La Esperanza

Santa Catalina

Monasterio Las Cartas fueron dictadas por Catalina a sus discípulos. En estos documentos el Santa expresa sea la fuerte personalidad sea un lenguaje impetuoso.

Tiene una brillante visión de los problemas religiosos. Logra traer de vuelta al pontífice a Roma y contribuye a la reforma de las costumbres de la iglesia.

Únete a nosotros

Las cartas de Santa Catalina

La esperanza cristiana además de provocar un manantial de sensaciones nos pide permanecer fieles a una fe cierta. La esperanza humana, viceversa, es solo el último apoyo para no naufragar en el mar de las dificultades y de los desastres. Esta última es vista como una utopía, es decir, tiende a una cosa inalcanzable y en consecuencia de ser expuestos a la incertidumbre y a la desilusión, ya que nos sentimos inciertos de poder alcanzar la meta fijada.

El apóstol Pablo lamenta en la Carta a los Efesios: "Recuerden que en el tiempo estaban sin Cristo, excluidos de la ciudad natal de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en este mundo" (Ef 2,12). El apóstol sabía que los gentiles tenían una religión mitológica basada en dioses discutibles y que de sus mitos no provenía ninguna esperanza. Un pueblo que estaba en un mundo oscuro destinado a un futuro oscuro. Por esto evidencia, el elemento que distinguía a los cristianos: "Conocen a Dios y en Dios tienen un futuro", saben en definitiva, que su vida no termina en el vacío..

La esperanza cristiana se apoya en la fe en la intervención del Señor Jesús a favor de su pueblo. En Pablo esta esperanza adquiere un rasgo escatológico ya que se trata de un encuentro definitivo entre el creyente y Jesucristo. Esto determina en la persona el cambio de su existencia. Se trata, de hecho, de una experiencia, que tiene una recaída en el respeto de reglas morales evidenciadas por Jesús en el Evangelio. La esencia del cristianismo y el consecuente reaccionar del hombre cristiano, no se apoya sobre una filosofía, sino sobre una persona, sobre un evento. "Pero persiste Tú en lo que has aprendido y te has persuadido, sabiendo de quienes lo has aprendido y que desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la Salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús"
(2Tm 3,14-15).

La vida cristiana está llena de esperanza ya que Cristo, hijo único de Dios es decir Dios, está al centro de toda la Sagrada Escritura. La existencia del cristiano debe ser marcada por un caminar dócil hacia Cristo, y como dice el Salmo "El Señor es mi pastor: nada me faltara; sobre verdes prados, me hace reposar, me conduce hacia fuentes tranquilas" La experiencia de la Palabra es entonces origen y mitad de la vida cristiana que trasciende y alma de la esperanza del creyente.

La relación entre fe y esperanza está relacionada en manera intrínseca con Cristo que es el fundamento y motivo de la misma existencia. "La fe es fundamento de aquello que se espera y es prueba de aquello que no se ve" (Eb.11,1). Solo si el creyente tiene fe en Jesús, puede esperar y la esperanza, por su parte, puede nutrir y custodiar la fe. Con esta suposición aquello que se cree se vuelve aquello que se espera: "El Dios de la esperanza los llene, en el creer, de cada gozo y paz para que abunden en la esperanza por la virtud del Espíritu Santo"
(Rm 15,13).

La esperanza, no se debe olvidar, es la certeza en el futuro, fuerza de una realidad presente determinada de aquella Presencia que la fe indica. El cristiano da testimonio de esperanza viviendo en la fe, realizando así la esencia de su existencia. La esperanza, que profundiza sus raíces en el amor, no desilusiona: "En esperanza de hecho fuimos salvados. Ahora, aquello que se espera, si es visto, no es más objeto de esperanza; de hecho, aquello que uno ve, como podría esperarlo? Pero, si esperamos en aquello que no vemos, lo esperamos con perseverancia"
(Rm 8,24).

El hombre moderno frecuentemente piensa solo a sí mismo y la búsqueda de aquello que le hace sentir seguro, así es como mete una barrera hacia un futuro y hacia la esperanza!

El hombre que espera es una persona que continuamente ha buscado y ha sido alcanzado por el Resucitado. Es bueno repetir que buscar a Jesús es el propósito para encontrarlo. Solo quien busca encuentra: "hemos encontrado a aquel del cual ha escrito Moisés, en la ley y los Profetas: Jesús, hijo de José de Nazareth"
(Jn 1,41-45).

El mensaje bíblico es un itinerario de conversión: "sabiendo que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo", (1Epístola San Pedro 1, 18-19). El testigo de la esperanza es quien anuncia la "promesa de la vida en Jesucristo" (2Tm 1,1) y cuenta la experiencia de un encuentro que ha tocado su vida, su corazón no obstante su propia debilidad y fragilidad.

Creer en el Resucitado, abre aquella esperanza en quien sabe mantener la mirada fija en Jesucristo Nuestro Señor, el cual nos ha abierto las puertas de la eternidad.

La esperanza cristiana está estrechamente conectada tanto con la fe como con la caridad, compañeras de viaje que nunca la abandonan. La esperanza no puede desilusionar porque surge de la fe y se alimenta con el amor. "La esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios fue derramado sobre nuestros corazones". (Rm 5,5). El amor de Dios es la base y el fundamento de la esperanza, con la fuerza de su Amor podremos superar todo aquello que es motivo de sufrimiento: "Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé en el abismo"
(2 Cor 11,24).

Dios ha revelado y prometido al hombre una esperanza cierta: "Les espera un futuro en la eternidad", esto debería cambiar el modo de vivir para esperar un gozo que nunca tendrá final donde el tiempo no existirá más.

La esperanza vence siempre el miedo, ya que dona el coraje para no permanecer quietos, de abrir la puerta para pasar el umbral y ponerse a la secuela de Cristo y encontrar en Él, el sentido de la vida. Se encontrarán así nuevos horizontes que compensarán el presente y nos dará un futuro radiante.