Ángeles


Ángeles

Ángeles

Faustina Kowalska

"...Vi a los ángeles tomar alguna cosa de cada hermana y meterlo en un vaso de oro en forma de inciensario. Cuando terminaron con todas las hermanas, apoyaron el vaso sobre el segundo plato de la balanza, que subió de repente a la altura de aquello que contenía la espada. Entonces, el incensario emanó una llama que subió hasta la luz.".
(El ángel se le apareció el día que renovó sus votos).

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Una tarde delante del espectáculo del firmamento

"...De improviso, un fuego de amor inconcebible descubrió mi alma a través del Creador. No dejando de soportar la nostalgia que salía de mi alma a través de Él, me postré, humillándome en el polvo. Lo alababa por todas sus criaturas y, cuando mi corazón no tenía ya más fuerzas para soportar esto que Él mostraba, escapaba zigzagueando. Entonces, mi ángel custodio me tocó y me dijo: "Señor me manda a decirte que te levantes". Obedecí inmediatamente, pero no me consolé; poco antes, la nostalgia de Dios me había invadido fijándose más.".

Un día durante la adoración

"Un día, mientras estaba en adoración, mi alma sufría atrozmente y no podía retener mis lágrimas, entonces vi un espíritu de increíble belleza que me dijo: "El Señor te ordena que dejes de llorar". Después de un instante le pregunté: ¿quién eres? y él me respondió "soy uno de los siete espíritus que están noche y día ante el trono de Dios". La belleza del Espíritu deriva de su estrecha unión con Dios. No me dejó un solo instante, me acompañó a cada lugar. Al día siguiente, durante la Misa, antes de la elevación, comenzó a cantar estas palabras: "Santo, Santo, Santo...", y su himno, imposible describirlo, resonó como un coro de voces de millares de personas".

La Santa es encargada de vigilar la puerta de entrada del convento

"Cuando entendí lo peligroso que era en este período encontrarse cerca de la puerta de entrada, a causa de los desórdenes de revolucionarios, y cuántas personas malvadas odian los conventos, pedí ayuda a Dios y le recé para pedirle que ningún malintencionado se atreviese a acercarse a la puerta. Entonces, oí estas palabras: "Hija mía, termina desde este momento el encargo que te he confiado, he puesto un Querubín de guardia. Por lo tanto, no debes sentir temor". Después de volver del encuentro con el Señor, vi una ligera nube blanca que envolvía a un Querubín con las manos juntas, cuya mirada era similar a un rayo.".

"Una gran luz rodeaba al Serafín: la divinidad y el amor de Dios se reflejaban en él. Llevaba un vestido dorado, cubierto con una túnica y una estola transparentes. El cáliz era cristalino, cubierto de un velo también transparente. Apenas me dio al Señor desapareció. Una duda me asaltó una vez, poco antes de la Comunión, y el Serafín, acompañante de Jesús, se apareció de improviso delante de mí. Había rogado a Jesús y, al no obtener respuesta alguna, pregunté al Serafín: "¿no podrías confesarme?" Y el me respondió: "Ningún espíritu del cielo tiene tal poder". En aquel momento, una Hostia se posó sobre mis labios.".