Demonio


Satanás

Satanás

Ha vencido

Los cristianos se han convertido en expertos sociólogos, filántropos, piadosos, atruistas, que se dan por los demás.

Quizás no han comprendido nada de la fe, sino que se sienten realizados cuando hacen algo por los demás.

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El Diablo ha vencido

En el cristianismo, debemos comprender a Jesús en nuestra vida, en la comunión fraterna, no de hacer el bien por sí mismos. La diferencia es sutil pero el demonio nos convence para que esto sea un pensar común.

Esta continua insistencia, en el ejercicio de la solidaridad, que se propone como si viniese del Evangelio, está desviado porque es justa sólo si nace de otra convicción, es decir: "Ellos, en nosotros, son una sola cosa".

El diablo va a tocar el sentido de la comunión y lo hace de un modo astuto, sustituyéndole por un hacer bien que nos aleja de Jesús. Para hacer el bien no es necesario Jesús, es algo que proviene de nosotros, algo que reporta una sensibilidad humana, psicológica, emotiva, incluso a un acto de poder, porque podemos también sentirnos buenos, experimentando admiración, así nuestro poder crece con nuestro yo.

Para ser comunión debemos antes haber alcanzado la tranquilidad, es decir: estar en comunión con nosotros mismos. Uno de los mandamientos antiguos: Amarás a tu prójimo como a tí mismo, es un mandamiento muy inteligente, nos indica que antes debemos haber alcanzado la comunión dentro de nosotros. Encontrarmos la pacificación cuando nos confiamos completamente a Jesús, cuando nuestro yo haya aprendido a callar.

Cuando hayamos alcanzado este estado, estaremos listos para ser instrumentos que hagan comunión. Por eso la invitación es clara: atentos al diablo que, tras la resurrección del Señor, irá a minar la comunión entre los creyentes.

La carta de Juan insiste mucho en el sentido de la comunión en la comunidad cristiana, como signo de la presencia del Señor Resucitado. Reflexionemos sólo en este bellísimo pasaje Por esto conocemos que hemos conocido a Jesús, si observamos sus mandamientos. Quien dice: Lo conozco y no observa los mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él.

Queridísimos, no os escribo un nuevo mandamiento, sino un mandamiento antiguo, recibido desde el principio y, a la vez, es un mandamiento nuevo, porque las tineiblas están disipándose. Quien dice estar en la luz y odia a su hermano, está aun en las tinieblas. Quien ama a su hermano, vive en la luz y, en él, no hay ocasión de obstáculo. Pero quien odia a su hermano vive en las tinieblas, camina en las tinieblas y no sabe donde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.
Esto es uno de los pasos más terribles, porque es la síntesis de la acción profunda que el diablo hace en el corazón humano.

Quien odia a su hermano camina y vive en las tinieblas y no sabe donde va, porque la oscuridad ha cegado sus ojos. El diablo ha decidido que debe romper el estado de comunión pues hará de todo para que en nuestro corazón no sea hospedado el sentido de comunión con los demás. Sí, en el corazón, no hay comunión, ¿qué puede haber?. Es terrible porque en el fondo no tiene nada que ver la persona que está delante, que nosotros pensamos ha provocado esta disolución, sin embargo es nuestro corazón el que rompe la relación. Nuestro corazón encuentra incluso una justificación lógica a la disolución, porque el hermano ha hecho esto y lo otro, pero en nosotros no existe el odio.

Esta es la astucia del diablo. San Juan lo está repitiendo: Quien odia a su hermano está en las tinieblas, que significa que nosotros estamos actuando, no por la fuerza del Señor, sino por el dominio del diablo. Y el diablo te vende la oscuridad como luz y la tiniebla te dará razón. Así nos parece tener razón y no nos convertimos nunca. Caminas en las tinieblas y no sabes donde vas.

En efecto, el corazón no ha entendido este pasaje, y un corazón jamás estará estable, convirténdose en sospechosos, celoso, envidioso, que se llena de miedos, todos los elementos que pertenecen al diablo y apaga en la persona la fuerza de la comunión.

El odio ciega porque quien odia está sometido a la ira y a otras formas de violencia que son devastadoras para sí mismos y para los demás. LLeva a la refriega y a la desesperación porque no tiene ninguna referencia. Esta desesperación está falsificada por el diablo, porque nos hace sentir víctimas, incomprendidos porque no tenemos razón.