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El ruego de Jesús

   Los Evangelios Sinópticos, es decir aquéllos redactados por Mateo, Marcos y Lucas, recuerdan que en el ritmo frenético del día de Jesús, hay siempre tiempo por el ruego(Mc 1,35; 6,46).
   Jesús ruega en las horas del día en que puede recogerse en concentración. La mańana pronto, deja la ciudad de Cafarnao para aislarse sobre una colina circunstante y hundir su mirada amorosa hacia el Padre Celeste.
   Siendo verdadero hombre, también el contacto con la naturaleza lo ayuda a rogar respirando y gustando, en el silencio, la paz que saben infundir las primeras luces del alba sobre los cuellos que se elevan alrededor del mar de Galilea.
   En todos los momentos importantes y decisivos de su revelación y misión, Jesús ruega y demuestra de tener una unión profunda con el Padre, que Él llama "Abbŕ", que significa: "Papá".     Éste ocurre cuando Jesús está bautizado por Juan (Lc 3,21), en la transfiguración(Lc 9,28), antes de elegir los doce (Lc 6,12), antes de la confesión de Pietro en Cesárea de Filippo(Lc 9,18), antes de cumplir los milagros(Mc 6,41; 7,34; 8,6-7; Gv 11,41-42), en la cena antes de la pasión(Gv 17) en el Getsemani y sobre la cruz, y en muchos momentos que sólo los ángeles de Dios pueden catalogar.
 

   Jesús se dirige al Padre con el nombre dulce y familiar de "Abbŕ", término nunca usado primero en el ruego para invocar Dios, desvelando así "la relación singularmente única que lo une con Dios.

   El ruego de Jesús es su ser Hijo que aflora a la conciencia y se traduce en coloquio. Consciente de su filiación divina, misterio único, irrepetible, Jesús se aparta para rogar en la soledad, sólo delante del Padre. Este ruego en la soledad expresa su comunión única con el Padre y su nostalgia del Padre.
 

   Pero justo porque filial, el ruego de Jesús está obediente. Es el ruego del Hijo y del Valgo Dios. En el ruego del Getsemani dónde más claramente que en otro lugar expresa su confianza de Hijo, Jesús expresa con igualmente fuerza su obediencia: "Sin embargo no lo que quiero me, pero lo que quieres"(Mc 14,36). Conciencia de la misma filiación y total dependencia son los dos polos del ruego de Jesús, y son las estructuras esenciales de su persona. El ruego de Jesús surge, y no pudo ser de otra manera, por la profundidad de su ser.
  

   En el ruego Jesús "redescubre su misión y halla la nitidez de las mismas elecciones" (Ibid). la muchedumbre lo busca, quiere retenerlo, pero Él se sustrae al abrazo de la gente para ir en otro lugar (Mc 1,38; Lc 4,42-43). Después de la multiplicación de los panes se aleja desde la muchedumbre entusiasta que quiere hasta proclamarlo Rey, para apartarse a rogar en soledad (Mc 6,46).
  

   Jesús ruega a menudo expresando incluso las "Escrituras" en los momentos más dolorosos de su vida, como cuando sobre el Calvario cita el salmo 22, el ruego de lo Justo doliente: Mi "Dios, mi Dios, porque me has abandonado" (Mc 15,34), pero se muestra mientras tanto confiadamente abandonado al Padre: <<Padre, en tus manos entrego mi espíritu>>(salmo 31.6; Lc 23,46).
   Son varios y múltiples los ruegos de Jesús. Hay el ruego de bendición, alabanza y contemplación, que es el ruego por excelencia en el hebraísmo. Expresa reconocimiento, agradecimiento y admiración. Un ruego de bendición es éste que reconducida por los Sinópticos: "Te agradezco Padre, Seńor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los inteligentes y las has revelado a los pequeńos. Sí, Padre, porque ésta es tu volontŕ"(Mt 11,25-26; Lc 10,21., Ibid p.1223).
   Hay luego el ruego de pregunta que en Jesús no es nunca individual pero asume una perspectiva apostólica y eclesial: Él ruega para que la fe de Pietro no venga menos(Lc 22,32), para que el Padre envie el Espíritu(Gv 14,16), para el perdón de los que lo han crucificado (Lc 23,34).

   De amplia respiración eclesial es el gran ruego sacerdotal de Jesús reconducido en el capítulo 17 del Evangelio según Giovanni.
   Hay luego el ruego del Getsemani que muestra un Jesús muy humano: es la súplica al Padre que expresa, más allá del momento dramático que precede la detención, la confianza y la conciencia de la propia relación filial con Abbŕ (Mc 14,36).
   Sobre los labios de Jesús no se encuentra nunca "el ruego de la culpa y el perdón: Jesús ruega como alguien que no conoce pecado.
   << Padre, la hora ha llegado, glorifica tu Hijo, porque el Hijo te glorifica. Ya que tú le has dado poder sobre cada ser humano, porque él dé la vida eterna a todos los que le has dado. Ésta es la vida eterna: qué te conozcan, el único verdadero Dios, y el que has mandado, Jesús Cristo (Gv 17,1-3).

 

PARA EL DESCUBRIMIENTO DE JESÚS DE NAZARETH

 

Jesús en la historia  Nazareth
Belén La Familla de Nazareth
El primer anuncio El lugar de la Misión
El idioma de Jesús  Los milagros
Jesús el Profeta Jesús revela al Padre
Jesús revela el amor del Padre El Buen Pastor
El camino de la Cruz El ruego de Jesús
El Padre nuestro Jesús y las mujeres 
Los pequeńos El nuevo Pueblo de Dios
Jesús y el Dinero Bienaventurados a los pobres de espíritu
Jesús y el ambiente de Israel La psicología de Jesús
Jesús elige a los Doce y a los discípulos La misíon entre los gentiles
El "Hijo del hombre" Las parábolas
Jesús, Maestro de sabiduría Jesús y la Sagrada Escritura
La familla y la parentela Su "Pan"
Jesús exorcista Jesús frente a los pecadores
Las parábolas de la misericordia Las controversias en Galilea
La crisis en Galilea La Transfiguración
Jerusalén La última Cena 
La Pasión  Resurreción - primera parte
Resurreción - segunda  parte Jesús Cristo hombre y Dios

 

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