Alma
Soberbia
La soberbia es la reina de todos los vicios y cuando llega a conquistar un corazón, primero lo corrompre y luego lo entrega a sus subalternos, para que lo destruyan: estos son los pecados capitales, que son la causa de los demás pecados
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La soberbia
La soberbia ahonda sus raíces en el interior del hombre que está llegando a la búsqueda y a la afirmación de su identidad: es un vicio que se vé sólo a través de su dependencia.
Si anida en el interior del ánimo y lo hincha hasta el punto de no estar contenida y desborda hasta el exterior en una obstentación vacía e inútil. Así desde el seno de este vicio se genera la primera de sus hijas: la vanagloria.
Con la soberbia se entra en una batalla que no parece dejar escapar, para que el enemigo se disfrace de amigo, penetra en las buenas acciones, intoxica los discursos más ascéticos y espirituales, influye en las empresas más santas y bellas. Ella es como un gas, que es peligroso por invisible e inoloro; la soberbia parece inatacable, porque puede tener excelentes y persuasivas justificaciones. Su característica relevante es espiritual y busca, ante todo, la imaginación el deseo desmesurado de ser lo que no se es, de sobresalir a cualquier precio, evidierta enciando con su contradicción de mirar a lo que está más alto, al mismo tiempo que desciende a los niveles morales más bajos, hasta llegar a ser capaces de cualquier maldad. Es una especie de locura lúcida, hasta que se llega a vivir en un mundo irreal, en el que se es esclavo del juicio y del reconocimiento ajeno.
La soberbia implica una ruptura del orden de lo creado y un choque frontal con Dios, ella expresa la esencia misma de la culpa y, a cierta distancia de todos los pecados. La soberbia está en la base de la avaricia, puesto que el deseo de acumular está animado por la voluntad de afirmar la propia excelencia: La soberbia genera en el caso de Lucifer la envidia y el ejemplo de Adán y Eva, muestra como la soberbia brota directamente la gula e indirectamente la lujuria, y sus hijos son: la vanagloria, la hipocresía,la mentira, el desprecio de las leyes y del prójimo y es más insidiosa y devastadora que todas las enfermedades del alma. Pero, más allá de los pecados, la soberbia representa el género al que todos pueden ser reconducidos y, a través de sus múltiples formas, lleva a despreciar a Dios.
La soberbia, como el orgullo, es sinónimo de amor propio, arrogancia, desdén, vanagloria, altivez, presunción, fiereza, autosuficiencia, insolencia, fatuidad y vanidad. Concretamente, el soberbio, tiene una excesiva estima de sí, que lleva al desprecio de los demás y cree tener razón en todo, no se pone nunca en discusión, porque normalmente impone sus ideas y veta las ajenas. la alta consideración que tiene de sí mismo, lo hace colapsarse en el obcecamiento y en la ignorancia: se incapacita para ver en su corazón, para entender lo que le empuja a actuar, no aceptándose a sí mismo como es en realidad. El orgulloso nunca admite los propios errores, sin embargo se erige en maestro y juez de sus hermanos. Es pretencioso creyéndose mejor que todos y usurpa méritos a los que no tiene derecho. El vanidoso gusta de presumir, ante todos, de la propia autosuficiencia.
La soberbia está estrechamente ligada a la hipocresía, por su dinámica de fingir ser lo que no es. La hipocresís es la voluntad de parecer humilde, grita grandiosidad que debe ser visible y reconocida por todos. Tal forma de autocomplacencia revela la falsa humildad, la incapacidad de callar y de apartarse a un lado.
La soberbia envenena al alma totalmente y hace infelices perennemente, vacios y descontentos de la vida.
La soberbia es el único, entre los siete vicios capitales, que hace involuntarios de la propia arrogancia, porque no la considera un vicio. Es difícil admitir que somos más inferiores de lo que imaginábamos, porque nuestra cultura nos valora en términos grandiosos y no aprecia la humildad y la modestia.
Para el soberbio la soledad es una de las consecuencias, dado que sólo se ama a sí mismo, y está destinado a tener una vida vacía, a la búsqueda de la autosatisfacción. Este vacio es el resultado de una excesiva preocupación por la fama, el éxito, el honor. cosas externas e imprevisibles y por eso fácil de perderse.
Pero, ¿cómo sabemos si estamos a merced de la soberbia?. Examinémosnos y veamos si:
- Nos ofendemos con facilidad y perdonamos con dificultad.
- Nos gusta ser siempre ser el centro de atención: admirados, alabados, mimados.
- Sufrimos y nos irritados si somos culpados.
- No pensamos mas que en tener buen aspecto, aparentar, subir.
- Sólo vemos lo bueno en nosotros y lo malo en los demás.
- Queremos tener siempre razón y jamás cedemos en las discusiones.
- Hablamos con placer y frecuencia de nosotros mismos.
- Aconsejamos a todos y no aceptamos sugerencias de nadie.
Si nos reconocemos en estos puntos, entonces, evidentemente, estamos movidos por la soberbia.
Recuerda que no hay vicio más odioso ante Dios que el orgullo, porque nada se opone a la gloria a Él debida. Por eso, leemos en la Escritura: "Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes" (Job 4,6) y que "La soberbia es el primero de todos los males y quien es dominado por ella estará colmado de abominación" (Sir 10,15). Y es el castigo eterno inflingido a los Ángeles rebeldes, por la gravedad de estte pecado.
Saul, aunque probado por Dios, confiando en sus armas y soldados pretendía mantenerse en el trono, siendo derrotado por la más bella de sus esperanzas: los filisteos y para escapar de los insultos de los vencedores, se dió muerte a sí mismo.
El gigante Goliat, pavoneándose de sus fuerzasss y fiándose de sus armass, despreciando al pueblo de Dios desafiaba en singular combate a los poderosos de Israel, pero cuando él se sentía seguro, fue abatido por una sencilla honda del pastor David.
Absalón, ingrato, por desenfrenada ambición de reinar, se revolvió contra su padre, pero, vencido pronto en la batalla, mientras esperaba salvarse en un veloz corcel, suspendido por los cabellos, colgado de una rama de roble, perdió la vida herido por tres disparos de dardo.
La soberbia, entre todos los pecados, es enorme, odiosa e injuriosa a Dios. ¿Qué puede ser más abominable y más odioso a los ojos de Dios que un gusano, una miserable criatura que se cree superior hasta dominar a sus semejantes y atribuirse la gloria y el honor debidos sólo a Dios?
Lo que debe inducir a temor y temblor es el castigo espiritual, por el que se le cierra al soberbio la fuente de toda gracia celestial, puesto que el Señor ha afirmado que no dará su Gracia Divina al soberbio. Y, sin la gracia de Dios, ¿cómo puede salvarse?. Si la Gracia es necesaria e indispensable para huír del mal, hacer el bien, resisitir a la tentación, vencer a las pasiones desmesuradas, ¿cómo se puede, sin ella, alcanzar el paraiso?.
¿Qué puede esperarse del desventurado si rápidamente no se arrepiente?. Sólo caídas. Caídas al estado de la vanagloria, de pecado en pecado, de precipicio en precipicio, hasta la total ruína de sí mismo. Pero, ¿qué se puede oponer a tanto mal?,¿qué remedio?. La humildad: éste es el único remedio para la soberbia, para este cáncer que roe el alma.
Entonces, ¿quieres elevarte?. Empieza a bajarte. La verdadera humildad no enreda al hombre en su fango, sino que lo exalta en dignidad en cuanto que toma como modelooo a Jesús. Por eso, el humilde, a diferencia del soberbio, sabe ser grato porque hace experiencia del don, recordando los beneficios por Él concedidos durante la jornada, como signo concreto de la protección y estima incondicional del Señor. Es el sentido de la oración de alabanza, que recapitula la jornada y la relee con una luz diferente.
Es tiempo de poner ya remedio a este cáncer que corroe el alma y como un veneno intoxica al intelecto, turba la memoria y alimenta cos su fuego el amor propio.
Para empezar:
- No confiar en el saber: es poca cosa respecto a lo que no sabes.
- No alardear de las riquezas: si las tienes, todo podría cambiar.
- No enorgullecerse del cuerpo: ¿qué mérito piensas tener?.
- No complacerte de tus habilidades e inteligencia: son talentos innatos.
- No creerte mejor que los demás: puede que te estés sobrevalorando.
Dios que conoce bien lo que hay en cada cual, no te considera el peor. Sin humildad no podrás erradicar ni corregir del corazón tanta vanidad y ligereza en la que se cae con frecuencia. No conseguirás quitar las fijaciones del juicio, la obstinación de la voluntad que nos hace tan audaces, ni podrás esperar que tus acciones, santas y loables, sean aceptadas por Dios y meritorias para la vida eterna, si no están libres de soberbia y apoyadas en el sólido fundamento de la humildad.
La humildad consiste en una honestidad intelectual que permite al hombre reconocer y aceptar, a la vez, la propia dignidad y grandeza, la propia y fundamental limitación, presupuesto indispensable para continuar en la búsqueda de la pérdida originaria completa. En un continuo desarrollo, la humildad hace al hombre capaz de reconocer y aceptar las mismas características incluso en las demás personas, y esta consciente aptitud conduce a la comprensión y a la imitación de la vida de Cristo.