Jesús el Profeta
La historia de Israel casi es recorrida por un fenómeno único en la historia de todos los pueblos: la presencia de hombres excepcionales, los profetas, que intervienen, sobre todo en los momentos cruciales, para reanimar el pueblo y volverlo a llamar a los empeños de fidelidad a Dios.
Al tiempo de Jesús hay mucha espera para la venida de un profeta, más bien de un profeta que aún será grande de todos los profetas. El mismo Nazareno es visto, por el pueblo de Israel, como un profeta; un gran profeta.
Al principio de su misión, Jesús se pone entre los profetas que no son honrados en la misma patria (Lc 4,24), y luego, entre aquellos matados en Jerusalén.
Después de la resurrección del hijo de la viuda de Nain, todos son tomados por temor, Dios glorificando y diciendo: "Un gran profeta ha surgido entre nosotros y Dios ha visitado su pueblo"(Lc 7,16).
Sino, Jesús se muestra diferente, en su enseñanza y en la predicación, de los profetas del antiguo Testamento, que hablan siempre en tercera persona, y por lo tanto en nombre de Dios: "Oráculo" de Dios.
Él, en cambio, habla con autoridad, en primera persona: "Pero yo os digo". Y es justo por esta "autoridad" que lleva en sí, que Jesús dice: "No penséis que he venido a abolir, sino a dar cumplimiento" (Mt 5,17).
En sus palabras, Jesús semeja colocarse al sitio mismo de Dios y tiene una relación particular con el Espíritu. Ningún profeta ha osado nunca decir y reivindicar, por sí, una relación tan estrecha con Dios al punto de declarar, como él hace, no sólo de ser el enviado y el intérprete acreditado de Dios, pero un auténtica "encarnación" de Él.
A garantizar el autenticidad de la afirmación que Jesú es un Profeta, hay las Señales, los prodigios, los milagros estrepitosos que él ha obrado. Pero también, y éste aparece más evidente a nosotros hombres de hoy, sus profecías que se realizaron puntualmente en el curso de los siglos. Justo las ciudades principalmente beneficiadas por él, aquellas donde ha cumplido más milagros y dónde ha predicado por mucho tiempo, son las más ingratas verso de él, no conformándose a sus enseñanzas, y por esto, son predestinadas a la destrucción.
"¡Ay de ti, Corozain! ¡Ay de tí Betsàida! Porque, si en Tiro y a Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en vosotras, hace tiempo que en saco y ceniza habrían hecho penitencia. Sólo os digo que el día del juicio será más tolerable para Tiro y Sidón, que para vosotras.Y tu Cafarnaúm, ¿Te levantarás hasta el cielo? ¡Hasta el infierno te hundirás! Porque si en Sòdoma se hubieran hecho los milagros realizados en ti, aún hoy subsistiría" (Mateo 11,21-23).
Las profecías se han realizada regularmente en la historia, aunque unas veces son pasados de los siglos desde cuando Jesús le manifestó. De Corazin y de Betsaida, las dos ciudades pocas lejanas de Cafarnao, no hay alguna huella, si no poco ruinas.
De Cafarnao, en cambio, se sabe que fue destruida, por un terremoto, en el 665 y en el curso de los siglos también fue perdido el recuerdo del lugar. Sólo en consecuencia de las excavaciones, hechas en épocas siguientes, ha sido posible identificar la ciudad.De Tiro y Sidóne, en cambio, se sabe que son dos ciudad del Líbano. Tiro, después de varias vicisitudes, fue destruida en el 1292 por los Musulmánes. Ha sido reconstruida y actualmente es llamada Sur.
Sidone, en cambio, en libanés Sayda o Saida, es una ciudad de 100.000 habitantes. Tiro y Sidón todavía están vivas, aunque con nombres diferentes, mientras que Cafarnao, Corazin y Betsaida no existen más. Una profecía, por lo tanto, que aunque hubiera sido pronunciada en la primera mitad del siglo primero, se encuentra plenamente realizada hoy, a confirmación que las Palabras proféticas de Jesús todavía son válidas al alba del tercer milenio de la era cristiana.
La otra importante profecía puntualmente averiguada es la que Jesús ha hecho en respeto al templo de Jerusalén: Mientras él, salido por el templo, fue, sus discípulos se acercaron para hacerle observar las construcciones del templo: "Jesús les dijo: "¿Ves esas grandes obras? No quedará aquí piedra sobre piedra sin ser destruida" (Mc 13,2-3)Jesús preanuncia la destrucción total de aquél que es considerada una de las siete maravillas del mundo conocido.
En efecto, en el 70 después de Cristo, en consecuencia del asedio de Tito, el Templo de Jerusalén es arrasado. No quedará, de ello, que un muro, lo que nosotros conocemos como el muro occidental o muro del llanto.
Hasta a algunos años hace los exegétas tradicionales afirmaron que habiendo sido escrito después del año 70, después de la destrucción del templo, los Evangelios recondujeron un hecho ya ocurrido. Luego la profecía fue deslucida de valor. Pero las búsquedas hechas en las últimas décadas de estudiosos como Dreyfus, Carmignac, O'Callaghan, Thiede y otros, además de antedatar la redacción de los Evangelios, es decir a evidenciar que han sido escritos por lo menos en los años cincuenta, veinte años antes de la destrucción del templo, hacen auténticamente válidas las profecías sobre la destrucción del templo de Jerusalén, otorgando de ello todo el dramático valor attuativo."El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24,35)
PARA EL DESCUBRIMIENTO DE JESÚS DE NAZARETH
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