El gesto de Verónica
la Verónica se convierte en símbolo de compasión y amor
La compasión revela el amor. Quien no llora con quien llora, no es un verdadero cristiano, sino un intolerante.
Dios el Padre no ha mirado a los hombres que arruinaban su existencia en la rebelión, sino que ha compadecido dando al que es la pupila de sus ojos, el Hijo Unigénito.
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El gesto de compasión
Jesús no hizo un paseo o un safari en la tierra, sino que se sumergió en el anonimato y el dolor del hombre más miserable hasta compadecerse del pecado y la desesperación de todos.
La Verónica es el verdadero icono de todo cristiano que en la compasión se ha dejado transfigurar en el rostro desfigurado de Cristo: rostro glorioso de todo hombre herido.
El glorioso rostro de la Sábana Santa.
Rostro glorioso del Resucitado que llevará para siempre los signos de las espinas de los clavos y de la lanza.
La subida es cada vez más larga y ahora el calor se suma a las otras adversidades.
El cuerpo está al límite y el sufrimiento absorbe cada partícula, sin embargo yo debo proceder para pagar hasta el fondo y redimir todas las iniquidades.
Sacrificio y sufrimiento
De tanta gente, ¿nadie se compadece de mí? Por una bestia arrastrada al matadero hay lástima, pero no por el Hijo del hombre que es aplastado por el odio, las burlas y el desprecio.
Procedo, me arrastro entre dos alas de multitud excitada por el deseo de venganza.
Es la venganza perpetrada por el mal sobre el inocente que se regocija de su anulación.
El que ha salvado, curado y devuelto la vida a muchos, ahora está allí polvoriento, ensangrentado, con la corona de espinas en la cabeza, arrastrado con gran burla como una bestia al matadero.
Pueblo predilecto que has matado a los profetas (Mt 23,29-31) y no has escuchado las palabras de verdad, ahora te preparas para alcanzar el culmen de las iniquidades, levantas el brazo sobre el Hijo del hombre esperando anular su luz.
El peso de la cruz como el sufrimiento es enorme y yo procedo como puedo encuentro al cáliz cada vez más amargo, decidido, sin embargo, a beberlo hasta el fondo.
La intervención de Verónica
En la multitud está la que oye la voz del corazón, ve con la luz de la verdad el cordero sacrificial y su inmenso sufrimiento.
Esta visión desciende sobre su corazón y con un impulso generoso que desafía a la muchedumbre asediada corre a mi lado.
Pon sus ojos de lástima en mi cara dolorida. Quisiera librarme de los sufrimientos, pero su mirada se pierde en el océano de dolor del calvario y nada puede.
Entonces, con gesto de amor, me seca el rostro empapado en sangre y sudor, no se le permite nada más porque con rudeza los soldados la alejan.
El cortejo retoma la subida donde me espera el cáliz amargo, que será bebido hasta el fondo.
Incluso en la oscuridad, cuando el mal ciega las mentes, el amor gana.
La mujer piadosa no ha escuchado las injurias, la condena de los sacerdotes y el miedo a ser castigada.
Ella escuchó la voz que procedía del corazón, se dejó llevar por la luz y se acercó junto al que sufría, al que irradiaba la luz.
¡Qué consuelo, después del de la Madre, he tenido! En ella he visto también a aquellos que en el tiempo me habrían sido fieles y a los que, sin tener en cuenta las situaciones adversas y de peligro, hubieran escuchado la voz del amor.
Tomado del libro:
"Abriré un camino en el desierto". .
Oración
Danos, Señor, la inquietud del corazón que busca tu rostro. Protégenos de la dureza de corazón, que sólo ve la superficie de las cosas. Danos la sencillez y la pureza que nos permitan ver tu presencia en el mundo. Cuando no seamos capaces de lograr grandes cosas, danos el valor de una bondad humilde. Imprime tu rostro en nuestros corazones, para que podamos conocerte y mostrar al mundo tu imagen.
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