Velad
Velad y orad, para que no caigais en tentación; el espíritu está listo, pero la carne es débil.
(Evangelio según San Mateo 26,41).
Este pasaje del Evangelio subraya la importancia de la oración para resistir a las tentaciones. Nuestro espíritu puede estar listo, pero nuestra naturaleza humana es frágil y propensa al pecado, con la oración y la ayuda de Dios podemos superar las tentaciones traicioneras.
La tentación se presenta primero a la mente un simple pensamiento, al que sigue una fuerte imaginación, luego el deleite y el mal movimiento, y finalmente se permite el mal.
(Imitación de Cristo XIII).
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Vigilancia y oración
Veamos de qué medios debemos servirnos para vencer las tentaciones.
Los maestros del espíritu nos sugieren muchos, pero el más necesario y seguro - y de este sólo vamos a hablar - es el recurrir a Dios con humildad y confianza, diciendo: "Oh Señor, ven a salvarme. Dios mío ven pronto en mi ayuda".
(Sal 69,2).
Basta esta oración para hacernos superar los asaltos del demonio, porque el Señor es infinitamente más fuerte que todos los demonios. Dios sabe que nosotros no tenemos fuerzas para resistir las tentaciones del infierno. Como escribe el cardenal Gotti "cuando estemos en peligro de ser vencidos el Señor nos da la ayuda necesaria para resistir, con sólo pedirselo".
¿Cómo podemos temer que Dios no nos ayude, después de tantas promesas como Él nos ha hecho en la Sagrada Escritura?. "Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré.
(Mt 11,28).
"Venid vosotros que lucháis contra las tentaciones y Yo os daré fuerza. Invocadme en el día de la desventura: te salvaré y tù Me darás gloria".
(Sal 49,15).
"Cuando te atormenten los enemigos, llámama: yo te sacaré del peligro y tù me alabarás. Entoneces lo invocarás y el Señor te responderá: implorarás ayuda y Él te dirá: Aquí estoy"
(Is 58,9).
"Pedirás ayuda al Señor y Él te escuchará. Gritarás: Pronto, Señor, ayùdame, y Él te dirá: Aquí estoy para ayudarte. ¿Quién lo ha invocado y ha sido por Él desatendido?".
(Sir 2,10).
David estaba seguro de que por medio de la oración vencería a todo enemigo: "Invoco al Señor digno de toda alabanza y seré salvado de todo enemigo" (Sal 17, 4). Él, en efecto sabia que Dios se acerca a quien reclama Su ayuda. "El Señor está cerca de los que Lo invocan".
(Sal 144,18).
Y San Pablo añade que "el Señor es rico en misericordia para todos los que le invocan".
(cf. Rm 10,12).
Si todos cuando, cuando se sienten tentados, acudiesen a Dios, nadie le ofendería porque muchos caen halagados por sus malas inclinaciones, por no perder el placer momentáneo prefieren perder al Sumo Bien, que es Dios. La experiencia demuestra que quien recurre a Dios, especialmente en las tentaciones, no cae (...)
Las tentaciones contra la pureza, como las de la fe, no conviene cogerlas por el cuello, sino que se necesita neutralizarlas con actos de amor a Dios o dolor de los pecados, o bien esforzándose en cualquier acción que nos distraiga. Apenas acuda cualquier mal pensamiento, no nos pongamos a examinar qué significa o dónde nos quiere llevar, sino que echémoslo de inmediato a la calle, rápidamente, impidiéndole entrar en la mente. Ciertas malas sugestiones necesitan ser descartadas de inmediato, pues como las chispas de fuego acabarán quemándonos.
Si luego la tentación impura entra en la mente, acudamos inmediatamente a Dios diciendo. "Señor ayùdame", e invocando los nombres de jesùs y de maría. Si luego la tentación continua, evitemos inquietarnos y enfadarnos porque el demonio podría servirse de nuestro enojo para hacernos pecar. Ante todo, con humildad,, confiemos en la voluntad de Dios, que permite que seamos tentados y digamos: "Señor, por nuestros pecados merecemos ser tentados por estos malos pensamientos, pero ahora socórreme y ayùdame".
Cuando la tentación continue, sigamos invocando a Jesùs y a maría y cuando estemos en grave peligro de consentimiento, aumentemos la oración, recurramos al Santísimo Sacramento, arrodillémonos ante un crucifijo o ante una imagen de María y oremos con mucho fervor, gimiendo, llorando y buscando socorro. Es verdad que el Señor está preparado para oír nuestras oraciones y que Él nos dará fuerza para resistir y no nuestra diligencia. El Señor quiere nuestro esfuerzo antes de acudir a nuestra debilidad y ayudarnos para vencer.