La Misericordia

Carta

Monasterio Yo te he mirado y te conozco. Sé cuando te acuestas y cuando te levantas. Miro cuidadosamente tu camino y tu descanso. Conozco en profundidad todos tus caminos: hasta los pelos de tu cabeza están contados. Has sido creado a Mi imagen.

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Querido Hijo

Vives, te mueves y estás en Mí. Antes de que Yo te formase en el vientre de tu madre, te conocí. Te he elegido para una herencia. No eres un error y en mi libro ya están escritos todos los dias fijados para tí.

Yo he preestablecido las épocas y los confines de tu hogar. Te he hecho de modo estupendo. Yo te he tejido en el vientre de tu madre. Soy Yo El que te ha tratado desde el vientre de tu madre. Mi imagen ha sido deformada por aquellos que no me conocen. No estoy distante ni enfadado, porque Soy la expresión perfecta del amor. El amor que He profesado por vosotros, os ha convertido en hijos de Dios. Yo te doy lo que tu padre terrenal no podrá darte jamás, porque Yo soy un Padre perfecto.

Toda buena donación y cada don perfecto viene de Mí, Porque Yo soy el que provee todas tus necesidades, para darte un futuro de esperanza, porque Yo te amo con amor eterno. Mis pensamientos para tí, si los quisieras contar, serían más numerosos que los granos de arena. Yo gozo de alegría por tí. No dejaré jamás de bendecirte. Entre todos los pueblos serás mi tesoro favorito. En tí plantaré establemente, en este país, con todo mi corazón y con toda mi alma. Y te revelaré cosas grandes e impenetrables. y me encontrarás si me buscas con todo el corazón y con toda tu alma. Pon tu deleite en Mí Y Yo te daré los deseos de tu corazón. Puesto que Yo soy El que obra en tí el querer y el obrar para mi beneplácito. Porque Yo puedo hacer desmesuradamente más allá de cuanto pides o piensas: porque Yo soy tu gran fuente de valor.

Yo Soy el Padre de las misericordias y el Dios de toda consolación. Cuando tu corazón sufre, Yo estoy a tu lado. Como un pastor pastorea un cordero, Yo te he puesto en Mi corazón. Yo secaré cada lágrima de tus ojos. Y ya no habrá más muerte, ni luto, ni grito de cansancio. Yo soy tu Padre y te amo del mismo modo que amo a mi hijo Jesús.

Porque mi amor por tí, se revela en Jesús. Él es la huella de mi esencia. Y ha venido para demostrarte que Yo estoy de tu parte, no en tu contra. Y decirte que Yo no cuento tus pecados. Jesús ha muerto y ha puesto en tí la palabra de la reconciliación. Su muerte es la expresión suprema de mi amor por tí. He renunciado a todo lo que amo para tener tu amor. Habrá en el cielo mucha alegría por un un solo pecador que se convierta.

Siempre he sido el Padre y lo seré siempre. Mi pregunta es: ¿Quieres ser mi hijo?. Te espero.

Con amor Tu Padre
Dios Omnipotente.

DIOS ES AMOR
Queridísima hermana en Jesús: Yo, Catalina, sierva de los siervos de Jesús, te escribo en su sangre preciosa, deseosa de que te alimentes y te nutras de ella, como del seno de una dulce madre. Nadie, en efecto, puede vivir sin esta leche.

Quien posea el amor de Dios, encuentra tanta alegría que cada amargura se le transforma en dulzura, y cada peso se le vuelve ligero. No hay de qué sorprenderse, porque, viviendo en la caridad, se vive de Dios:

"Dios es amor; quien está en el amor vive en Dios y Dios mora en él".

Viviendo en Dios, pues, no se puede tener amargura alguna, porque Dios es delicia, dulzura y alegría infinita.

Y ésta es la razón por la que los amigos de Dios están siempre felices. Incluso los enfermos, indigentes, afligidos, atribulados, perseguidos... estamos alegres.

Tambien cuando las lenguas malidicentes nos den mala fama, lo ignoraremos, pero de cada cosa nos alegraremos y gozaremos, porque vivimos en Dios, nuestro descanso, y gustamos la leche de su amor. Como el niño atrae a sí la leche del seno materno, así nosotros, enamorados de Dios, atraemos el amor por Jesús crucificado, siguiendo siempre sus huellas y caminando junto a Él por el camino de las humillaciones, de las penas y de las injusticias.

No busquemos la alegría sino en Jesús y huyamos de toda gloria que no sea la de la cruz.

Abraza, pues, a Jesús crucificado, elevando a Él la mirada de tu deseo. Considera el ardiente amor por tí, que ha llevado a Jesús a derramar sangre por todas partes de su cuerpo.

Abraza a Jesús crucificado, amante y amado, y en Él encontrarás la verdadera vida, porque es Dios que se ha hecho hombre. Arda tu corazón y tu alma por el fuego de amor a Jesús clavado en la cruz.

Debes convertirte en amor, mirando al amor de Dios, que te ha amado tanto, no porque tuviese alguna obligación para contigo, sino por puro don, empujado sólo por su inefable amor.

No tengas más deseo que el de seguir a Jesús. Como embriagada por el Amor, no harás caso si te encuentras sola o en compañía: no te preocupes de tantas cosas, sino sólo de encontrar a Jesús y seguirLe.

Corre, Bartolomea, despierta, porque el tiempo corre y no espera ni un instante.

Jesús dulce, Jesús amor.

De las Cartas de Santa Catalina de Siena. (Carta n.165 a Bartolomea, esposa de Salviato da Luca)