Satanás
San Buenaventura
Hay otro enemigo poderoso y pérfido, que, con sorprendente astucia, como dice San León Magno: pervierte las costumbres, fomenta las pasiones, explora los sentimientos y busca siempre un motivo para dañar más allá de donde haya visto a alguien esforzarse con mayor celo.
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Monólogo del Alma
En efecto, este antiguo enemigo, desde principio adversario del género humano, conoce a las personas a las cuales insinuar las lenguas sueltas, inyectar el veneno de la envidia, hacer brillar los atractivos de la lujuria, promete las ambiciosas vanidades de la sobervia: sabe a quien dominar con el temor, engañar con la alegría y seducir con maravillas.
Por su parte tiene demasiados aliados, de cuyo ingenio y lenguaje se sirve para engañar a los demás. Oh alma frágil a resisitir, fácil para caer, difícil de levantarse, ¿cómo evitarás los lazos de tan cruel enemigo, que sabes armado de tanta astucia?.
El alma: Ya veo que "no es fácil rendir cuentas del pecado para quien está dominado: sólo cuando empiezaa soltarse de algún modo del pecado y luego conocerme a mí misma y mi culpabilidad, no puede contener el llanto. Dice San Anselmo: Oh Padre, Dios mío, tú has grabado en mí tu amable imagen y yo la he tapado con la detestable imagen del diablo. Ay míseo de mí que osé estampar sobre la esfigie de Dios, la demoníaca, ¿porqué no aborrecí la imitación de él, cuyo nombre me causa horror?. Él cae espntaneamente, yo colpasado por mi voluntad.
Pero aquel, inmune a todo castigo precedente, pecó por soberbia, yo pequé despreciando la pena infringida al prevaricador. Él fue constituido en la inocencia una única vez, yo en la inocencia fui reestablecido más veces. Él se rebeló contra su Creador, yo me he rebelado contra Quien me ha creado y redimido. Él abandonó a Dios conscientemente, yo huí de Dios que me seguía. Él persiste en el mal rechazado por Dios, yo huía mientras Dios misericordioso me volvía a llamar. Y somos dos contra Dios: él lo es sin que Dios lo busque, yo lo soy mientras Dios muere por mí. He aquí, en muchos aspectos, que me reconozco más detestable que el ser cuya imagen aborrezco.
El hombre: Lejos de mí, oh sustancia horrenda, huye por tí misma, aterrorizada de tí misma. No sin doloroso trabajo del corazón, en efecto, soportaste tu horror. Si lo toleras, esseñal de que no te conoces y esto no sería ciertamente fortaleza sino entumecimiento mortal, no salud sino iniquidad obstinada.
El alma: Si me veo, el horror es insoportable: si no me veo la muerte es inevitable. Oh qué feliz es el que abomina de sí mismo. Pero mucho más infeliz quien provee la propia condena eterna, y en las Oraciones escribe San Anselmo: Oh Pdre pacientísimo, no puedo esconderme, ni siquiera excusarme y me avergüenza mucho confesar. Por ahora descubro la causa de tantos males que antes desconocía. En las Meditaciones declara San Bernardo: Mi mísero corazón se alejó por mí mismo, no ocupándose de las alegrías futuras ni del consejo divino, e inmerso en el amor a las cosas terrenales, caído por aquellas y absorvido por éstas, lo engaña la vanidad, lo mancha la lujuria, lo distrae la curiosidad y lo destruyó la envidia: agitado por la ira, dividido por la avaricia, afligido por la pereza, se encontraba tan atrapado en todos los vicios, abandonó al único Bien que habría podido bastarle.
Por lo tanto caigan en el olvido snte tí, oh dulcísimo Señor, los momentos que he empleado mal, y concédeme que el tiempo que me quede, aunque tal vez breve y caduco, sea usado para tu gloria, sea fructífero para mí y edificante para el prójimo. Ahora veo y reconozco, misericordiosísimo Señor, la gravedad del daño en el que yo, mísero e infeliz, estoy desgraciadamente inmerso: no puedo llorar bastante como debería, dado que la detestable culpa debe ser justamente proporcional al placer desordenado seguido de la miserable voluntad.
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