro ocurrido en la ciudad de Lima donde un niño de dos años cayó desde un balcón, ubicado en el segundo piso del edificio, hacia el patio interno de la casa. El niño en el tremendo impacto con el suelo se golpeó violentamente la cabeza hasta el punto de liberar material orgánico del cerebro. El médico que intervino para examinar al niño formuló su diagnóstico en estos términos: "El niño no tiene esperanza de vida".
    Toda su familia, muy religiosa, pidió ayuda a fray Martín con una oración ardiente. El niño, al día siguiente del accidente, se despertó milagrosamente curado.

    Este milagro como el anterior ha sido examinado por la Comisión Médica de la Congregación de Ritos de Roma, que dictaminó que no existe una explicación natural para las curaciones y las clasificó como milagros. Milagros que se utilizaron en la causa de beatificación de Juan Martín de Porres Velázquez.

Milagros de santificación

  • Milagro de Paraguay de Dorotea Caballero Escalante (1948)
    Una mujer de ochenta y nueve años fue diagnosticada a las pocas horas de vida luego de un ataque cardíaco y posterior bloqueo intestinal. En respuesta a la noticia, la familia comenzó a organizar el funeral para el día siguiente.

    Su hija, que se encontraba en Buenos Aires, afligida por el dolor, rezaba incesante e incansablemente por la curación de su madre. Reanudó su oración incluso durante la noche, pidiendo a fray Martín que viera viva a su madre cuando regresara a Paraguay.

    A su regreso, encontró su hogar lleno de felicidad. Su madre había mejorado milagrosamente en el momento preciso de sus oraciones. En los siguientes tres días Dorotea Caballero se levantó perfectamente curada.

  • El milagro de Tenerife de Antonio Cabrera Pérez (1956)
    Antonio Cabrera, un niño de apenas cuatro años y medio, tras una grave herida en la pierna izquierda, tenía la gangrena situada en los ennegrecidos dedos del pie. Después de una semana la situación empeoró aún más hasta el punto de obligar a los médicos a amputar la extremidad.

    Su madre, estando en posesión tanto de una reliquia como de una imagen de San Martín de Porres, pasó ambos objetos sobre la pierna del niño y colocó la imagen entre sus dedos ennegrecidos. Entonces él y su hijo comenzaron a rezarle a San Martín para que no le amputara el miembro. Las oraciones fueron acompañadas por las monjas y los numerosos visitantes. A los dos días, la extremidad recuperó su color natural. A los veintitrés días el joven Antonio regresó a casa, a los tres meses la recuperación fue total, como lo demuestra el hecho de que volvió a jugar al fútbol con sus amigos.