Dominar las pasiones
Batalla sangrienta
Resistamos por principio nuestras inclinaciones y erradiquemos las malas tendencias, para que no nos conduzcan a mayores dificultades.
Cuanta paz y alegría podríamos traer a nosotros mismos y a los demás, con el bien regular de nuestra vida, seríamos más solícitos para nuestro perfeccionamiento espiritual.
(La imitación de Cristo XI, 6).
Únete a nosostros
Reprimir las tentaciones
Debe prepararse para la batalla, porque el demonio, el mundo y la carne se arman para luchar contra ti y hacerte caer en la perdición. Cuanto más trates de ser justo, más el enemigo hace estragos en tu contra.
Examina bien las armas que necesitas para defenderte contra estos enemigos y no ser ganado por el diablo, la oración es la mejor defensa. San Pablo escribe, de hecho, no se lucha contra una naturaleza humana mortal, sino contra príncipes, contra potestades, contra poderes de este mundo oscuro, contra los malos espíritus. Él nos advierte que por nosotros mismos no tenemos la fuerza para resistir a estos poderes, tenemos que buscar la ayuda de Dios, que se solo a aquellos que lo solicitan con la oración.
No confíes en tus intenciones o estarás perdido. Cuando seas tentado por el diablo, pon toda tu confianza en Dios. El mal reside no sólo en nuestra humanidad que es propensa a la tiranía de las pasiones que causan muchas heridas, y nos hacen, gemir y suspirar como dijo San Pablo:. Oh si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que mora en mí.
La voluntad llena de incertidumbre, se debilita y se abandona a sí misma y no encuentra la fuerza para resistir los impulsos de la naturaleza del mal. A causa de su cobardía le abre las puertas al mal. Si la inteligencia no logra ver claramente, el mal barre consigo con los errores de la voluntad y sensibilidad, porque perdió siguiendo falsas esperanzas.
La acción y la voluntad se desvían si la inteligencia considera las cosas desde el punto de vista del placer, las ideas falsas conducen a actuar de manera incorrecta. Es por eso que ver es la primera necesidad y un asunto de mayor importancia. Desde las cumbres de la fe viene la luz, de la cima de la caridad el ardor, y con la práctica de la vida, la virtud alcanza las alturas de la perfección.
La batalla debe dirigirse contra la causa que provoca esta tentación. Huye con todas tus fuerzas en cada ocasión en que pudieras estar en el más mínimo peligro. A través de intrigas secretas que se muestran inocuas; atraviesan tu vigilancia y se arrastran venenosamente para hacer daño con heridas que amenazan la vida. Las pasiones encuentran espacio en la mente, con referencia a las cosas con las que el cuerpo se relaciona, con sus necesidades, o su amor.
Con el pretexto de cosas lícitas, la tentación engaña al intelecto, por lo que consiente en el placer de los sentidos. Distraído por el viento impetuoso de la lujuria, el mal infunde su veneno, actúa de forma inadvertida a fin de penetrar en la esencia del alma, oscurece cada vez más la razón por la que se empieza a considerar las cosas peligrosas como inofensivas, por lo que cae en mal estado o en alguna tentación dolorosa y difícil de superar.
Huye porque la paja cercana al fuego se enciende y bajo su ímpetu te ciega la razón, te borrará la memoria de Dios, por lo tanto, no tendrás ningún temor, ni a Dios ni a la gloria, ni a todos los dolores que puedan resultar. Así que corre si realmente no quieres caer en este vórtice que puede arrastrarte en su abismo. Huye también del ocio y permanece alerta a cada pensamiento.
Cuando sientas el primer asalto de algún vicio ya sea de la lujuria, la ira, la impaciencia, la venganza, tienes que elevar el alma a Dios de esta manera el alma se aleja de ellos. Invoca la ayuda de Dios: "Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros." Estas palabras son poderosas ante Dios. Él va a correr en tu ayuda. La tentación se desploma y el enemigo es derrotado en su intento.
El cuerpo no puede ver con sus ojos lo que no puede ver con la mente. Los ojos del cuerpo no pueden ver más allá de la expansión, y si queríamos mirar más allá del firmamento, que no podían hacerlo con los ojos del cuerpo, sino con la mente. Los sentidos externos no pueden percibir la profundidad del misterio de las criaturas ni con el oído ni con la vista, el olfato o el tacto, porque Dios se ha escondido en el secreto de lo íntimo, donde los sentidos son más sutiles que en todos los cuerpos, para que podamos percibir la sabiduría del Todopoderoso oculta a las criaturas.
Aléjate del contacto con las cosas odiosas, no demos cabida en nuestra mente a los pensamientos que no estén dentro de la voluntad de Dios. Es nuestra negligencia lo que impide que nos esforcemos en el camino hacia las virtudes. Cuidémonos de guardar en nuestro interior solo lo referente a la verdad, no dejemos que la suciedad del pecado manche nuestra alma, para que nuestra alma no sea desfigurada. Purifiquemos nuestros corazones del óxido de las preocupaciones del mundo. Pongamos todo nuestro empeño en ser los herederos de las enseñanzas del padre minimizando las cosas que pasan. No permitamos en nuestra vida aquello de lo cual debemos separarnos, acerquémonos más bien a aquello que estreche los lazos que nos unen al amor de Dios, a fin de que una vez liberados del cuerpo libre de pasiones, podamos encontrarnos en el lugar del gozo, el corazón de Jesus.