La Pasión de Jesús

María Valtorta

Valtorta

Jesús encuentra a su Madre

María intenta pasar entre los soldados apeados. Pero éstos, que tienen calor y prisa, intentan evitarla con las astas, aun más que por el camino adoquinado, vuelan piedras en protesta por tanta piedad.

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Según las revelacioenes de María Valtorta

Son los judios que todavía imprecan por la pausa causada por los pies de las mujeres y dicen: "Rápido. Mañana es Pascua. Necesita acabar todo a primera horade la tarde, Cómplices. Irrespetuosos con nuestra Ley. Opresores. Muerte a los invasores y a su Cristo. Lo aman. Véis. Cómo lo aman. Las carroñas a las carroñas. Las lepras a los leprosos".

Longinos se cansa y espolea al caballo, seguido de diez lanceros, contra la jauría insultante que huye una segunda vez. Y haciendo esto vé un carro, seguro entrado allí por los huertos que están al pie del monte y que espera con su carga de hortalizas que la muchedumbre haya pasado para bajar hasta la ciudad. Pienso que un poco de curiosidad lo había hecho entrar allí, porque no le era necesario a él hacerlo.

Los dos hijos, sentidaos encima del montón verde de verduras, miran y ríen detrás de los judios que huyen. El hombre, sin embargo, un robustísimo hombre, alrededor de 45 años, erguido junto al burro, que asustado intenta recular, mira atentamente el cortejo.

Longinos lo examina. Piensa que le puede venir bien y ordena: "Hombre, ven aquí". El Cireneo finge no oír. Pero con Longinos no se broma. Repite la orden de tal modo que el hombre echa la rienda a un hijo y se acerca al centurión.

Pregunta: "¿Ves a aquel hombre?. Y al decirlo se vuelve para señalar a Jesús y vé a su vez a María que suplica a los soldados que la dejen pasar. Tiene piedad y grita "Dejad pasar a la Mujer". Luego vuelve a hablar al Cireneo: "No puede continuar tancargado. Tú eres fuerte. Coge su cruz y llévasela hasta la cima".
"No puedo...Tengo el asno... es rebelde... los chicos nosaben llevarlo...". Pero Longinos dice: "Vé, si no quieres perder el asno y ganarte veinte golpes de castigo". El Cireneo no se atreve a decir más. Grita a los muchachos: "Id a casa y rápido. Y decid que vuelvo pronto" y después va a por Jesús.

LA MADRE
Lo alcanza mientras Jesús se vuelve hacia la Madre que sólo ahora vé venir hacia Él, porque avanzaba muy encorvado y con los ojos cerrados como si fuese ciego, y grita: "Mamá".
Es la primera palabra pronunciada desde que es torturado, que expresa su sufrimiento. Porque en aquel grito está la confesión de todo y todo su tremendo dolor de espíritu, de moral y físico.
Es el grito atormentado y atormentador de un niño que muere solo, entre esbirros y las peores torturas... y que llega a tener miedo hasta de su propia respiración.
Es el lamento de un niño delirando por visiones de pesadilla. Y quiere a la madre, la madre, porque sólo su beso fresco calma el calor de la fiebre, su voz ahuyenta los fantasmas, su voz hace menos temible la muerte...

María se lleva la mano al corazón como si hubiese sido apuñalada y tiene una leve vacilación. Pero se recobra, acelera el paso y mientras va con los brazos extendidos hacia su Criatura atormentada, grita: "Hijo..." Pero lo dice de tal manera que quien no tenga corazón de hiena, se lo siente resquebrajar por aquel dolor.

Veo que entre los romanos hay un movimiento de piedad... si bien son hombres de armas, nada novatos en las matanzas, marcados por cicatrices... Pero la palabra "Mamá" e "Hijo" son siempre y para todos, lo repito, no son peor que las hienas, son pronunciadas y comprendidas dondequiera, y en todas partas, levantan olas de piedad...

El Cireneo tiene esta piedad... Y Puesto que vé que María no puede abrazar a su hijo por el cmino de la cruz y tras haber tendido los brazos, los deja recaer persuadida de no poderlo hacer, si acelera en levantar la cruz y lo hace con delicadeza de padre, para no golpear la corona o rozar las llagas.

Pero María no puede besar a su Criatura... Aunque el más leve toque sería tortura en las carnes laceradas y María se abstiene y luego... los sentimientos más santos tienen un pudor profundo. Y quieren respeto, o al menos compasión.Se besan sólo dos almas angustiadas.

El cortejo que se pone en movimiento bajo los empujones de la oleada de pueblo furioso presionando la parte inferior, los divide, apartando a la Madre contra el Monte, al escarnio de todo un pueblo. Ahora detrás de Jesús está el Cireneo con la cruz. Y Jesús, libre de aquel peso, avanza mejor. Jadea fuertemente, se lleva, a menudo, la mano al corazón, como si tuviese un gran dolor, una herida allí, en la zona exterior cardiaca, y, ya que puede, no teniendo las manos atadas, se atusa los cabellos caidos hacia adelante, todos llenos de sangre y sudor, hasta detrás de las orejas, para sentir aire en el rostro cianótico, se desabrocha el cordón del cuello, por la falta de respiración... Pero puede caminar mejor.

María se ha retirado con las mujeres. Se coloca detrás del cortejo cuando ha pasado, y luego, por un atajo, se dirige a la cumbre del monte, desafiando los improperios de la plebe rabiososa. Ahora que Jesús está libre se mueve mejor en la última curva del monte y ya están próximos a la cima todo el pueblo vociferante.

N. del A. Extraido de "Il poema dell`Uomo-Dio" de María Valtorta. Volumen noveno. Centro Editoriale Valtortiano..