Jesús y las mujeres
En su predicación itinerante, Jesús es acompañado
por los doce apóstoles y por algunas mujeres. Se trata de dos grupos de mujeres, un primer grupo formado por los parientes de Jesús y comprende a una "Maria, hermana de la Virgen" y madre de
Santiago el menor y de José; Maria, mujer de Cleofa y Salomé mujer de Zebedeo y madre de
Juan y Santiago el Mayor"
El segundo grupo comprende, en cambio, las mujeres tocadas por la
Gracia de Jesús y aquellas curadas por él. Soy: Maria Magdalena, Juana mujer de Cusa que es administrador de Herodes y
Susana.
Tenemos razón de creer que Maria, la Madre de Jesús, estuviera presente, en este grupo itinerante, en los momentos decisivos de la vida
de su Hijo. Y es por ésto que, en ausencia de la Madre, es Maria de Magdala que ocupa el primer sitio en el grupo de las discípulas de Jesús. A ella, según los cuentos evangélicos, Jesús resurgido aparece por la primera vez. Y es por ésto que los griegos llaman a Maria
Magdalena "isapostolos", que significa "igual" a los apóstoles, mientras en el mundo latino es llamada "apostola apostolorum", apostola de los apóstoles
(Cfr Marco Adinolfi, Jesús y las mujeres, en Historia de Jesús, vol. 4, y. Rizzoli, p.
1156).
El hecho que de las mujeres de Galilea siguen a Jesús, lo sirven durante su predicación, y no lo
dejan tampoco en punto de muerte, constituye una revolución por las reglas conductuales del mundo contemporáneo
de Jesús.
En efecto "en el Judaismo antiguo la vida pública no fue hecha para la mujer, puesto que, sobre el plan jurídico, ella a menudo
fue asimilada a los esclavos a no judíos y a los niños menores de edad"(Marco
Adinolfi, Jesús y las mujeres, en Historia de Jesús, vol. 4, y. Rizzoli, p.
1157). Esta situación está análoga, prácticamente, a aquella del mundo clásico griego, cuando la mujer
"es confinada" en el "gineceo" (Marco Adinolfi, Jesús y las mujeres, en Historia de Jesús, vol. 4, y. Rizzoli, p.
1156).
Entonces, especialmente en el pueblo de Israel, la mujer no pudo salir de casa sin velo, a jefe destapado, hilar entre la calle, hablar con cualquiera persona y tampoco salir para encontrar a otras mujeres. Sólo en algunas fiestas religiosas como aquella de los Tabernáculos o del Kippur, pudo salir. Hizo excepción la salida para sacar agua a la fuente pública o para ir
a los campos por de los trabajos agrícolas. A éste añadimos que fue prohibido "a los judíos mirar a una mujer, hacerse servir a comedor
por una mujer, restar solos con una mujer en una posada, apartarse con dos mujeres, caminar en público detrás de una mujer, conversar por la calle con una mujer. Tampoco con la misma mujer
es lícito hablar demasiado"(Cfr Marco Adinolfi, Jesús y las mujeres, en Historia de Jesús, vol. 4, y. Rizzoli, p.
1156).
Jesús, en cambio, se pone en posición diametralmente opuesta a la mentalidad corriente de los judíos. Él permite que un algunas mujeres lo sigan, lo sirvan y también provean a su sustentación y a la de los apóstoles(Cfr. Lc 8,1-3).
Ellas "establecen con él una profunda relación espiritual, una sintonía de sentimientos que también le devolverá más dóciles y fieles que los mismos apóstoles.
Jesús se entretiene con las mujeres tal como con los hombres: sin atajos, sin prejuicios ni condicionamientos de ningún tipo ni comportamientos misógino.
El contacto con las mujeres es, por lo tanto, caracterizado de respeto, delicadeza y reconocimiento de la igual dignidad del hombre.
El evangelista Luca reconduce un episodio en el que Jesús se encuentra al centro de la caliente acogida de Marta y a Maria, en Betania. Marta se da que hacer porque no le faltas nada. Maria se sienta a sus pies para escucharlo. A un alguno apunto Marta se hace adelante, y revuelta a Jesús, dice: ¿<< Señor, no te preocupa que mi hermana me deje sola en la tarea? Dile que me ayude>>. Pero el Señor le contestó: << Marta, Marta, andas inquieta y acelerada por demasiadas cosas, cuando bien poco, una sola, es necesaria. María, en efecto, ha escogido la parte mejor, que no le será arrebatada >>(Lc 10,40-42).
Jesús no alaba Marta que incluso exhibición prisa y atención al Maestro, pensando en prepararle que comer. La advierte que es no tener bien el corazón ocupado por las preocupaciones cotidianas, como reordenar la casa y cocinar. Él alaba a Maria que está a sus pies a escuchar su palabra.
PARA EL DESCUBRIMIENTO DE JESÚS DE NAZARETH