Fe
Dios habla
Parece imposible, sin embargo, Dios nos habla para hacernos conocer su voluntad y cuáles son los senderos que hay que recorrer en nuestra vida para alcanzar la santidad.
Para escuchar su voz es necesario detener el tumulto en nuestras vidas.
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¿Cómo puede expresarse con la palabras?
Existe el riesgo de confundir las palabras de "uno" con la palabra de Dios, pero lo cierto es que Dios se ha manifestado en los acontecimientos más importantes de la historia, tal como se relata en el Antiguo Testamento, y examinando cada acontecimiento ocurrido a lo largo del tiempo se es posible reconocer sus huellas. Dios quiso darse a conocer a través de las palabras, sueños y visiones de que habla la Sagrada Escritura y mientras en la antigüedad hablaba por medio de los profetas, hoy habla al hombre por el poder de la palabra del Hijo.
En ese momento el pueblo judío había descubierto que había sido llamado a escuchar, como se relata a lo largo del Antiguo Testamento en el que encontramos este estribillo reiterado a lo largo de los siglos: "escucha a Israel, escucha al Señor, al Señor tu Dios". En los días de hoy, ante la Palabra del Hijo de Dios, ¿cómo es posible percibir lo que dice y lo que pide? La respuesta siempre es la misma, escuchar porque necesitamos tomar una posición clara. Prepararse a escuchar es, por tanto, esencial para adherirse enteramente a la llamada de Dios.
Dios no habló para comunicar ideas vagas, no reveló un libro sino una persona, y como los apóstoles vieron, oyeron, palparon y contemplaron, aún ahora todos tienen la oportunidad de dar sentido a su vida y a su historia. El acto de fe surge, pues, de la conciencia de que la palabra de Dios es salvación, verdad y liberación.
En la segunda carta a los Corintios, Pablo escribe: "si nuestro evangelio permanece velado, es para los que se pierden, a quienes el Dios de este siglo cegó, a los incrédulos, para que no vean el esplendor del glorioso evangelio de Cristo, el cual es imagen de Dios. De hecho, no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús el Señor; en cuanto a nosotros, somos vuestros siervos por amor de Jesús, y Dios, que dijo: "Que de las tinieblas resplandezca la luz", resplandeció en nuestros corazones, para que el conocimiento de la gloria divina que resplandece sobre el rostro de Cristo brille".
Escuchar es necesario para captar la palabra de Dios y seguir sus huellas, supone la disponibilidad interior para acoger esa palabra y permite percibir el sentido de la presencia de Dios.La palabra se revela a quien consigue abrir el corazón y hacer disponible para acogerlo. Los Padres de la Iglesia reiteran que, al venir, la palabra de Dios se acortan muchas sílabas o se pierde el final y por eso se requiere humildad para poder acogerla en su totalidad, para vencer cualquier resistencia del corazón.
¿Dios habla personalmente a cada criatura?
¿Cuántas veces me han surgido estos pensamientos: "Le confié mis problemas, le pedí que respondiera mis porqués y luego me asombró su silencio… porque Dios calla, no interviene, no me defiende, no aclara? ¿Por qué este silencio?". Sin embargo, Dios habla y uno solo necesita aprender a escuchar Su voz en la confusión de la propia vida.
Es esclarecedora la historia del profeta Elías, que había huido de la reina Jezabel que lo amenazaba de muerte, luego se refugió en el monte Oreb y esperó a que Dios se manifestara: cuando le fue dirigida la palabra del Señor: "Sal" y detente en el monte en la presencia del Señor.
Y he aquí, el Señor pasó. Había un viento recio que partiría las montañas y rompería las rocas delante del Señor, pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, un incendio, pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa ligera. Al oír esto, Elías le cubrió el rostro con su manto, salió y se detuvo a la entrada de la cueva".
Dios no se manifiesta en los signos y grandes ruidos de la naturaleza sino en el dulce silencio de un soplo de viento que acaricia el rostro: el profeta experimenta a Dios en el silencio.
Dios no calla sino que, por su elección, quiere revelarse sólo en el silencio, para ser buscado asiduamente, y se da a conocer sólo a quienes le buscan. Por tanto, la vida interior no puede permitirse que sea ocupada por sonidos y charlas, de lo contrario no habrá más espacio para Aquel que llegará con paso silencioso. Él tendrá cuidado de que lo escuches venir y se detendrá solo si tienes tiempo para escucharlo, de lo contrario, pasará.
Dios habla con la realidad de su ser y no necesita hablar con palabras, aunque pudiera; se expresa a través de sus obras y la acción silenciosa sobre el alma, conmoviendo el corazón, inclinando la sensibilidad e iluminando la mente.
También puede hablar a través del lenguaje de la oración que es, en última instancia, ese camino misterioso que no se puede examinar pero cuyos efectos de cambio en el corazón se pueden percibir. Precisamente en la oración se oculta el misterio del encuentro entre el yo y Dios y el modo en que Él habla al alma y al intelecto va más allá de la capacidad humana, no es posible comprenderlo plenamente: “Excelente para mí tu sabiduría, demasiado alto, y no lo entiendo" (Sal 139, 6). Dios habla en el punto más escondido y misterioso del ser, donde se encierra el latido del corazón o donde se encierra la conciencia que es la esencia del ser.
La oración no puede ser la expresión del sentimentalismo sino que debe ser la manifestación de la fe que incluye el amor ardiente a Dios, Él habla cuando quiere y nosotros no podemos dirigir Su acción en las almas.
Volvemos a invitar
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