Lujuria
La lujuria es lo que el pensamiento no puede pensar, es un apetito desordenado del palcer carnal, es una pasión mala que corrompe el alma, es similar a la polilla que destruye al árbol seco, atacándolo desde el interior. La lujuria incita al hombre a usar la propia sensualidad de modo egoista y erróneo.
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La lujuria
Nace en el corazón del hombre, antes de implementarse en las acciones concretas, vuelve al espíritu distraido, oscuro, ligero, inconstante y grueso, no es sólo una perversión del comportamiento sexual como: estupro, prostitución, incesto pedofilia, sino que es también una infección que contagía completamente al corazón. Es una enfermedad del alma.
Toda la lujuria es considerada inmoral sino que es justificadaq y limitada en nombre de la libertad sexuaal. La búsqueda del placer físico, fin en sí mismo, es una forma de afeamiento y esclavitud si es vivida fuera de un verdadero encuentro de amor, La sexualidad arrastrará rápidamente al lujurioso a un estado de dependencia, a perseguir sin fin la satisfacción y relega su conducta al horizonte de la noche y lo ahonda en la aridez espiritual.
La lujuria está ligada al placer y no es sólo simpatía sino que es también un pensamiento determinado por la experiencia del placer, o sea, un horizonte del sentido. La lujuria del cuerpo se acompaña de una extraña lujuria de la mente que se abre a distintas posibilidades de pensar en la existencia. Esta relación existe, y es un vehículo de desviación, de transgesión, de alteración del actuar.
La sexualidad reside en la mente, y cuando la imaginación emprende el vuelo, animada por la búsqueda del placer, se enciende, no se sabe, donde irá porque ignora los límites, vínculos, prohibiciones, jerarquías y lo atravies todo como un vórtice trastornando toda moralidad. El peligro reside en transigir voluntariamente en pensamientos perniciosos y la raíz del mal está en la voluntariedad. El consentimiento a los pensamientos licenciosos lleva consigo la indiferencia, que inspira al alma un sentimiento de omnipotencia de una falsa libertad interior que es tanto más peligrosa cuanto más consciente y meditada. La prisa eufórica de la lujuria del pensamiento, como la del cuerpo, presenta desarrollos imprevisibles y aspectos oscuros, erigiendo barreras con la razón más lúcida en el abismo de la psique, iluminando los aspectos más inquietantes.
El conformismo de la indiferencia ha conseguido reducir el sexo sólo a un hecho de placer físico que potencia la carga de la sexualidad, poniéndola al servicio de poderes fuertes. De las multinacionales del consumo y del entretenimiento, que usan el hedonismo para conducir al pensamiento único, hacia la explotación económica.
Quien vive en el libertinaje busca una falsa felicidad en el placer carnal y en la satisfacción de los propios institos, pero el lujurioso intenta en vano colmar su vacio con una sexualidad desmedida e insaciable. Si le preguntáis sobre lo que hacen o han hecho, os responderán que nada de malo: "No hemos matado ni hemos robado. No somos ladrones ni asesinos". Y no se dan cuenta que se revuelcan en el fango y en la inmundicia de miles de pecados, que se encuentran ligados por muchas pasiones.
Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación: que os abstengáis de la desvergüenza, que cada cual sepa mantener el propio cuerpo en santidad y con respeto, no como objeto de pasiones y lujurias, como los paganos que no conocen a Dios. Jesús, en el Evangelio, es muy explícito en este propósito: Quien mira a una mujer para desearla, ha cometido ya adulterio con ella en su corazón. Afirma San Agustín: lo que cuentan son los actos y la intención con la aue se hace. Nuestroa actos son sólo honestos si complacen a Dios, sólo si lo hacemos con un corazón puro: mirando hacia el cielo con una intención de amor.
Es impuro todo lo que humilla, envilece, profana, hunde, se hace sin respeto, sin dulzura, sin preocupación por el otro. La pureza no se encuentra en la ausencia de deseo, sino en el deseo sin culpa y sin violencia, en el deseo aceptado y compartido, en el deseo que eleva.
Con la ayuda de la gracia divina, puedes vencer la esclavitud y salir de la impureza, la cual está privada de equilibrio, de resplandor y de alegría interior. Si quieres curar esta sed devoradora que nunca sacia, acepta y reconoce tus heridas, las malas inclinaciones, y querer liberarte sinceramente, y luego, pide, insistentemente, mediante la oración, la curación. Si no te cansas, al final Dios te concederá la curación y la total liberación de la esclavitud. La castidad es un don que Dios que Dios concede a quien la pide incesamentemente en la oración hecha con espíritu de profunda humildad. Sólo Dios puede cambiar tu corazón porque es desde allí donde tiene origen la castidad, una virtud que, una vez obtenida, difundirá su perfume al resto del cuerpo.