Infierno
Francisco di Sales
Los Novísmos - Paraíso - Purgatorio.
Proclamado Santa y Doctor de la Iglesia de Papa Alejandro VII en el 1665.
Sus principales obras son:
- Introducción a la vida devota.
- Tratado del amor de Dios.
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Meditación sobre el infierno
El infierno nos da una medida indiscutible de la malicia del pecado. Nosotros, que estamos dominados normalmente por el mundo sensible, sin enterarnos tendemos a juzgar el pecado comparándolo con las cosas de nuestra experiencia: y el juicio que damos resulta completamente equivocado.
Discutimos a veces que el pecado es una ofensa hecha a Dios; pero sólo cuando buscamos representar la pena del pecado mismo como la consecuencia de esta ofensa a Dios, o sea al infierno, sólo entonces podemos adquirir un conocimiento más vivo y más eficazmente operativo sobre nuestro comportamiento humano. Paradójicamente, el infierno nos hace entender el pecado.
Se necesita no conocer nada de la naturaleza humana para pensar que sólo el impulso del amor lleve al hombre a realizar el bien y a huir del mal.
Por increíble que pueda parecer la afirmación que el infierno sea obra de justicia y también sea obra de amor, es ciertamente verdadera. Verdadera, porque Dios, según la revelación de Juan, es Amor, y, por lo tanto, nada viene de Dios que no proceda del amor. No por nada el divino poeta recuerda al entrar infierno que fue hecho, sí, de la justicia divina, pero también del "primer amor."
El infierno nos demuestra que el amor de Dios por nosotros es una algo serio, porque el amor no correspondido tiene un castigo superior a cualquier imaginación.
La vida del hombre, de cada hombre, es algo terriblemente serio, ya que se salva de una única fundamental relación con lo Absoluto, con Dios. Y tal relación es aún más seria, ya que es una relación de amor, el amor es cosa seria, e implacable la muerte.
¿Cómo se podría afirmar que el amor de Dios para el hombre es una cosa seria, si fuera indiferente a la respuesta del hombre, si Dios, por absurdo que fuera, aceptara nuestro "no" a Su Amor como un "sí"? Ya que el infierno es precisamente este "no" del hombre, que se extiende sin fin, acordonando para siempre aquel "sí" que le concedería la libertad y la salvación.
Si la meditación del infierno turba nuestro espíritu y nos causa ansiedad pensando en nuestra debilidad, tenemos que asegurarnos pensando que Jesús se ha hecho hombre para salvarnos del infierno, y que nos ha encargado esperar en Él.
Debemos esperar nuestra salvación y esta esperanza no es una hipótesis, sino una firmeza, porque está fundada, no sobre nosotros, sino tan sólo en Jesús, que se ha hecho hombre para salvarnos. Y también sobre la fe y sobre la esperanza se encenderá quizás, por la gracia de la meditación sobre el infierno, el más ardiente el amor. Aquel amor irresistible que nos hace reforzar el propósito de no pecar y el propósito de ser fieles al Amor..